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30 de abril de 2021

Biografía

 Aportes de monseñor Gerardi para una Iglesia “en salida”


El laico debe desprenderse de la sotana del cura y actuar maduramente en la vida social (Monseñor Gerardi, Voces del Tiempo, No. 13, p. 79) La entrevista de la que recortamos la cita que introduce esta reflexión estaba centrada en la Iglesia y más específicamente en los laicos y laicas. Nos parece que la opinión de monseñor Gerardi sobre este tema es iluminadora no solamente para comprender la situación en el año 1995, sino también para los desafíos que enfrenta la Iglesia de Guatemala en la actualidad. Él reconoció un cambio favorable en la situación de los laicos, hombres y mujeres, en cuanto a su participación activa en la vida eclesial: tenemos ahora, dijo, laicos comprometidos. Esto ha abierto una “panorámica alentadora” (art. cit., p. 75). Pero añadió –y ahí es donde aparece su talento como analista crítico- “no tenemos todavía un laicado maduro”. Es todavía un laicado adolescente, necesitado de una formación más sólida.

Le corresponde dar otros pasos más en su emancipación: debe “desprenderse de la sotana” del sacerdote que antes se atribuía el monopolio de todas las iniciativas en la esfera eclesial, situación que por desgracia todavía persiste en más de alguna parroquia. Es bueno retomar la sugerencia de nuestro obispo mártir de que el laicado comprometido crezca, se organice y confíe más en sus propios talentos. En la mencionada entrevista, él reconoce el trabajo valioso de los catequistas y delegados de la Palabra, especialmente en las zonas rurales, donde ya han dejado de ser los rezadores de antes y se han formado más en sesiones de estudio y talleres. Ya han comenzado a ser constructores de la comunidad. También en los movimientos apostólicos y carismáticos, hay quienes han reconocido su vocación de actuar como personas activas. Hombres y mujeres han entendido que urge abandonar el rol pasivo que asumieron durante tanto tiempo en una iglesia excesivamente predominada por el clero.

Entienden que deben ser corresponsables en la misión evangelizadora de todo el pueblo de Dios, no solo de sus pastores ex officio. Son, en palabras de monseñor Gerardi, “una promesa realmente alentadora”. A partir de este despertar del laicado, lo vemos actuar, por ejemplo, como agentes de evangelización y del ministerio extraordinario de la Eucaristía, como miembros del coro parroquial o como lectores y lectoras en la liturgia. Estas iniciativas válidas se ubican en el ámbito intra-eclesial. Revisten un carácter pasajero, como afirma el historiador Eduardo Hoornaert en un artículo reciente:1 “un paso entre el laicado totalmente pasivo y el laicado que la Iglesia misionera del Papa Francisco necesita”. Esta “Iglesia en salida” que el Papa Bergoglio quiere ver realizada, surgirá cuando en lugar de ser una institución centrada en sí misma “sale de sí misma, rumbo a las periferias existenciales”.

El sueño del Papa, de ver una “iglesia en salida” se convertirá en realidad cuando deje de ser una iglesia auto-referencial que tiende a amarrar dentro de sí a Jesús, el Mesías, y no lo permite salir. El Papa Francisco sueña con una Iglesia que se abra, salga de sí misma, haga opción por los últimos, y se convierta en una Iglesia “que anda por la calle”, “capaz de transformarlo todo”. De alguna manera, monseñor Gerardi se adelantó a este sueño de una Iglesia “en constante actitud de salida” (Evangelii Gaudium 27), cuando formuló el desafío a las personas laicas de volcarse hacia fuera, preocupándose por el problema de la pobreza, “un problema que a todos nos debe preocupar, también a la Iglesia, pero especialmente son los laicos quienes deben ir tomando conciencia para ir construyendo una cultura de solidaridad con los demás” (art. cit., p. 79).

