Jesús
(Jesús no era manso)
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Dicen que Jesús de Nazaret era humilde y manso.
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Dicen que, además de ser hombre justo
y recto, era también débil y, a menudo,
confundido por el fuerte y el poderoso; y que
en cuanto se paraba ante hombres de
autoridad,
parecía un cordero ante leones.
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Más yo digo que Jesús tenía autoridad sobre
todos los hombres, que era consciente de su
poder,
el cual pregonó entre las colinas de
Galilea y en las ciudades de Israel y
Fenicia.
- ¿Qué humano, dócil y temeroso, podría
decir: Yo soy la vida y soy el camino de la
verdad?
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¿Qué mortal, manso y humilde, podría decir:
Estoy en Dios, nuestro Padre, así como él
está
en mí?
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¿Quién, inconsciente de su propia fuerza, osaría
decir : Aquel que no cree en mí no cree en
esta
vida ni en la eterna?
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¿Qué hombre, incierto del mañana, proclamaría:
Primero desaparecerá vuestro mundo y de él no
quedarán más que cenizas, antes que mis
palabras
desaparezcan?
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¿Dudaba de sí mismo cuando dijo a los que intentaron
capturarlo en sus redes, a causa de una
prostituta: El
que de vosotros esté sin pecado, arroje
contra ella
la primera piedra?
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¿Temía a la autoridad cuando expulsó a los mercaderes
del templo, a pesar de la licencia de los
sacerdotes?
- ¿Tenía sus alas cortadas cuando gritó en alta
voz: Mi
reino está por encima de vuestro reino de la
tierra?
- ¿Buscaba ayuda con sus palabras, cuando
repitió una
y mil veces: Destruid este templo y lo
reconstruiré en
tres días?
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¿Era cobarde aquel que levantaba sus manos al rostro
de las autoridades, llamándolos: Mentirosos,
bajos,
sucios y degenerados?
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¿Podrá tomarse por dócil y humilde a un hombre lo
suficientemente audaz para decir semejantes
cosas
ante los gobernadores de Judea?
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No. El águila no fabrica su nido en el sauce. Y el león
no busca su madriguera entre los helechos.
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Me siento enfermo, mis entrañas se crispan y rebelan
cuando oigo a los débiles de corazón llamar a
Jesús
humilde y manso, pretendiendo justificar su
propia
mezquindad; y cuando estos oprimidos, por
consolarse
y sentirse sus iguales, hablan de Jesús como
de un
gusano que brillase a su lado.
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Sí. Tales hombres enferman mi corazón. A quien yo
predico es al poderoso cazador y a su
espíritu, indomable
como la montaña.
Palabras
para el silencio