Jesús y los cuidados de la vida
Maribel Serrano
Cuando me encargaron esta conferencia, lo primero que me vino a la cabeza fue un dato que acababa de dar la AECC 25.000 personas que se meten cada año en la pobreza por causa del Cáncer. Un familiar a quien cuidar, o ellas mismas que pierden el trabajo. Esto me asombró. Como que cada año se diagnostican 40000 casos de Alzheimer nuevos. Después, recordé una noche de guardia en un pueblito, que a las 2 de la mañana se presentó una familia con su hijo con una enfermedad rara y que no sabían que hacer. Habían suspendido el proyecto de investigación que llevaban en La Paz sobre esta enfermedad con los recortes sanitarios, y con ello habían perdido todo el apoyo y compañía que conllevaba. Estuvimos hablando hasta las 5 de la mañana. Necesitaban que alguien les escuchara y compañía. Luego recordé a una persona inmigrante que cuidaba a un enfermo mayor, que me dijo que lo dejaba porque no podía soportar más sus humillaciones sus deseos y su trato denigrante. Ella necesitaba el dinero, pero no a ese precio. Me empezó a parecer un tema muy complejo el de las personas cuidadoras, que al fin y al cabo cuidan la vida… Seguí repasando y fui desgranando la precariedad de las cuidadoras que yo he conocido, la escasa atención por la Administración, por sus familiares y a veces por ellas y ellos mismos; me di cuenta de qué poco sabemos de este problema, a veces de este drama; por tanto la constatación de su invisibilización, por lo que las leyes que tenemos no hacen justicia a esta situación, porque leyes hay, pero, pocas aplicadas. Aquí tenemos un espacio y un lugar de sufrimiento grande poco conocido.
La injusticia social
para con este problema es tan grande, como el desinterés por estas personas;
que dan su vida, su tiempo, a enfermos crónicos, y graves, de una larga
duración, a ancianos, a hijos pequeños etc. Trabajos anónimos bien
desconsiderados.
Su trabajo y la riqueza que producen es invisible para la sociedad y no tiene la consideración a la altura de lo que hacen.
No hay datos tampoco de las personas voluntarias que cuidan inmigrantes, ancianos, personas con discapacidad grave. Faltan datos precisamente de las personas que cuidan la vida
Visto todo esto, me pregunté ¿Qué puedo yo decir, que no sea una banalidad sobre el tema, que nos haga conectar, que nos interrogue que nos ayude a conocer mejor lo que hacemos, que nos comprometa con ello? habida cuenta de que también desde las parroquias se inician y sostiene actividades de acompañamiento ayuda y apoyo. No sé si evaluado.
No voy hablar de cómo se desarrollan los cuidados familiares, pero he querido dar un marco general de un aspecto de la vida, de los cuidados, porque ante la vida, ante Jesús, no podemos presentarnos con abstracciones y generalidades, sabiendo de la situación concreta de miles de personas que por falta de apoyo social está viviendo su enfermedad y su dependencia en condiciones más que mejorables.
Tenemos que conocer el
contexto dónde estamos, y dónde actuamos. Jesús actúo en un momento histórico y
si algo nos relata muy bien el evangelio, es como era la vida de entonces y la
situación de los enfermos, muchos abandonados a su suerte; el evangelio nos
muestra como reaccionó Jesús ante ello. He hecho también esta introducción
porque he querido que nos dejemos afectar por esta realidad, y porque es una
buena manera de comprender la grandeza de Jesús en su paso por nuestra historia
y el legado que nos dejó. Jesús se metió de lleno en este sufrimiento
Recientemente he leído un estudio sobre los cuidados en Alemania, en el marco de la familia, que termina con una inquietante conclusión. Los más pobres se empobrecen porque el 40% de sus ingresos los tiene que utilizar para dar esos cuidados. Mientras en las rentas más altas, solo necesitan un 10% de sus ingresos para cuidar las necesidades de su familiar enfermo, lo que les permite un amplio margen para vivir desahogadamente.
