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30 de abril de 2021

Palabras para el Silencio.

 

Confianza en Dios (salmo 21)

 Martín Irure


Dios mío, Dios mío,

¿por qué me has abandonado?

¿Por qué me fallas

en el momento preciso?

¿Por qué me has dejado tan solo?

¿Por qué te escondes

y te haces el sordo?

 

Yo recibí de mis padres

una fe inquebrantable,

y he sentido siempre

tu ternura y cercanía.

Tú eras mi seno

y mis pechos maternos

Tú eras la mano segura de mi padre.

Y yo era para ti un santuario,

yo era un cielo para ti.

 

Pero ahora no sé qué ha pasado.

Siento una angustia terrible.

Tú estas lejos, y no me oyes,

y no hay esperanza para mí.

Estoy en medio de la plaza,

todos me pitan y me insultan;

toros enormes vienen

derechos contra mí.

 

Estoy en medio de la selva,

solo, rodeado de leones que rugen,

hambrientos, contra mí.

Me siento como liebre

rodeada por una jauría de mastines:

son los hombres sin conciencia,

injustos,

que luchan contra mí.

 

Y yo, ¿quién soy?

Soy apenas un muñeco,

una piltrafa de hombre,

soy un pobre, un gusano.

 

Estoy seco de tanto tragar saliva,

mi corazón late con fuerza inusitada,

me van a estallar las venas,

un sudor frío me empapa,

y no sé si es agua o sangre

lo que sudo,

o tal vez sean las dos cosas,

porque mi corazón y mis entrañas

se están derritiendo.

 

Un pelotón de soldados

me arrastra al paredón

y apuntan contra mí,

mientras oigo la risa

de mis contrarios,

que se sienten victoriosos,

dueños de todas mis bazas

y de las de mis amigos.

 

Pero Tú, Señor,

eres mi fuerza y mi victoria.

Tú puedes aún librarme

del tiro en la nuca

o por la espalda o en el corazón,

sí en el corazón,

mejor en el corazón….

Señor, ven corriendo a ayudarme.

 

Sí, El Señor estaba aquí,

y no me ha abandonado,

nunca me ha abandonado

Ya pasó todo.

¿No ven, hermanos míos,

que hoy es primavera,

y todos los campos están

llenos de espigas granadas,

entre margaritas y amapolas,

para siempre?

 

 

Palabras para el silencio

Confianza en Dios (salmo 21)

 

Dios mío, Dios mío,

¿por qué me has abandonado?

¿Por qué me fallas

en el momento preciso?

¿Por qué me has dejado tan solo?

¿Por qué te escondes

y te haces el sordo?

 

Yo recibí de mis padres

una fe inquebrantable,

y he sentido siempre

tu ternura y cercanía.

Tú eras mi seno

y mis pechos maternos

Tú eras la mano segura de mi padre.

Y yo era para ti un santuario,

yo era un cielo para ti.

 

Pero ahora no sé qué ha pasado.

Siento una angustia terrible.

Tú estas lejos, y no me oyes,

y no hay esperanza para mí.

Estoy en medio de la plaza,

todos me pitan y me insultan;

toros enormes vienen

derechos contra mí.

 

Estoy en medio de la selva,

solo, rodeado de leones que rugen,

hambrientos, contra mí.

Me siento como liebre

rodeada por una jauría de mastines:

son los hombres sin conciencia,

injustos,

que luchan contra mí.

 

Y yo, ¿quién soy?

Soy apenas un muñeco,

una piltrafa de hombre,

soy un pobre, un gusano.

 

Estoy seco de tanto tragar saliva,

mi corazón late con fuerza inusitada,

me van a estallar las venas,

un sudor frío me empapa,

y no sé si es agua o sangre

lo que sudo,

o tal vez sean las dos cosas,

porque mi corazón y mis entrañas

se están derritiendo.

 

Un pelotón de soldados

me arrastra al paredón

y apuntan contra mí,

mientras oigo la risa

de mis contrarios,

que se sienten victoriosos,

dueños de todas mis bazas

y de las de mis amigos.

 

Pero Tú, Señor,

eres mi fuerza y mi victoria.

Tú puedes aún librarme

del tiro en la nuca

o por la espalda o en el corazón,

sí en el corazón,

mejor en el corazón….

Señor, ven corriendo a ayudarme.

 

Sí, El Señor estaba aquí,

y no me ha abandonado,

nunca me ha abandonado

Ya pasó todo.

¿No ven, hermanos míos,

que hoy es primavera,

y todos los campos están

llenos de espigas granadas,

entre margaritas y amapolas,

para siempre?

 

Palabras para el silencio