La Vida es Sueño y el Papa Francisco nos invita a soñar
En 'Soñemos juntos', invita a soñar con la mirada puesta en el arduo panorama pospandemia"
"La humanidad ha recibido el soplo del espíritu, es decir, se le ha dado la magnitud de volar hacia la dimensión infinita de los sueños. El Papa Bergoglio nos invita a soltar amarras, a emprender ese fascinante vuelo"
"Karlol Wojtyla fue muy polaco y Joseph Ratzinger fue muy alemán, y Jorge Mario Bergoglio es muy argentino"
"En 'Soñemos juntos', el Papa se detiene en ese momento definitivo de la paz eterna como un punto de llegada a partir de los sueños como los anhelos más elevados de la condición humana"
"Para emerger de la tribulación del desaliento y de la impotencia, Francisco enciende una luz, nos señala una posibilidad redentora que es el camino de volver a creer que aunque el mal siempre estará presente, el bien es también siempre un punto de llegada posible"
08.02.2021 | Roberto Bosca, profesor Universidad Austral de
Baires
Al irrumpir en la encíclica de un modo sugerente, es razonable
suponer que esta palabra y sus derivados merezcan -según el rabino, un buen
conocedor de la personalidad y el pensamiento de Jorge Mario Bergoglio- una
consecuente atención.
Skorka, quien mantiene desde hace muchos años una cordial amistad
con el papa Francisco, no pensó que al emplearla, su autor haya querido
incorporar un simple giro poético o meramente estilístico en el texto. Según su
parecer, la importancia de este concepto en su pensamiento consiste en que él
nos moviliza hacia la aventura de construir un mundo mejor y más pleno.
Ante el despliegue de tantos estrépitos en la vida de los pueblos,
cabe preguntarse si no resulta oportuno levantar la mirada desde el misterio
profundo de lo humano, y dirigirla hacia lo alto, porque la humanidad fue hecha
a partir de la realidad material, pero también ha recibido el soplo del
espíritu, es decir, se le ha dado la magnitud de volar hacia la dimensión
infinita de los sueños. El Papa Bergoglio nos invita a soltar amarras, a
emprender ese fascinante vuelo.
La referencia remite al célebre discurso pronunciado el 28 de
agosto de 1963 por Martin Luther King en Washington, cuando frente al monumento
de Abraham Lincoln, el líder de los derechos humanos expuso con una gran fuerza
interior su ideario cívico: “Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar
de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño” apostrofó entonces la
conmovida voz del pastor. Su mensaje se hizo uno solo con miles y miles de
espíritus, y aún hoy ese llamado sigue encontrando un merecido eco en numerosos
corazones, también en medio de las nuevas angustias de nuestro tiempo.
Cuando habló ante el Congreso de los EEUU, pronunciando una de las
piezas mas sublimes sobre la vocación política, el Papa recordó ese momento
histórico que ha quedado esculpido en la memoria colectiva de la humanidad,
como una concreción del american dream de construir un futuro mejor en paz y
libertad.
Sobre este mismo concepto vuelve una vez mas ahora Francisco en
éste su último libro1, donde realiza una suerte de síntesis de las principales
ideas directrices vertidas durante los últimos años en los documentos que espigan
como verdaderos hitos su propio pontificado. En Fratelli Tutti él nos dice:
¡Qué importante es soñar juntos! y lo fundamenta en que los sueños, esos sueños
colectivos que llevan adelante al género humano, no se construyen
individualmente, sino entre todos, es decir, siempre teniendo a alguien a
nuestro lado.
Es exactamente la misma idea que afloró en su último discurso anual a la Curia romana, muy sabroso siempre y también esta vez en sus contenidos, como suelen ser las intervenciones pontificias. En esta ocasión el Papa citó sin nombrarlo al obispo brasileño Helder Cámara, al recordar su glosa evangélica: bienaventurados los que sueñan.
La utopía cristiana
La encíclica toda es una
síntesis del mensaje cristiano que es el sueño del amor fraterno. Ya desde el
mismo comienzo el texto nos habla de los sueños de unidad, pero al mismo tiempo
advierte cómo ellos pueden ser rotos en pedazos. Los sueños también suelen
aparecer como una utopía en la mentalidad pragmatista del cinismo escéptico
posmoderno. Sin embargo, más adelante dice el Papa que si se acepta el
principio de que los derechos derivan de la inalienable dignidad humana, es
posible aceptar el desafío de soñar.
Desde una perspectiva integrista, Thomas Molnar nos habla del
utopismo como una herejía perenne en el sentido de una autodivinización del
hombre. Pero el utopismo es la sacralización de la utopía si sabemos
distinguirla de él, significándola como la innata pulsión de la humana
naturaleza por mirar hacia adelante, según la misma disposición de nuestros
ojos así nos lo presenta.
