PENSAR
A DIOS NO SIRVE DE NADA; VIVIRLO SÍ
Fray Marcos
Mt 28,16-20
Es
verdad que la Biblia dice que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza,
pero, en realidad, es el hombre el que está fabricando a cada instante un Dios
a su medida. Es verdad que nunca podremos llegar a un concepto adecuado de lo
que es Dios, pero no es menos cierto que muchas ideas de Dios pueden y deben
ser superadas. Si ha cambiado nuestro conocimiento del mundo y del hombre, será
lógico que cambie nuestra idea de Dios. El Dios antropomórfico tiene que dejar
paso a un Dios-Espíritu, cada vez menos cosificado.
Decir que la Trinidad es un dogma, o un misterio, no hace más comprensible la formulación trinitaria. La verdad es que hoy no nos dice casi nada, y menos aún las explicaciones que se han dado a través de los siglos. Todas las teologías surgieron de una elaboración racional que siempre se hace desde una filosofía, determinada por un tiempo y una cultura. También la primitiva teología cristiana se desarrolló en el marco de una cultura y una filosofía, la griega. Pudo ser muy útil a través de la historia, pero no tenemos por qué atarnos a ella.
Cada
día se nos hace más difícil la comprensión del misterio, entre otras cosas
porque no sabemos qué querían decir los que elaboraron el dogma. Aplicar hoy a
las tres personas de la Trinidad la clásica definición de Boecio “individua
sustantia, racionalis naturae”, se antoja un poco ridículo. Aplicar a Dios la individualidad
y la racionalidad propia del hombre es ridículo. Dios no es un individuo, ni es
una sustancia ni es una naturaleza racional.
La
dificultad, para hablar de Dios como tres personas, la encontramos en el mismo
concepto de persona, que lejos de ser una constante a través de la historia, ha
experimentado sucesivos cambios de sentido. Desde el "prosopon"
griego, que era la máscara que se ponían en el teatro para que “resonara” la
voz; pasando a significar el personaje que se representaba; al final terminó
significando el individuo físico. El sentido moderno de persona, es el de yo
individual, conciencia subjetiva, es decir, el núcleo íntimo del ser humano.
En
la raíz del significado está la limitación. Existe la persona porque existe la
diferencia y la separación. Esto es imposible aplicárselo a Dios. En los
últimos años se está hablando del ámbito transpersonal. Creo que va a ser uno
de los temas más apasionantes de los próximos decenios. Si el hombre está
anhelando lo transpersonal, es ridículo seguir encasillando a Dios en un
concepto personal, que siempre supone la limitación del propio ser.
Siempre que nos atrevemos a decir “Dios” estamos expresando una idea, es decir, un ídolo. Ídolo no es solamente una escultura de dios. También es un ídolo cualquier concepto que le aplicamos. El ateo sincero está más cerca del verdadero Dios, que los teólogos que creen haberlo atrapado en conceptos. Dios no es nada que podemos nombrar. El “soy el que soy” del AT tiene más miga de lo que parece. Dios es solo verbo, pero un verbo que no se conjuga, porque no tiene tiempos ni modos. Dios ES un inmenso presente que lo llena todo.
Dios
no se identifica con la creación, pero tampoco es nada separado de ella. De la
misma manera que no podemos imaginar la Vida como algo separado del ser que
está vivo, no podemos imaginar lo divino separado de todo ser creado que, por
el mero hecho de existir, está traspasado de Dios. Tampoco podemos decir que
está donde actúa, porque tampoco puede actuar de una manera causal a semejanza
de las causas segundas. La acción de Dios no podemos percibirla por los
sentidos ni ser objeto de ciencia.
Jesús
dio un vuelco a la idea de Dios. No es el Dios de los buenos, de los religiosos
ni de los sabios. Es el Dios de los excluidos, de los enfermos, de los
irreligiosos inmorales y ateos. El evangelio nos dice: “las prostitutas y los
pecadores os llevan la delantera en el Reino de Dios”. El Dios de Jesús no
interesa porque no aporta nada a los “buenos”. En cambio, llena de esperanza a
los “malos”, que se sienten perdidos. "No tienen necesidad de médico los
sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos sino a los
pecadores"
Para
nosotros, es sobre todo la experiencia que Jesús tuvo de su Abba, lo que nos
debe orientar en nuestra búsqueda. Jesús no se propuso inventar una nueva
religión ni un nuevo Dios. Lo que intentó, con todas sus fuerzas, fue purificar
la idea de Dios que tenía el pueblo judío en su época. Ese esfuerzo le costó la
vida. Jesús en todo momento quiere dejar claro que su Dios es el mismo del AT.
Eso sí, tan purificado y limpio de adherencias idolátricas, que da la impresión
de ser una realidad completamente distinta.
La
forma en que Jesús habla de Dios se inspira en su experiencia personal.
Naturalmente esa vivencia no hubiera sido posible sin hacer suyo el bagaje
religioso heredado de la tradición bíblica. En ella se encuentran ya claros
chispazos de lo que iba ser la revelación de Jesús. La experiencia básica de
Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Descubrió que Dios lo era todo
para él y decidió corresponder siendo él mismo todo para los demás. Tomó
conciencia de la fidelidad de Dios y respondió siendo fiel a sí mismo. Al
llamar a Dios "Abba", Jesús abre un horizonte completamente nuevo en
las relaciones con el absoluto.
La
base de toda experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El modo
finito de ser uno mismo demuestra que no se da a sí mismo la existencia, por lo
tanto, es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible nuestra
existencia. El reconocimiento de nuestra limitación es el camino para llegar a
la experiencia de Dios. Él es el único verdadero y sólido fundamento sin el
cual, nada existe. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero
eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrar su centro.
Descubrir a Dios como fundamento es fuente de una insospechada humanidad.
Esta
idea de Dios supone un salto sobre la idea del AT. Allí Dios era el
Todopoderoso que hace un pacto al modo humano, y observa desde su atalaya a los
hombres para ver si cumplen o no su “Alianza”, y reacciona en consecuencia. Si
la cumplen, los ama y los premia, si no la cumplen, los reprueba y castiga. En
Jesús Dios actúa de modo muy diferente. Él es don absoluto e incondicional. Él
es agape y se da totalmente. Es el hombre el que tiene que reaccionar al
descubrir lo que Dios es para él. La fidelidad de Dios es lo primero y el
verdadero fundamento de una actitud humana.
Dios
no puede ser un "tú" en el mismo sentido que lo es otro ser humano.
Dios sería más bien la Realidad que posibilita el encuentro con un “tú”; es
decir, sería como ese “tú” ilimitado que se experimenta en todo encuentro humano
con el otro. Pero a Dios nunca se le puede experimentar directamente como tal
“tú”, sin el rodeo del encuentro con un “tú” humano. No se trata pues, de
evitar a toda costa el vocabulario teísta sino exponer con suficiente claridad
el carácter analógico de todo lenguaje sobre Dios.
Meditación
La
mejor pista nos la da Jesús: “yo y el Padre somos uno”.
Bien
entendido que esto lo dijo como ser humano.
Jesús
sigue siendo Jesús y Dios sigue siendo Dios,
pero
toda diferencia ha desaparecido.
Solo
si llego a descubrir lo que soy,
podré
llegar, no a conocer, sino a vivir lo que es Dios.
Fray
Marcos
Tomado de feadulta.com