Con una reflexión que no te deja tranquila. Su acción, (la de los familiares) que es muy buena, porque crean lazos de confianza y apoyo mutuo perpetúa Sistemas desiguales, este informe añade, que las personas que se dedican a cuidar no se posicionan como actores, sino como proveedores de servicios, quiere decir que no son motores de cambio y reforma, no generan protestas ni avances. Están en un “cada uno que se arregle como pueda”.
Tenemos pues, que empoderar el valor de los cuidados, para que sean un motor de cambio, porque la generosidad que lo lleva adelante tiene que ser fértil reconocida y productiva.
Urge a la sociedad un reconocimiento económico, moral, valoración, respeto e inclusión social de esta problemática.
Dicen los historiadores de la medicina que cuidar constituye uno de los acontecimientos supremos de la civilización Occidente. El como hemos perdido este valor, no está dentro del marco de esta conferencia.
Dice el poeta Luis García Montes que “el cuidado es la raíz verdadera de la comunidad y está íntimamente ligado a la palabra amor, que desemboca en la palabra dignidad”. Esto es lo que hacía Jesús, restaurar relaciones, restituir la dignidad de las personas, aliviar su sufrimiento, e inclusión en la vida social.
¿Qué supuso la vida de Jesús a su paso por la tierra? ¿Nos pueden iluminar los evangelios en esta experiencia de cuidar?
¿Qué son los cuidados, qué es cuidar para un cristiano si nos fijamos en Jesús? Es respeto, es crecimiento personal, es ternura, es compasión y es justicia.
¿Qué dijo de ello Jesús?
“El Reino de Dios esta cerca” repite Jesús. Este mensaje lo hemos oído muchas veces y parece que tenemos que esperar que venga un reino, y nos damos tiempo hasta que venga, pero, cuando habla Jesús así está expresando que Dios está entre nosotros, que está cerca de nosotros y nos está diciendo como podemos verlo; pues las señales de su presencia están en la vida de Jesús; en lo que hizo a lo largo de su vida, y si nosotros lo hacemos también se manifiesta y creamos ese Reino de Dios, a través de nuestros actos.
¿Qué hizo Jesús durante su tiempo en el mundo? Curar y cuidar la vida, lo hizo curando al ciego, al endemoniado, a la hija de Jairo, al paralítico…; también, poniendo de manifiesto los prejuicios, las injusticias.
Si recordamos el evangelio de hace unos domingos del paralítico en el que Jesús le preguntaba si quería curarse, le contestaba el enfermo: No tengo quién me ayude. Nadie se ocupa de él y lo que es peor aún que, todo sucede como si nadie supiera que existe; 39 años llevaba postrado, ni los enfermos que estaban allí le ayudaban. En este evangelio se pone de relieve la importancia de la ayuda, la importancia de hacer visibles los problemas y las necesidades.
A veces leemos demasiado deprisa los textos para sacar conclusiones piadosas, “cosas buenas”, y nos quedamos en la superficie, sin entrar en nosotros para ver qué ocurre con esa palabra de Jesús dentro década una.
La palabra de Jesús mueve también en nosotros las aguas de nuestra piscina, como el ángel de este pasaje que lo hacía de vez en cuando, pues también el evangelio mueve nuestras aguas interiores de la piscina de nuestra vida.
Cuando leí que la experiencia de los cuidados no producía ningún cambio social, que se quedaba en el ámbito de la vida doméstica, me creó una profunda inquietud, y me pregunté ¿Cómo podemos comprometernos en esta tarea y que el tiempo que damos y ofrecemos sea un autentico motor de cambios, de transformación social, de crecimiento personal, de vivencia de nuestra fe? Muchas aguas se agitaban en mi interior. Deseaba encontrar el hilo que me pusiera en la esperanza. Sorprendentemente me vino a la mente y al corazón muchos versículos del evangelio que se leerá en la próxima Pascua. El prólogo del evangelio de Juan.