Gerardi quería ver una Iglesia en la que los laicos y laicas “hicieran presencia en la política”, es decir, salieran de una espiritualidad intimista, para ir allá afuera, a sufrir con las personas y los grupos que sufren y a combatir, con ellos, la causa de estos sufrimientos. Gerardi practicó la espiritualidad de una “Iglesia en salida", antes de haber oído esta expresión. No se mantuvo encerrado en la comodidad de su casa parroquial. Salió a donde abundaban los problemas y los conflictos, para contribuir a encontrar soluciones. No es una salida fácil. Sabía muy bien que la lucha por una sociedad distinta conllevaba sus riesgos “pero la construcción del Reino de Dios tiene riesgos y sólo son sus constructores aquellos que tienen fuerza para enfrentarlos” (su discurso en la catedral, 24 de abril de 1998). También el Papa Francisco enfrenta riesgos al proponer una iglesia en salida, que busca líos. Y muchos prefieren la seguridad de quedarse en una Iglesia ensimismada.

Eduardo Hoornaert, en su trabajo ya citado, explica por qué la “Iglesia en salida” requiere un cambio de perfil en el sacerdote y un nuevo tipo de laico y laica. Es importante, dice, que el tipo de sacerdote que sólo se hace presente en la comunidad para celebrar misas y administrar sacramentos, sea substituido por el sacerdote cercano a los laicos y laicas, que promueva su formación y su protagonismo, que sepa escucharles e “intervenga de vez en cuando, como orientador y también como simple compañero”. El autor reconoce la dificultad de este cambio en los sacerdotes, porque ellos “también fueron formados en seminarios, para actuar en una Iglesia ‘auto-referencial’”. Ya se dijo que es válido el compromiso de laicos y laicas en tareas intra-eclesiales, pero es insuficiente. Tiene razón monseñor Gerardi cuando dice que, en la línea del Concilio Vaticano II, que aún sigue siendo la base principal para la necesaria reforma eclesial, la “secularidad es el elemento más importante de la espiritualidad del laico”.

La eclesiología “en salida” tendrá al menos el siguiente efecto altamente positivo. Acabará con la dicotomía estructural aún presente en la Iglesia, al dividir sus integrantes en categorías separadas: a) la de los clérigos, religiosos y religiosas, es decir, la de los especialistas “en las cosas de Dios” quienes por ello son considerados como la parte principal, de mayor poder y prestigio; y b) la categoría laical, que es considerada como de menor importancia, como cristianos y cristianas “de segunda”, cuyo principal tarea es obedecer y seguir el camino que les indica el clero. Este efecto da origen a una iglesia sin desniveles, donde las dos categorías desaparecerán como tales y donde podrán disfrutar de una amistad que sólo puede florecer donde haya igualdad.

Y da origen, entonces, a una Iglesia distinta que, practicando la colegialidad y la sinodalidad tan recomendadas por el Concilio Vaticano II y por Francisco, el actual Obispo de Roma, pueda estar presente en el mundo, especialmente entre las y los más pobres y descartados por los sistemas deshumanizantes y con ellas y ellos contribuir a la construcción del Reino de Dios. ¿Qué hacemos hoy, ante el grito que aún resuena de las 41 niñas quemadas hace menos de dos meses, símbolo del clamor de todo un pueblo que sufre por la pobreza y la desigualdad que acaban con su dignidad y con su vida misma? ¿Qué hacemos para crear las condiciones básicas para una vida digna y feliz de todos los hijos y todas las hijas de Dios? Monseñor Gerardi, junto con toda la nube de mártires, y el Papa Francisco, nos llaman a ser la Iglesia en salida que pueda ayudar a edificar, mediante pequeños proyectos y humildes recursos, a la sociedad y al mundo distintos que ellos han soñado.

Guatemala, 26 de abril de 2017, 19 aniversario del martirio de Monseñor Gerardi Escuela de Teología y Pastoral Monseñor Gerardi