"Vale
más una opción por la justicia que cien camiones de ceniza"
15.02.2021 Alejandro Fernández Barrajón
Religión Digital
"Comienza, para
quienes amamos la espiritualidad cristiana, es decir la austeridad y la
esperanza, el tiempo litúrgico de la Cuaresma"
"Es un tiempo muy
especial que nos limpia de tanto como nos sobra y nos estorba y hasta nos
perjudica"
"Os invito, pues, a
que nos pongamos en camino hacia la Vida con mayúscula. Es lo mejor que nos
puede ocurrir en la existencia aquí en este planeta llamado Tierra"
"¿No es verdad que
hay síntomas que nos recuerdan que el camino por donde vamos no es siempre el
camino de Dios?"
"He aquí la cuaresma
que empezamos. No es tiempo para darnos golpes de pecho, sino golpes de ánimo.
No es tiempo para andar cabizbajos sino más bien para calentar motores y
ponernos en camino"
15.02.2021 Alejandro
Fernández Barrajón
Este miércoles, 17 de
febrero, en plena pandemia, comienza, para quienes amamos la espiritualidad
cristiana, es decir la austeridad y la esperanza, el tiempo litúrgico de la
Cuaresma. Cuarenta días para renovarnos en nuestro interior, sobre todo, y
también en nuestras actitudes y relaciones.
Es un tiempo muy especial
que nos limpia de tanto como nos sobra y nos estorba y hasta nos perjudica. Es
un tiempo de gracia, en el sentido de encontrar la presencia vivificante del
Dios viviente, el Abba de Jesús de Nazaret. También podemos encontrarle como
mamá querida o amigo fiel o compañero inquebrantable de camino o esposo/esposa
tierno y cercano, o lo que es lo mismo, como Vida nuestra... Alguien que nos
cambia la vida en lo más profundo y nos hace felices como sólo El puede hacer
feliz
Os invito, pues, a que
nos pongamos en camino hacia la Vida con mayúscula. Es lo mejor que nos puede
ocurrir en la existencia aquí en este planeta llamado Tierra.
Un poeta contemporáneo ,
Miguel Ángel Mesa, bloguero aquí en Religión Digital y amigo, se ha preguntado si el Ayuno y la Abstinencia
son piezas arqueológicas.
Y él mismo responde así:
… Y si el ayuno y la
abstinencia tuvieran un sentido traducido a nuestros días.
... Y si hay algo más que
lo que ha quedado de cambio de carne por pescado.
...Y si para notar la
falta o echar de menos a alguien apago el móvil, un buen rato.
...Y si cuando llego a casa no conecto
inmediatamente la televisión.
... Y si, por un día,
“ayuno” de información indiscriminada a todas horas.
... Y si en mi lista de
compras de cada día suprimo algo innecesario y eso que me iba a costar lo
comparto con un pobre.
... Y si abro el
ordenador para ver los correos, mañana, y hoy le escribo una carta a mano –de
las de antes- a esa persona que está necesitando una palabra de consuelo.
... Y si me siento cinco
minutos a no hacer nada.
... Y si escucho
atentamente a mi hijo contándome lo que le ha pasado en el “cole”, como si no
tuviera ninguna otra cosa que hacer en el mundo.
... Y si dedico otros
cinco minutos más a pensar.
... Y si no me llevo el
coche al trabajo y me llevo un libro de formación religiosa al autobús.
... Y si “me abstengo” de
charlas de café en las que parece vamos arreglar el mundo.
... Y si me compro un ramo
de margaritas amarillas y admiro sin prisa lo bonitas que son.
... Y si antes de empezar
o de acabar el día, dedico un rato a la oración o a la meditación, dando
gracias a Dios porque soy yo y estoy aquí.
... Y si, verdaderamente,
el ayuno y la abstinencia fueran algo más que un par de “piezas arqueológicas”
como las que se exponen en los museos, que nos recuerdan valores y formas
pasadas.
...Y si, resulta, que
tienen una significación para el mundo de hoy, en el que estamos saciados de
todo y nos viene bien echar de menos -¿qué... la carne, el pescado, un poco de
dieta?-, no, echar de menos el cariño y el amor que necesitamos todos y no
acabamos de compartirlo.
... Y si, después de unos
días (40 pueden ser, eso dura la Cuaresma) de esta nueva forma de “ayuno y
abstinencia” nos encontramos más ágiles, menos estresados, más contentos,
además de confiados y atentos a nuestro interior y al de los demás... ¿será
algo así el inicio de un camino de conversión? Estamos llamados a convertirnos
en personas felices, que es lo que Dios quiere. ¡Ojalá el ayuno y la
abstinencia nos ayuden a descubrir quiénes somos y creer en el milagro de que
podemos ser felices si nos lo proponemos¡
No puedo estar más de
acuerdo con Miguel Ángel Mesa, mi amigo;
y creo que me voy a tomar en serio sus consejos en esta Cuaresma. Donde él
habla de hijo yo voy a poner madre, y listo.
Otra vez, un año más, la
Cuaresma nos sale al encuentro y nos invita a comenzar un camino nuevo. ¿Un camino nuevo o el mismo del pasado año?
Si no dejamos que la
Cuaresma, cada año, nos cambie la vida, somos como el árbol del camino que
nadie poda, cada día más viejo, hasta que el rigor del invierno le deje sin
hojas para siempre. Necesitamos la poda de Dios cada año que haga surgir en
nosotros la savia nueva de la vida, de la fe, de la esperanza. Es tiempo de
poda. Estamos aquí como pobre ceniza para ser de nuevo encendidos por las
áscuas del Espíritu.
