NI
DE VENUS NI DE MARTE: CADA CEREBRO ES ÚNICO EN ESTA TIERRA
Written
by Ima Sanchís
Tengo 70 años. Soy británica. Nací en Essex y vivo en Birmingham. Estoy casada, tengo dos hijas y un nieto. Soy socialista liberal y pertenezco al movimiento de la igualdad de la mujer. La biología no tiene ningún papel central a la hora de diferenciar los cerebros masculinos de los femeninos.
Viejos estereotipos
Le pregunto a esta investigadora y catedrática de Neuroimagen Cognitiva de la Universidad de Aston (Birmingham) cómo es posible que en la época victoriana los científicos aseguraran que las mujeres no debían ir a la universidad porque eso podía dañar su sistema reproductivo. Y me explica que en el siglo XX las cosas no mejoraron, el cerebro femenino seguía considerándose demasiado pequeño y subdesarrollado, mal organizado e inepto para la ciencia. “Incluso a principios del siglo XXI en contra de lo que nos muestran las imágenes cerebrales, la neurobasura insiste en esa idea de que los cerebros femenino y masculino son diferentes”. En El género y nuestros cerebros (Galaxia Gutenberg), desmonta las falsedades sobre el llamado “cerebro femenino”. No existe nada que pueda definirse como cerebro masculino y cerebro femenino. Todos los cerebros son diferentes entre sí. Su cerebro es único.
¿No tiene género?
Hay tantas diferencias entre los dos cerebros masculinos o dos femeninos, como entre un cerebro femenino y otro masculino.
Pues llevamos siglos creyendo que eran diferentes.
Los neurólogos varones centraron sus investigaciones a partir de los roles sociales de mujeres y hombres. Los hombres eran líderes, científicos y exploradores; y las mujeres tenían una posición inferior. A partir de ahí buscaron formas de justificar qué era lo que hacía que los cerebros de las mujeres fueran inferiores.
¿Eso es lo que a usted le enseñaron?
En la facultad estudié que el cerebro masculino y femenino estaban organizados de forma distinta. No ha sido hasta el siglo XXI cuando nos hemos replanteado la pregunta.
Pero seguimos con eso de que las mujeres no sabemos leer mapas.
Sí, porque a finales del siglo XX se esforzaron mucho en hacer una especie de lista de la compra de características que distinguieran a hombres y mujeres, así que la historia siguió y se publicaron libros como “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus”.
Todo un superventas.
Es una idea firmemente arraigada en nuestra conciencia que ha recibido mucho apoyo de lo que parecen investigaciones muy serias. La ciencia se había marcado el objetivo de encontrar diferencias, pero cuando hemos tenido grandes corpus de datos cerebrales que comparar hemos visto que no había un argumento coherente, las diferencias se dan entre cerebros.
Aun así, la neuroimagen no varió la teoría de la diferencia.
Por el contrario, dio origen a la neurobasura, muy difundida por los medios de comunicación. En cuanto empezamos a tener esas imágenes preciosas del cerebro hubo una oleada de artículos y libros divulgativos en los que señalaban dónde está el punto de Dios o del chocolate. Libros y teorías muy accesibles y golosas.
Los primeros en dar la información fueron los propios científicos.
Los prejuicios están muy arraigados, pero algo que la neurociencia del siglo XXI está mostrando es la plasticidad cerebral: el cerebro cambia en función de para qué lo entrenamos y lo que sucede a nuestro alrededor.
Dicen que el cerebro masculino y el femenino empiezan a diferenciarse en el embrión.
Un embrión expuesto a grandes niveles de testosterona lo convierte en masculino. Hay quien afirma que esa química también afecta al cerebro, pero si nos fijamos en los cerebros de los recién nacidos pasa igual que con el de los adultos: no hay diferencias claras a excepción del tamaño, que es proporcional al cuerpo.
Que las mujeres se depriman más que los hombres y los hombres asesinen más que las mujeres ¿no tiene base biológica?
En mi trabajo hemos visto que los procesos relacionados con la autoestima son biológicos y culturales. Es una calle de doble dirección.
Cuénteme.
El 95% de los criminales agresivos son hombres, y eso tiene mucho que ver con cómo permite la sociedad a los individuos expresar su ira. La depresión es una forma de violencia que se vuelve contra uno mismo mientras que la agresión es la manifestación externa de la ira.
El porcentaje de hombres que padecen parkinson es arrollador.
Los hombres están más expuestos a toxinas y reciben más golpes en la cabeza por el tipo de deportes que practican. De nuevo se entrelazan biología y experiencias sociales.
¿Entonces son nuestras experiencias las que tienen género?
Sí, un mundo de géneros marcados crea cerebros con el género marcado, lo innato y lo adquirido son indisociables. Nuestros cerebros cambian a lo largo de nuestra vida y no solo en la etapa de crecimiento.
Eso es muy liberador.
Se afirmaba que la capacidad espacial se les da mal a las niñas hasta que se hizo un experimento: se puso a un grupo de niñas a jugar al Tetris durante tres meses y se comprobó cómo mejoraban sus capacidades cognitivoespaciales a medida que ganaban habilidad en el juego.
¿Se fomenta el sexismo desde la cuna?
Sí, sabemos que los recién nacidos responden de forma inmediata a los estímulos sociales y su vida está llena de estereotipos de género.
Las madres afirman que sus niños varones se lanzan a jugar con los coches.
…Y que las niñas inexplicablemente se lanzan al rosa y a querer ser princesas. Pero eso es lo que les rodea en el parvulario, los dibujos, los anuncios, las películas…
Tiene mala solución, entonces.
Es muy importante la información, que la gente sepa que sus habilidades van más allá de los estereotipos. Yo trabajo con colegios para promover a las mujeres en la ciencia en un mundo que no se enorgullece de sus científicas.
La mirada sobre las cosas es esencial.
Exacto,
por eso debemos mirar el cerebro de una manera distinta, solo así avanzaremos.
Tomado de La Vanguardia