Escucho dos cosas importantes que me inspiran y me motivan, y también me llenan de gratitud y son para mis profundamente curativas de mi escepticismo ante esta situación:
La primera
“Y La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron” La palabra, que es Jesús, viene empujando las tinieblas, viene alumbrando la oscuridad. Nos tenemos que comprometer y empujar la negrura que envuelve el problema de los cuidados, que es ser invisibles para la sociedad y por tanto ser una carga importante para quien la lleva; a muchos les mete de lleno en la pobreza y en la más absoluta desesperanza. Las familias y sobre todo las mujeres siguen siendo el principal sostén de la dependencia. Ellas se llevan la peor parte. El 87% de los cuidadores en España son mujeres y más del 6’0% mayor de 65 años.
En ello debemos estar
nosotros, sobre todo los que no estamos implicados directamente con una persona
a nuestro cuidado. Para iluminar “las tinieblas” que los envuelven, el velo que
ha echado la sociedad sobre el problema (dificultades laborales, relaciones
interpersonales, pérdida de nivel de vida, pérdida de tiempo propio…) Estos
problemas !No abren ningún telediario! .ES importante hacerlo visible, tarde o
temprano cada uno de nosotros u nosotras, o seremos cuidadoras o seremos cuidadas.
Este versículo del evangelio también se dirige hacia nuestros adentros y nos invita a ser liberados de nuestro ego para que pueda emerger y brillar lo que realmente somos, nuestra dignidad mas profunda. Que nos despierte de nuestro sopor y nos cuestione en lo más íntimo de nosotros mismos para no continuar como robots en nuestra vida. “39” años que nadie se había fijado en el paralítico del evangelio.
Tenemos la esperanza de que las tinieblas no la venzan. No se puede ayudar, cuidar sin esperanza. Busquemos la luz de Jesús y preguntémonos ¿Qué ilumina dentro de nosotros?
La otra frase que escucho en este evangelio, que me importa, es “Que la palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo”.
Por tanto, en todos está la luz de Dios, en cada individuo existen capacidades y potencialidades desconocidas, que sólo el don de sí, las puede liberar, para que ejerzan su eficacia., la donación de nuestra propia vida de nuestro propio tiempo en el voluntariado, en nuestros compromisos con la tarea de la parroquia, del barrio, con nuestros hijos e hijas, con nuestros vecinos, con asociaciones diversas, tienen su eficacia más allá de lo que vemos.”Ilumina a todo hombre…” No es centrarse en si mismo que confieren dignidad a la existencia, sino descentrarse en favor de los otros. La vida aumenta cuando es compartida, se atrofia cuando se aísla.
Esto que hacemos, esta
generosidad y disponibilidad es fuente y oportunidad de descubrimiento
personal, de encuentro con nosotros mismos; eso es un regalo a nuestra vida
siempre y cuando nos preparemos y vivamos esa relación con las personas
cuidadas, con las tareas que hagamos, con atención a su vida y a la nuestra.
Tenemos luz suficiente,”Ilumina a todo hombre que viene a este mundo”
¿Qué está ocurriendo en la vida de la o las personas que acompaño? ¿Qué está ocurriendo en mí, que estoy viviendo? No, cómo lo hago.
No se trata tanto de evaluar cómo lo estamos viviendo, sino darnos cuenta de qué es lo que vivimos.
Verdaderamente ello nos abre a grandes oportunidades de cambio. Por lo menos estoy cambiando yo y la persona a la que acompaño. Esto es curar las relaciones. Las relaciones conmigo mismo, con los otros y con Dios.
Jesús cuando curaba no solo daba su tiempo, su sabiduría, su fuerza; se interesaba por la vida de la persona y por supuesto le curaba, cambiaba la vida.
Inducir una reflexión, crear un espacio de pensamiento en nosotros y entre nosotros, esto es lo que hacemos cuando ayudamos. Sólo tenemos que escuchar. Maduramos, cuando posibilitamos la vida de otros. Esto que hacemos nos hace madurar.
