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13 de mayo de 2021

El Evangelio y la reflexión de Antonio Pagola

 

             PROCLAMAD EL EVANGELIO



En aquel tiempo se apareció Jesús a los once y les dijo:

Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. A los que crean les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.

El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Ellos fueron a proclamar el evangelio por todas, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban (Marcos 16, 15 – 20).

 

CONFIANZA Y RESPONSABILIDAD

El Evangelio no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y desplazarse para alcanzar el <<mundo entero>> y llevar la Buena Noticia a todas las gentes, a <<toda la creación>>.

Pero, ¿cómo escucharlas hoy cuando nos vemos impotentes para retener a quienes abandonan nuestras iglesias porque no sienten ya necesidad de nuestra religión?

Lo primero es vivir desde la confianza absoluta en la acción de Dios. Nadie vive abandonado por Dios, aunque no haya oído nunca hablar del evangelio de Jesús.

Hemos de preguntarnos todavía algo más: ¿qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar, celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios en el interior de la cultura moderna?

¿No corremos el riesgo de convertirnos, con nuestra inercia e inmovilismo, en freno y obstáculo cultural para que el evangelio se encarne en la sociedad contemporánea?

 

LA MEJOR NOTICIA

 

Hacia el año 9 a.C, los pueblos de la provincia romana de Asia tomaron la decisión de cambiar el calendario. En adelante la historia de la humanidad no se contaría a partir de la fundación de Roma, sino a partir del nacimiento de Augusto. La razón era de peso. Él había sido <<Buena Noticia>> (euangelion) para todos, pues había traído la paz introduciendo en el mundo un orden nuevo. Augusto era el gran <<bienhechor>> y <<salvador>>.

Los cristianos comenzaron a proclamar un mensaje muy diferente: <<La Buena Noticia no es Augusto, sino Jesús>>. Y por eso, en su evangelio, el mandato final del Resucitado es este: <<Id al mundo entero y proclamad la Buena Noticia a toda la creación>>.

No es lo mismo exponer verdades cuyo contenido es teóricamente bueno para el mundo que hacer que la gente pueda experimentar a Jesús como algo <<nuevo>> y <<bueno>> en su propia vida.

No es difícil entender por qué la gente de Galilea siente a Jesús como <<Buena Noticia>>. Lo que él dice les hace bien: les quita el miedo a Dios, les hace sentir su misericordia, les ayuda a vivir comprendidos y perdonados por él. Toda su actuación introduce en la vida de las personas algo bueno: salud, perdón, verdad, fuerza interior, esperanza. ¡Es una suerte encontrarse con él!

 

CONFIAR EN EL EVANGELIO

 

El evangelista Mateo culmina su escrito poniendo en labios de Jesús una promesa destinada a alimentar para siempre la fe de sus seguidores: <<Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo>>. Jesús seguirá vivo en medio del mundo.

Esta fe nos lleva a confiar también hoy en la Iglesia. Hoy hay más hambre y violencia en el mundo, pero hay también más conciencia para hacerlo más humano. Hay muchos que no creen en religión alguna, pero creen en una vida más justa y digna para todos, que es, en definitiva, el gran deseo de Dios.

Esta confianza nos puede ayudar a vivir con paciencia y paz, sin caer en el fatalismo y sin desesperar del evangelio.

Hemos de sanear nuestras vidas eliminando aquello que nos vacía de esperanza. Cuando nos dejamos dominar por el desencanto, el pesimismo o la resignación, nos incapacitamos para transformar la vida y renovar la Iglesia.

La esperanza cristiana solo la conocen los que caminan tras los pasos de Jesús. Son ellos quienes pueden <<proclamar el evangelio a toda la creación>>.

 

RECUPERAR EL HORIZONTE

 

Nunca los seres humanos habíamos logrado un nivel tan elevado de bienestar, libertad, cultura, larga vida, tiempo libre, comunicaciones, intercambios, posibilidades de disfrute y diversión. Y, sin embargo, son pocos los que piensan que nos estamos acercando <<al paraíso en la tierra>>.

Son cada vez menos los que creen realmente en las promesas y soluciones de los partidos políticos. Un sentimiento de impotencia y desengaño parece atravesar el alma de las sociedades occidentales. Las nuevas generaciones están aprendiendo a vivir sin futuro, actuar sin proyectos, organizarse solo el presente. Y cada vez son más los que viven sin un mañana.

Y, sin embargo, el ser humano no puede vivir sin esperanza. Como dice Clemente de Alejandría, <<somos viajeros>> que siguen buscando algo que todavía no poseemos. Nuestra vida es siempre <<expectación>>. Y cuando la esperanza se apaga en nosotros, nos detenemos, ya no crecemos, nos empobrecemos, nos destruimos. Sin esperanza dejamos de ser humanos.

Solo quien tiene fe en un futuro mejor puede vivir intensamente el presente.

Para quien no espera nada al final, los logros, los gozos, los éxitos de la vida son tristes, porque se acaban.

Para quien cree que esta vida está secretamente abierta a la vida definitiva, los logros, los trabajos, los sufrimientos y gozos son anhelo y anuncio, búsqueda de la felicidad final.

 

PREGUSTAR EL CIELO

 

El cielo no se puede describir, pero lo podemos pregustar. No lo podemos alcanzar con nuestra mente, pero es difícil no desearlo.

Ir al cielo no es llegar a un lugar, sino entrar para siempre en el Misterio del amor de Dios. Por fin, Dios ya no será alguien oculto e inaccesible. Aunque nos parezca increíble, podremos conocer, tocar, gustar y disfrutar de su ser más íntimo, de su verdad más honda, de su bondad y belleza infinitas. Dios nos enamorará para siempre.

Esta comunión con Dios no será una experiencia individual. Jesús resucitado nos acompañará. Nadie va al Padre sino es por medio de Cristo. Solo conociendo y disfrutando del misterio encerrado en Cristo penetraremos en el misterio insondable de Dios. Cristo será nuestro <<cielo>>. Viéndole a él <<veremos>> a Dios.

No será Cristo el único mediador de nuestra felicidad eterna. Encendidos por el amor de Dios, cada uno de nosotros nos convertiremos a nuestra manera en <<cielo>> para los demás.

Gozaremos de su amor insondable gustándolo en el amor humano. El gozo de Dios se nos regalará encarnado en el placer humano.

Qué plenitud alcanzará en Dios la ternura, la comunión y el gozo del amor y la amistad que hemos conocido aquí. Con qué intensidad nos amaremos entonces quienes nos amamos ya tanto en la tierra. Pocas experiencias nos permiten pregustar mejor el destino último al que somos atraídos por Dios.

 

José Antonio Pagola