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6 de marzo de 2021

Palabras para el silencio

 

Jesús (Jesús no era manso)

Martín Irure 



- Dicen que Jesús de Nazaret era humilde y manso.

 

- Dicen que, además de ser hombre justo

  y recto, era también débil y, a menudo,

  confundido por el fuerte y el poderoso; y que

  en cuanto se paraba ante hombres de autoridad,

  parecía un cordero ante leones.

 

- Más yo digo que Jesús tenía autoridad sobre

  todos los hombres, que era consciente de su

  poder,  el cual pregonó entre las colinas de

  Galilea y en las ciudades de Israel y Fenicia.

 

-  ¿Qué humano, dócil y temeroso, podría

  decir: Yo soy la vida y soy el camino de la

  verdad?

 

- ¿Qué mortal, manso y humilde, podría decir:

  Estoy en Dios, nuestro Padre, así como él está

  en mí?

 

- ¿Quién, inconsciente de su propia fuerza, osaría

  decir : Aquel que no cree en mí no cree en esta

  vida ni en la eterna?

 

- ¿Qué hombre, incierto del mañana, proclamaría:

  Primero desaparecerá vuestro mundo y de él no

  quedarán más que cenizas, antes que mis palabras

  desaparezcan?

 

- ¿Dudaba de sí mismo cuando dijo a los que intentaron

  capturarlo en sus redes, a causa de una prostituta: El

  que de vosotros esté sin pecado, arroje contra ella

  la primera piedra?

 

- ¿Temía a la autoridad cuando expulsó a los mercaderes

  del templo, a pesar de la licencia de los sacerdotes?

 

-  ¿Tenía sus alas cortadas cuando gritó en alta voz: Mi

   reino está por encima de vuestro reino de la tierra?

 

-  ¿Buscaba ayuda con sus palabras, cuando repitió una

   y mil veces: Destruid este templo y lo reconstruiré en

   tres días?

 

- ¿Era cobarde aquel que levantaba sus manos al rostro

  de las autoridades, llamándolos: Mentirosos, bajos,

  sucios y degenerados?

 

- ¿Podrá tomarse por dócil y humilde a un hombre lo

  suficientemente audaz para decir semejantes cosas

  ante los gobernadores de Judea?

 

- No. El águila no fabrica su nido en el sauce. Y el león

  no busca su madriguera entre los helechos.

 

- Me siento enfermo, mis entrañas se crispan y rebelan

  cuando oigo a los débiles de corazón llamar a Jesús

  humilde y manso, pretendiendo justificar su propia

  mezquindad; y cuando estos oprimidos, por consolarse

  y sentirse sus iguales, hablan de Jesús como de un

  gusano que brillase a su lado.

 

- Sí. Tales hombres enferman mi corazón. A quien yo

  predico es al poderoso cazador y a su espíritu, indomable

  como la montaña.

 

Palabras para el silencio