Ya que no puedo cambiar las cosas, cambiemos nosotros, sintiendo la experiencia de la relación, haciéndola consciente; ya sea regocijo, ya sea tedio, ya sea exasperación, ya sea incertidumbre, ya sea amor, ya sea ternura…¿Qué despierta en mi esto que vivo, que estoy haciendo? Dejarnos impactar por los valores presentes en los otros, de eso se trata. Escuchar de tal manera que lo que oímos penetra en nuestra propia vida. Eso significa implicarse afectivamente.
El encuentro con la diferencia, ya sean inmigrantes, ya sean personas solas, ya sean enfermos, ya sean mendigos, ya sean presos, tiene que posibilitar el encuentro con uno mismo. Cuando uno sale de si mismo y decide partir hacia otro, se aproxima a realidades diferentes, es para encontrar y encontrarse.
Los cuidados son un a riqueza porque nos dan la posibilidad de acoger en nuestras propias vidas otras vidas, porque nos dan la posibilidad de enderezar nuestro rumbo, de conocernos y acogernos a nosotros mismos. Nos indican la dirección.
Así le ocurrió a Jesús con la sirio fenicia Este evangelio me resulta muy interesante de lo que fue el proceso de Jesús en relación con los cuidados.
Narra un incidente
incómodo del ministerio de Jesús; un incidente que le coloca a la defensiva.
“he venido solo para las ovejas perdidas de Israel” Cuantas voces se levantan
ahora “qué se vayan a sus países, el trabajo primero para nosotros el que la
hace la paga, ….”
Es el único episodio en el Ministerio de Jesús, en el que comienza por rechazar dar respuesta a una necesidad humana.
“No es justo que el pan de de los niños se eche a los perros” nombra Jesús la palabra justicia. Ella, la mujer, se resiste a aceptar la posición de poder que Jesús toma en el dialogo.
He encontrado en este evangelio el poder de la voz. La voz que necesitamos nosotros alzar para que cambien y se den respuesta a estas situaciones. En el evangelio de Mateo, es la primera mujer que habla y ¡Qué papelón! “ella gritaba, para ser oída” dice el evangelio. Lo que les llevó a los discípulos a decir a Jesús que la escuchara. Sólo para que los dejara en paz.
Gritar es un acto considerado poco femenino, se nos ha educado a estar calladitas siempre, es mejor quedarse callada, no rechistar o hablar bajito, un volumen suave. La mujer siempre achicándose. Las cuidadoras siempre achicándose, sin hacer ruido “no, si a mi no me importa, no tiene importancia, sólo que me canso” me dicen en la consulta alguna cuidadora.
“Ella gritaba para ser
oída” dice el evangelio. A veces tenemos que gritar para que nos oigan, tenemos
que ser políticamente incorrectos…
La mujer siro fenicia es modelo de mujer cuidadora porque se sabe con derecho a tener futuro.
Me admira la picardía y la sagacidad con el que la mujer da la vuelta, a la inicial negación de su demanda, logrando al fin la curación de su hija.
Vence en el conflicto que se desarrolla en el evangelio, y a su palabra se atribuye el que Jesús cambie de idea...”No es justo que el pan de los niños se eche a los perros….” Otra vez la justicia.
La mujer evita ser atrapada por ese discurso de la enemistad; y en lugar de enfrentarse, convierte el insulto perro, en algo agradable y cariñoso, cordial, inocente, dentro de una escena familiar “Señor incluso los perros comen debajo de la mesa las migajas de los niños”. Es tan obvio, que a Jesús no le queda más remedio que hacerle caso. ¡Le dejó desarmado a Jesús!
La tenacidad de esta madre y su decidida determinación se vuelve un modelo para nosotros.
La curación de su hija es validada por la tenacidad de la fe de la madre.
Su poder ante el Rabino Jesús esta enraizado en su fuerza protectora, en su capacidad de cuidar y en el compromiso que se ha marcado así misma de darle futuro a su hija.
La mujer no duda en reconocer el poder y el linaje de Jesús “Señor, hijo de David” y se arrodilla ante él para rogarle. Pero conserva su poder cuando le desafía y se enfrenta a él, por la legitimidad de su petición. Este es el poder de las personas que cuidan, la legitimidad de lo que piden.