Sabemos que los constructores de utopías son a quienes debemos el
progreso de la humanidad, aquéllos que se atrevieron a lo imposible. Aunque el
neomarxista Herbert Marcuse fue también él mismo un crítico del pensamiento
utópico y uno de los ideólogos del mayo francés, uno de sus apotegmas rezaba:
“Sean realistas, pidan lo imposible”.
Carlos de Foucauld, a los altares |
Se trata de un tema
recurrente en Francisco, que también lo piensa para su propio pueblo. Karlol
Wojtyla fue muy polaco y Joseph Ratzinger fue muy alemán, y Jorge Mario
Bergoglio es muy argentino. En una carta dirigida al presidente de la
conferencia episcopal de su país natal con motivo del bicentenario de la
independencia nacional, el Papa le decía un lustro atrás: “Sólo si nuestros
abuelos se animan a soñar y nuestros jóvenes a profetizar cosas grandes, la
Patria podrá ser libre”.
El texto concluye con una recomendación: “Necesitamos de abuelos
soñadores que empujen y de jóvenes que -inspirados en esos mismos sueños-
corran hacia adelante con la creatividad de la profecía". También en su
exhortación Christus Vivit dirigida a los jóvenes, su contenido muestra varios
párrafos donde el autor vuelve una vez mas sobre la díada juventud/ancianidad,
bajo el subtítulo “Sueños y visiones”.
Allí el Papa recurre nuevamente a la profecía de Joel, que había citado en la carta del bicentenario, y explica brevemente su sentido. Un poco antes de este documento postsinodal, al presentar otro libro escrito en colaboración, La sabiduría de los años, que son relatos de experiencias de vida, Francisco exhortó a los jóvenes a encarnar los sueños de los ancianos para llevarlos adelante en sus propias vidas.
Ni bien declarada la peste, el 20 de marzo de 2020, Francisco solicitó
al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral la creación de
una comisión, en colaboración con otros departamentos de la Curia romana, para
expresar el amor de la Iglesia por la familia humana y preparar la emergencia
durante y después del proceso viral. En este libro el Papa escribe los
fundamentos de esa tarea.
La perenne posibilidad del
bien
La ensoñación o el ensueño suelen ser consideradas actitudes del
imaginario, ajenas a la realidad e incluso monstruosidades, como las concibió
Goya. La literatura y la pintura han expresado artísticamente esa realidad
humana y Calderón de la Barca construyó sobre ella su obra maestra.
En la tradición religiosa, el sueño tiene también un rico y milenario
tratamiento. En el relato bíblico, un pasaje emblemático muestra cómo los
sueños del faraón (Génesis, 41), son interpretados por José, inscribiéndose en
la historia de la salvación. En su carta Patris Corde, a partir de los sueños
donde Dios le revela sus designios a José, el esposo de María, Francisco
recuerda que en los pueblos antiguos ese es un modo con que la voluntad divina
es revelada a los hombres.
Para el cristianismo, la vida humana en el mundo es un sueño, en el
sentido de que no constituye un estado definitivo sino un pasaje a la
eternidad, que es la estancia última de la humanidad. La muerte, esa realidad
tan presente a lo largo de toda la pandemia, no es el fin sino el comienzo de
ese estatuto perenne, también caracterizado como un sueño en el que el espíritu
descansa para siempre de las trepidaciones terrenales. Los difuntos duermen el
somno pacis (el sueño de la paz).
En Soñemos juntos, el Papa se detiene en ese momento definitivo de la paz eterna como un punto de llegada a partir de los sueños como los anhelos más elevados de la condición humana. Nuestra existencia, la de todo hombre y toda mujer que viene a este mundo, solo es posible que adquiera su verdadero sentido en la medida de poder soñar un futuro mejor, y en ese sentido también, como en la literatura calderoniana, la vida es sueño. Los sueños son como la condición del progreso humano. Por eso el prólogo del libro lo termina el pontífice con esta invitación, que es un desafío: Atrevámonos a soñar.
La palabra del Papa nunca es apocalíptica, aunque en ocasiones su
lectura de la realidad suele ser muy crítica, precisamente para posibilitar su
mejora, su progreso hacia lo alto. Por el contrario, su talante es francamente
optimista y positivo, como lo es la buena nueva del Evangelio.
Para emerger de la tribulación del desaliento y de la impotencia,
Francisco enciende una luz, nos señala una posibilidad redentora que es el
camino de volver a creer que aunque el mal siempre estará presente, el bien es
también siempre un punto de llegada posible, porque la gracia nunca ha de
faltar; nos recuerda de algún modo que el sol sale todos los días, que sale hoy
y volverá a salir mañana, acariciándonos con su calor, que el mundo es siempre
una realidad donde la humanidad se cae una y otra vez, pero que siempre,
siempre, siempre, se vuelve a levantar.