La noche (Salmo 21)
Rafael Prieto
¿Por
qué, Dios mío, me has abandonado,
ahora,
cuando más te necesito?
¿Por
qué no oyes mi súplica, mi grito,
y
me dejas aquí crucificado?
¿Eres
sordo o es que duermes olvidado?
¿Tengo
que ensayar nueva magia o rito,
como
aquellos profetas del maldito
Baal, para que atiendas mis cuidados?
Y
esta cruz se prolonga eternamente
en
los crucificados de la historia.
Tú
permites que muera el inocente,
que
el violento se lleve la victoria.
Perdóname,
Señor, que nada entiendo,
la
gran noche llegó y me está envolviendo.
Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por
qué me has abandonado, Dios mío,
y
me dejas en esta cruz horrenda?
¿Por
qué no mandas a tus santos ángeles
para
arrancar los clavos que a ella me sujetan?
¿Por
qué me dejaste solo?
¿Por
qué te callas ahora y no contestas?
¿Por
qué no me das un poco de tu luz y tu consuelo?
¿No
eras tú mi única defensa?
Dios
mío, ¿por qué me estás abandonando,
cada
día, en cada rincón de la tierra?
¿Por
qué permites que me crucifiquen
que
millones y millones de veces muera?
¿Ese
silencio no te hace culpable?
¿O
es que tengo que dudar de tu existencia?
Dios
mío, estoy delirando. No sé lo que digo.
Perdona
mis dudas y blasfemias.
No
entiendo nada. Es la noche
Y
me envuelven las tinieblas.
Pero
tú sabes que te amo. Padre mío,
Un
amor hecho obediencia.
Yo
no sé, pero te amo.
Si.
Acepto tu razón secreta.
Yo
no sé, pero algo tuyo muere con nosotros,
son
tuyas también las muertes nuestras.
Confío,
Padre. Lo grito y lo proclamo
desde
esta cruz sangrienta.
Confío.
Siempre he confiado.
Pongo
mi espíritu en tus manos, que me esperan.
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