No intenta influenciarle, manipularle, apelando a su piedad, no intenta evitar el conflicto. Ella siente que es legítimo lo que pide . Ella siente que es El, el que está equivocado, cuando le dice “que el pan no es para ella. Y se confronta con él reclamando la curación de su hija, ya no como un regalo o una dádiva de Jesús, sino como un deber de él.
Su tenacidad, es ser
fiel a la misión en la que está comprometida: la curación y el cuidado de su
hija. Cómo las personas que enfrentan solas esta tarea sin que el estado lo
reconozca, y lo de respuesta. Su compromiso con la curación de su hija y su
habilidad, su sagacidad para usar el poder de los débiles –que es no darse por
vencidos- en sus aspiraciones legítimas, y usar ese poder de forma positiva se
convierte en catalizadora de la acción de Jesús.
Es un icono para desafiar la discriminación minusvaloración y abandono de los cuidadores y del problema de los cuidados, y las personas que necesitan ser cuidadas.
El problema de los cuidados no es de caridad es de Justicia, por eso atañe a toda la sociedad.
Pero hay otra interpretación de este evangelio y a eso iba.
La Mujer pide que le cure a su hija y Jesús le contesta con el pan, como pasa con las demandas ante la sociedad. Cómo cuando dicen, tenemos otras necesidades más urgentes, hay que distribuir los recursos. Parece que Jesús hace referencia a su ministerio integral, enseñar, dar de comer, curar. Jesús se muestra en este evangelio moviéndose desde el centro de su cultura y costumbres, religión, la de los judíos, desde un mundo masculino, absolutamente. Ocurre en una región fronteriza, en la periferia. En las fronteras es donde se encuentra una dimensión interesante de la vida. Es por las fronteras por donde crecen los países lugares de paso de encuentro de personas muy diferentes. Y es en la frontera dónde una mujer extranjera le llega a formular a Jesús que lo que está fuera de sus fronteras culturales y religiosas también le interesa a Dios y que los prejuicios no son el cauce adecuado para expandir y anunciar la Misericordia de Dios. La sirofenicia le abre un espacio a Jesús a su interioridad, “También los perrillos comen……”Por lo que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija”.
Jesús se encontró a si mismo a través de la mujer en un aspecto de su vida importante, esta le ayudó a reconocer que su Ministerio se abría a los gentiles. A Jesús le se sitúa frente a otro horizonte la universalidad de su ministerio. Dios se encuentra en el amor, Dios marca el encuentro con la humanidad entera. El amor de Dios es un amor de cuidado, de entrega, de participación, es un amor sanador.
Este evangelio invita también a expandirse desde nuestras acciones del cuidado a un nuevo encuentro con todo, con la diversidad, con la naturaleza, con las personas, con la cultura con nuestras administraciones. Contemplemos nuestro mundo fragmentado, viendo las diversidades en conflicto, generando sufrimiento. Entremos en ese flujo de amor compasivo y descendiente de Dios, que activa en nosotros una nueva forma de vivir, como le ocurrió a Jesús, que tuvo que ampliar su Ministerio también a los gentiles. A lo mejor tenemos nosotros que ampliar nuestras luchas.
Volviendo al evangelio que se leerá en la Pascua, leemos “Pero a todos los que le recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios”.
Se habla mucho de Dios padre, pero se nos olvida con frecuencia la dinámica de ser hijos, es decir entrar en la dinámica de que somos deseados, amados, acogidos, respetados, y acompañados, como los padres y madres hacen con sus hijos; y además un hijo participa de la herencia de su padre ¿no? La herencia de Dios es su Misericordia, su libertad, su justicia y participamos de las tres. Solo hace falta abrirnos para que emerjan y fluyan en nuestra vida en relación con el mundo, porque realmente están dentro de nosotros. Esto debería ser una experiencia gozosa, pero con frecuencia nosotros no nos cuidamos.
