La brutal violación a la monja Dianna Ortiz en 1989 que destapó el apoyo de EE.UU. a los regímenes militares en Guatemala
Parte 2/2
27 febrero 2021
Fueron más de 100 quemaduras de cigarrillo las que quedaron en su espalda.
Desacreditada
Las
secuelas de su secuestro no solo le dejaron huellas en su cuerpo y la necesidad
de recibir ayuda psicológica.
También tuvo que practicarse un aborto dado que quedó embarazada por las violaciones.
"Sentí que no tenía elección. Si hubiera tenido que dejar crecer dentro de mí lo que los torturadores me dejaron, me habría muerto", dijo Ortiz años después a la fundación Robert Kennedy, que promueve los derechos humanos.
En
aquellos meses, diferentes teorías surgían desde Guatemala para desacreditarla.
Y en Estados Unidos tampoco recibió el apoyo que ella esperaba para esclarecer su caso. Una investigación del Departamento de Justicia se cerró por falta de pruebas.
"Ella en ese momento se sintió decepcionada, traicionada e indignada. Todo al mismo tiempo", cuenta Pat Davis.
Pero Ortiz no se rindió y en Washington se dedicó a ayudar a las víctimas de la violencia amparada por el Estado y a la campaña por la desclasificación de documentos que exponían la relación de Estados Unidos con la violación de derechos humanos en Guatemala.
Como parte de una demanda en 1991 contra el ministro de Defensa guatemalteco Héctor Gramajo, el juez concluyó que Ortiz había sido víctima de una "indiscriminada campaña de terror" que afectó a miles de civiles.
La comisión de la verdad creada por la ONU como parte del acuerdo de paz que en 1996 puso fin a 36 años de guerra civil confirmó que la CIA (la agencia de inteligencia de Estados Unidos) y otras "estructuras" del gobierno estadounidense dieron apoyo directo e indirecto a "operaciones de Estado ilegales".
"Mantener los privilegios"
La
conmoción que causó su caso en Guatemala sirvió para que se prestara atención a
las violaciones de derechos humanos en ese país.
Así
lo explica a BBC Mundo el director de la Oficina de Derechos Humanos del
Arzobispado de Guatemala, Nery Rodenas, quien sostiene que el episodio de Ortiz
caló hondo en la conciencia de muchos ciudadanos.
Y
destaca que la lucha de la monja católica por terminar con la impunidad en los
crímenes durante la guerra civil y el conflicto armado (1960-1996) fue algo
"histórico" para la defensa de los derechos humanos en Guatemala.
"Se
confirmó que pese a la llegada de gobiernos elegidos en las urnas, seguían
operando grupos clandestinos como los escuadrones de la muerte y que algunos
tenían relación con Estados Unidos", afirma.
Rodenas
explica que en aquel momento estas organizaciones armadas tenían en la mira a líderes
indígenas, guerrilleros y otros miembros de izquierda.
"El
objetivo era mantener los privilegios, no solo de élites empresariales y
políticas, sino también de las jerarquías militares", indica.
Dibujo del secuestro, imagen de hemeroteca Prensa Libre |
Perdón a Guatemala
Durante
la década de los 90, la administración del presidente Bill Clinton desclasificó
alrededor de 20.000 documentos con información sobre el papel de Washington en
asuntos internos de Guatemala desde 1954, cuando se produjo la invasión que
precipitó la caída del presidente Jacobo Árbenz.
En
1999, Clinton pidió disculpas a Guatemala y afirmó que "el apoyo a las
fuerzas militares y las unidades de inteligencia que participaron en la
violencia y la represión generalizada fue incorrecto, y Estados Unidos no debe
repetir ese error".
Más
de 250.000 personas fallecieron durante el conflicto en el país centroamericano,
la mayoría a manos de los militares, de acuerdo a las comisiones que
investigaron los delitos en ese periodo.
Tanto
Rodenas como Davis coinciden en que aquella masiva desclasificación de
documentos (aunque muchos de ellos estaban tachados) y las disculpas de Clinton
se produjeron gracias al trabajo incansable de Ortiz y de otras personas que
sufrieron violencia estatal.
En
Estados Unidos, Ortiz hizo una larga huelga de hambre, participó en vigilias y
trabajó con diferentes organizaciones civiles que se dedicaban a luchar contra
la impunidad en Guatemala y a apoyar a las víctimas.
Incluso
retornó a Centroamérica dos veces y tuvo que revivir su pesadilla en la
reconstrucción de su secuestro.
En
1996, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos recomendó al Estado
guatemalteco que pagara una compensación "adecuada y justa por los daños
causados" a la monja, algo que no sucedió.
En
la última etapa de su vida, Ortiz trabajó en el movimiento católico Pax
Christi, pero no se alejó de las organizaciones de apoyo a víctimas de tortura.
"Dianna
era increíblemente fuerte, con un alto sentido moral y un fuerte carácter, al
mismo tiempo que era muy generosa con los demás", recuerda Pat Davis.
Falleció
por cáncer el 19 de febrero.