PALABRAS A VOLEO
Martín Valmaseda
En nuestro tema semanal en el que echamos a voleo distintas palabras, para que quien quiera las piense, hoy se nos ha ocurrido soltar al viento una muy corriente pero que como se dice “tiene mucha miga” Ni siquiera comenzamos con su etimología simplemente proponemos la palabra que es DOMINGO.
Y
esa palabra la empezamos
con una aguda pregunta que
nos lanza y comenta nuestro amigo marianista Andrés Pérez,
que empieza cuestionándonos
¿QUÉ HEMOS HECHO DEL DOMINGO?
(la pregunta
va unida con el evangelio
del domingo III de Pascua
donde se escucha a Jesús
preguntando a su equipo:
¿Tenéis
algo qué comer?
A
los de Emaús, y a los discípulos, atormentados,
temerosos
o llenos de dudas, Jesús se les apareció para fortalecerles y abrirles los
ojos
en aquello que tanto insistió antes de su pasión y muerte: la resurrección.
Sus
visiones posteriores, especialmente en la fracción del pan, no pretendieron
otra
cosa
sino darles muestras de que Él era en persona. Que todo lo anunciado se
cumplía.
Que, aquel Señor que había compartido confidencias y paseos,
sufrimientos
y alegrías, se presentaba en medio ofreciéndoles lo que el mundo no
da:
paz.
Desde
entonces, cada domingo, para los cristianos –no solamente es el Día del
Señor-
es el momento en el que ponemos en paz todas las cosas: las de cada uno,
las
de los demás y las de todos con Dios. ¿Qué hemos hecho del domingo? Es una
interpelación
que debiera de marcar la conciencia de todo católico. De los que
venimos
a la Eucaristía y de aquellos que, por diversas razones, la han dejado.
¿Qué
hemos hecho con el Día del Señor?
2. - En una jornada que ya no está marcada por el descanso, la familia o el realizar algo extraordinario. Muchos, y con razón, comienzan la semana diciendo: “estoy más cansado que el viernes”. Y es que, desde diversas vertientes, se nos insta –consciente o inconscientemente- a ensalzar aspectos deportivos, de ocio o de simple holganza, en detrimento del valor sagrado. ¿A qué se debe? Ni más ni menos que hemos olvidado lo que ha sido motivación y algo sagrado de este séptimo día: además del descanso, el glorificar a Dios.
3.
– Sorprendía, no hace muchos días, una campaña lanzada por la Iglesia de
Norte-América: “Es hora de volver”. Con ello, a través de la televisión,
invitaban a los católicos alejados de la práctica dominical, a volver a la casa
del Señor. A la Eucaristía. A la escucha de la Palabra.
Tal
vez estamos en un momento, muy apropiado, para insistir en los nuestros, en
nuestras familias, a nuestros hijos o vecinos sobre una realidad: para que el
Señor aparezca en nuestra vida cotidiana, tenemos que sentarnos de nuevo a
escuchar su Palabra. Reconquistar el sentido cristiano del Domingo. Dejar a un
lado (o combinarlas con la fe) ciertas actividades que entorpecen o ensombrecen
lo más genuino de este día: la referencia a Dios. El Domingo, bien vivido y
celebrado, es una posibilidad para encontrarnos frente a frente con el
resucitado. Es un cauce para hallar la paz interior y exterior. Es motivo de
fiesta y de alegría. De cantar y expresar lo que la Pascua fluye por sus cuatro
costados: la presencia de Jesucristo muerto y resucitado. ¡Paz a vosotros!