A veces somos muy intolerantes entre nosotros y con nosotros, intransigentes, nos cuesta aceptar nuestras limitaciones, casi somos nuestro peor enemigo; no sabemos tenernos en cuenta, escuchar nuestras necesidades, no sabemos reconocer nuestros deseos, qué queremos, qué no; eso imposibilita que encontremos las grandes cosas que Dios ha puesto en nuestro corazón. Está El mismo. “Y la palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros” dice este evangelio.
Cuando decidimos participar en la tarea del cuidado de los otros, del medio ambiente, de los presos, del mundo, ejercitamos la compasión. Compasión que necesitamos también para nosotros. Es una palabra muy deteriorada y poco comprendida, pero su contenido es verdaderamente hermoso. La compasión es una acción que consiste en erradicar de la vida todo sufrimiento innecesario; la compasión no es conmiseración ni lástima, hemos visto como la ejercía Jesús con los hombres; es un sentimiento de empatía a estar en conexión con el otro, y tomar un tipo de responsabilidad de aliviar su sufrimiento. Compasión con nosotros que no es autocompasión, que me perpetúa como víctima.
La compasión contiene tres elementos: conexión empatía y responsabilidad.
Los y las personas voluntarias cuidadoras son personas que asumen la tarea de que haya menos sufrimiento; esto es sentir aprecio por los demás pero hay que hacer algo más, ayudar a liberarlos de su sufrimiento, ya sea ignorancia, soledad, enfermedad, pobreza, marginalidad. Esto supone un cambio profundo en nosotros, que va desde centrarnos en nuestros exclusivos intereses a centrarnos en las necesidades de los demás. Eso mejoraría abundantemente nuestra vida. La compasión tiene que ser parte del cuidado de la vida, pero ¿Cómo podemos ser compasivos sin hacer perder la dignidad al otro, ni perderla nosotras? ¿Cómo ser compasivo cuando lo que ocurre a nuestro alrededor nos abre la puerta de la agresividad y de la intolerancia?
La compasión es un respeto que es distinto a la pena y a la lástima… Todos tenemos la semilla de la compasión en el corazón, todos tenemos dentro, la tenemos por “herencia”, una inmensa ternura, sólo hace falta cultivarla y hacerla aflorar.
Otro versículo del evangelio afirma “De su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia”.
Con los primeros que tenemos que ser compasivos es con nosotros. Dice Gabriela Mistral que “La ternura es ante todo un acaricia que nos proporcionamos a nosotros mismos; pues la madre es tierna con el niño, solo cuando lo es consigo mismas.” Que verdad más grande .la ternura es un dique contra la agresividad… se tierno contigo, se benevolente. Harás la vida menos violenta.
Para ser buenos cuidadores, tenemos que hacer un viaje de amor hacia nosotros mismos. El amor que es atención, el amor que es compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás. Si nos acogemos y nos reconocemos en nuestro dolor, en nuestros errores, en nuestros límites, también en nuestros aciertos; si cultivamos con nosotros una bondad amorosa, estamos cultivando la compasión y el respeto y podemos ayudar a que florezca la vida con menos sufrimiento eso es recibir la plenitud de Jesús.
Cuando suframos por el daño que nos inflingen, por nuestros limites, por nuestras torpezas, inseguridades, por el daño que hacemos; en vez de rumiar el rencor y la autocrítica, dejar que nuestro corazón se llene de benevolencia, y esto, nos ayudará a extender el buen hacer de Jesús con todos, el buen trato que Jesús prodigó en sus días; así empujaremos las tinieblas y las sombras y abriremos espacio a la luz. Eso es recibir su gracia.
La aceptación de la realidad es desmontar los autoengaños en los que vivimos, los que nos montamos para blanquear nuestra imagen. Acceder a nuestra realidad es hacer posible la vida. Tenemos que ser capaces de ver con qué embarramos nuestros compromisos, traerlo a la luz y dejar que Jesús lo cuide. Tenemos que desmontar los prejuicios que nos separan de las realidades más hondas, que están llena de riqueza .En cada individuo existen capacidades y potencialidades para él desconocidas. Es una oportunidad de estar cerca de Dios, muy cerca.