Cuaresma ha de ser cambio
en nuestra vida o no es nada, simple ceniza que se lleva el viento. Desde la
Palabra de Dios nos gritan apasionados los profetas; desde los acontecimientos
de la vida oímos el grito incesante que nos invita a no cruzarnos de brazos;
desde el fondo del corazón oímos la denuncia siempre hiriente que nos invita a
vencer la monotonía y a declararle la guerra a la vulgaridad, al vacío, al
hastío...
Este año caerá, una vez
más, el polvo sobre nuestras cabezas, ojalá logremos que sea "polvo
enmarado"
Pero un año y otro nos
hacemos sordos a tantos gritos y decimos como el poeta Lope de Vega: “Mañana le
abriremos, para lo mismo responder mañana”.
¿No es verdad que hay
síntomas que nos recuerdan que el camino por donde vamos no es siempre el
camino de Dios? En realidad parece que Dios no nos hace demasiada falta; los
problemas de cada día se solucionan más bien con salud, dinero y trabajo. Y a
Dios lo tenemos encerrado en alguna que otra oración, en alguna misa de vez en
cuando, y en la iglesia que para eso está. Y lo sentimos cada vez más lejano,
cada día más extraño, hasta acostumbrarnos a vivir sin Él. Como tantos hijos
hacen con sus padres en la ancianidad. Tal vez Dios es ya un anciano achacoso y
por eso lo hemos metido en el asilo del olvido. Eso sí, lo visitamos de vez en
cuando para que luego no digan...
Pero Él, una y otra vez,
nos convoca y nos llama, desde el fondo del propio corazón. Porque cuantas más
cosas tenemos, más grande se hace la distancia que nos aleja del verdadero
sentido de la vida. ¿Somos hombres y mujeres para tener o más bien para ser?
La felicidad no está
enlatada en los supermercados del barrio; más bien es una tarea, una conquista
del alma, que hemos de emprender cada día. Y Dios tiene mucho que ver con la
felicidad. Nos ha entregado a su Hijo para que veamos claro el camino, para que
descubramos la verdad y saboreemos la vida. Este es el reto que tenemos delante
en esta cuaresma de Pandemia. Vivir para ser, creer para avanzar, amar para
descubrir a Dios en los quehaceres de nuestra propia existencia, cuidarnos para
cuidar a los otros.
Está muy bien rociarnos
de ceniza como símbolo de pequeñez y humildad; pero vale más un gesto de perdón
a quien me ha ofendido que diez camiones de ceniza.
Está muy bien una limosna
en tiempo de cuaresma como signo de caridad y de conversión, pero vale más un
compromiso de luchar por la justicia, una actitud desprendida y en lucha
constante contra el consumismo inútil, que mil limosnas de lo que nos sobra.
Está bien ayunar de vez
en cuando, como manda la iglesia, para sentirnos solidarios con los pobres y
descubrir el sacrificio de los que ayunan todos los días por obligación, pero
vale más ayunar de egoísmos, de odios, de avaricias, de mentiras, de
zancadillas y de indiferencia que dejar de comer cuatro filetes de carne los
viernes cuaresmales.
Está bien encender una
vela como signo de oración al Dios que es luz de los hombres, pero vale más
encender una sonrisa, una palabra de ánimo, una mano tendida a un enfermo, un
saludo cariñoso al vecino al que no tragamos, que mil velones ante el sagrario.
Porque el sagrario más
hermoso de Dios son sus hijos, los hombres. La limosna más generosa, el amor
que ponemos en lo que hacemos. El ayuno más austero, la lucha contra el pecado
Y la oración más auténtica la celebración gozosa de la Eucaristía, cada
domingo, donde Dios se reparte y se comparte para todo el que quiera sentir su
presencia y su ternura. En la iglesia, con todos los creyentes, en familia;
Dios, el padrazo, disfruta contemplando a todos sus hijos reunidos y en fiesta.
Nos vamos sintiendo redimidos a medida que amamos.
He aquí la cuaresma que
empezamos. No es tiempo para darnos golpes de pecho, sino golpes de ánimo. No
es tiempo para andar cabizbajos sino más bien para calentar motores y ponernos
en camino. No es tiempo para la tristeza, que sabemos muy bien que Dios anda
entre nosotros, que nos ha regalado a su hijo, y esto hay que celebrarlo.
Estábamos perdidos y Dios
nos ha encontrado a través de su hijo querido.
Góngora nos lo dice
hermosamente:
Oveja
perdida, ven
Sobre
mis hombros, que hoy
No
sólo tu pastor soy,
Sino
tu pasto también.
Por
descubrirte mejor
Cuando
balabas perdida,
Dejé
en un árbol la vida,
Donde
me subió el amor;
Si
prenda quieres mayor
Mis
obras hoy te la den.
Oveja
perdida, ven
Sobre
mis hombros, que hoy
No
sólo tu pastor soy,
Sino
tu pasto también.
Pasto
al fin hoy tuyo hecho,
¿cuál
dará mayor asombro,
o
el traerte yo en el hombro,
o
el traerme tú en el pecho?
Prendas
son de amor estrecho
Que
aún los más ciegos las ven.
Oveja
perdida, ven
Sobre
mis hombros, que hoy
No
sólo tu pastor soy,
Sino
tu pasto también.