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24 de abril de 2021

Palabras para el Silencio

 

Secreto (El secreto de Dios)



 Martín Irure

Yo soy tu Padre, dice Dios, el del

Padre nuestro que estás en el cielo.

Mi hijo se lo ha dicho a los hombres:

que yo soy su Padre.

 

El que es padre es padre ante todo

y el que una vez ha sido padre ya no

puede ser nunca más que padre.

 

De modo que los hombres son los

hermanos de mi Hijo, mis hijos. Y yo

soy su Padre.

 

Bien sabía mi Hijo Jesús lo que hacía

al enseñarles a rezar así. Bien sabía lo

que hacía él, que les amó tanto, que vivió

con ellos, como uno de ellos, que andaba

con ellos y hablaba como ellos, y sufría

como ellos y murió como ellos, y se trajo

al cielo un cierto sabor a tierra.

 

Dichoso el que se duerme en su cama

bajo la protección de esas palabras

que van por delante de toda oración,

como las manos del que reza van por

delante de su rostro, y me vencen a mí,

el invencible.

 

¿Cómo querrán que les juzgue yo ahora

después de eso? ¡Bien sabía mi Hijo Jesús

lo que había de hacer para atar los brazos

de mi justicia y desatar los de mi misericordia!

 

Así que ya no tengo más remedio que juzgar

a los hombres como juzga un padre a sus hijos.

Y… ya se sabe cómo juzgan los padres. Hay un

ejemplo bien conocido de  cómo juzgó un padre

al hijo pródigo que se marchó de casa y luego

volvió: el padre era el que más lloraba.

 

Lo que ha ido a contarles mi Hijo a los hombres,

lo que en realidad les ha revelado es:

 

       el secreto mismo de Dios,

       el secreto mismo del juicio.

 

Palabras para el silencio