Saber aceptarse tal como se es, es muy curativo, partir de lo que hay y aceptar fórmulas de transformación es distinto de resignarse. La resignación es estéril, deja sin energías y sin posibilidad de cambiar, va contra natura de nuestra fe. No hay fe sin esperanza. Tal vez, los cuidados en nuestra sociedad tienen tan poca capacidad de cambios sociales, y culturales, tal vez un motivo -no el único- por el que tienen tan poco valor los cuidados es, porque hemos asumido un fatalismo, nos hemos instalado en él y estamos desmovilizados por la insistencia tan grande que se ha hecho en nuestra cultura de la resignación.
Cuidarnos y cuidar es algo muy importante y está en la base de nuestra civilización. La encíclica de Francisco, la Laudato si. Va de todo esto de cuidar. Por tanto el cuidado también está en la base y el compromiso de nuestra fe .Cuidar es un valor de nuestra sociedad, su función es expandir la humanidad, es el dique que contiene la barbarie, cuidar es una voluntad de regenerar, de sostener la vida.
Tenemos que pasar tiempo con jesús y permanecer con él si queremos dar fruto y dar vida. Ello nos pone en el camino de Acogernos, Respetarnos, Amarnos.
Si nos encontramos con Dios amor, nos volvemos más encarnados en la realidad, mas comprometidos con los que sufren. Aprenderemos a ver el mundo como sacramento de Dios, por el cual el mismo se hace encontrar. No olvidéis que puso su morada entre nosotros. El acto de cuidar la fragilidad humana, es algo grande, porque es lugar de encuentro, de receptividad y acción, de ofrenda, de disponibilidad, de despojamiento, que son actitudes básicas para vivir esa acción en plenitud y que sea verdaderamente transformadora.
Un camino para el cambio, algo concreto para la madurez y la sanación de la vida, para saber percibir la experiencia en nosotros mismos, algo que podemos hacer 5 antes de ir a la actividad: pararse y escucharse durante 5¿Qué siento? Qué sentimientos se remueven en el agua de la piscina de mi corazón? sean los que sean y hacer una oración con ellos..Sólo 5 y si quieres otros 5 a la vuelta ¿Qué se ha movido en mí en este tiempo que he dedicado, qué me ha interpelado? Con lo sentimientos que te surjan vuelves hacer una oración .La experiencia tiene que ser percibida y reconocida para que haya un cambio en nosotros, para que se vaya curando nuestra corazón .Quien cuida a los pequeños se acerca a Dios dice el papa y dice que tenemos que ser una profecía de vida contra los profetas de muerte de cada tiempo, contra los que piensan que nada puede cambiar, qué siempre será igual “la luz brilla en las tinieblas, las tinieblas no la vencieron”. Es gratificante hacer memoria de tantos hombres y mujeres que son presencia compasiva a la manera de jesús y consumen su vida a favor de los otros.
Dios se acerca a nosotros buscando la rendija que el hombre mantiene abierta a lo verdadero, a lo bueno, a lo humano.
Fijemos los ojos en la Pascua de Dios, que es de lo que va este evangelio y es seguro que nos ayudará a resituar en la sociedad con nuestra voz y nuestro compromiso a los más frágiles, los mas vulnerables, a los desechados, a todas las personas que sufren, a empoderar el valor de los cuidados; nos ayudará también a resituarnos en la Iglesia y a resituar a la iglesia, y a encontrarnos a nosotros mismos en esa herencia de nuestro Padre. Esto si que produciría un gran cambio social, y si que veríamos el cielo abierto que es lo que Jesús prometió en otro pasaje del evangelio a los que le siguen; Veríamos a Dios transitando verdaderamente por la vida. La vida es una constante llamada a ser Pascua.
Hoy, que vivimos el
azote del coronavirus en una sociedad desprovista de recursos para los más
débiles, con la experiencia de la gravedad del abandono de los más vulnerables
por la enfermedad del coronavirus y la falta de recursos asistenciales se hace
más necesaria una reflexión sobre los cuidadores y su abandono por la sociedad,
y que se dé respuesta a ello.