Misionero
al estilo de Jesús
Josse
Van der Rest “el padre de las mediaguas”
Su
vocación religiosa se fraguo en plena segunda guerra mundial ante un Cristo
mutilado. Cuando terminó la guerra, estudió distintas cosas y entró a la
Compañía de Jesús. Paralelamente trabajó como obrero en unas minas de carbón,
donde se mandaba a los prisioneros nazis como castigo. En 1955, fue ordenado
sacerdote en Roma. Tres años después, en 1958, llegó a Chile el mismo día que
se fundó el Hogar de Cristo.
A
fines de los 60, con la vehemencia que lo caracterizaba, el Josse van der Rest
planteaba frases que interpelaban. Una de ellas era: "el problema no es la
casa, sino la tierra: con un pedazo de tierra el pobre es capaz de construir su
vivienda”. Se indignaba cuando la especulación de la tierra privaba en la
mayoría de nuestras ciudades a las familias pobres de un lote que, aunque
mínimo, les permitiría desarrollar su proceso habitacional en el tiempo y en la
medida de sus posibilidades.
Josse
tuvo que enfrentar muchas resistencias también dentro de la Iglesia. Él mismo
recuerda que: “El Nuncio de la época me retó porque yo trabajaba en
calzoncillos en las tomas de terreno. Decía que eso atentaba contra la dignidad
sacerdotal. Yo le replicaba: ¿Continúo haciendo cagaderos o uso sotana? Pero
déjame seguir con la explicación: el pobre que consigue tener un terreno urbano
sale de la pobreza, así de simple. Por eso mi mayor lucha es contra la
especulación urbana que asfixia a los pobres y genera segregación y exclusión”.
Lo
llamo “cisne negro” porque es alguien fuera de lo común, un ser excepcional. Yo
no creo en los ángeles, pero para mí él es lo que más se le acerca a la idea
que puede tener uno de un ángel. Me gustan su risa, su voluntad, la tremenda fe
que tenía. Me parece que es un ejemplo de vida”.
20.06.2021
| Jesús Herrero Estefanía
Josse Van der Rest“el padre de las mediaguas”, lo llamaron, por estar detrás de esas soluciones habitacionales y de la creación de Fundación Vivienda en el Hogar de Cristo. Por haber liderado “secuestros de terreno”, como decía él en su castellano enrevesado y lleno de garabatos que aprendió en tomas históricas y campamentos. Su preocupación siempre fue los pobres urbanos, aquellos que en las ciudades parecen "sobrar" porque ni siquiera se les quiere dar un pedazo de tierra donde instalar un albergue.
Nació
en 1924 en Bélgica en una familia rica y tuvo una educación acomodada con
profesores que llegaban a su propia casa. No asistía a misa y sólo iba a
retiros en Semana Santa.
Su
vocación religiosa se fraguo en plena segunda guerra mundial ante un Cristo mutilado.
Cuando terminó la guerra, estudió distintas cosas y entró a la Compañía de
Jesús. Paralelamente trabajó como obrero en unas minas de carbón, donde se
mandaba a los prisioneros nazis como castigo. En 1955, fue ordenado sacerdote
en Roma. Tres años después, en 1958, llegó a Chile el mismo día que se fundó el
Hogar de Cristo.
Admirador
del Padre Alberto Hurtado, su figura lo inspiró para hacer presencia en los
sectores más vulnerables. No sabía español, pero muy pronto, entre niños y
jóvenes marginales aprendió a hablar “chileno”. Rápido entraron a su jerga el
“hueón y los hueones”. Con varias anécdotas y también algunas amonestaciones,
recordaba que aún después de tantos años en Chile no distinguía cuando estos
términos resultaban normales o groseros.
En
Chile buscó vivir siempre con las personas más pobres. Así llegó al Zanjón de
la Aguada, luego a campamentos, como el Colo-Colo y poblaciones como La
Victoria. Su misión, decía, era hacer revolución social con el pueblo y además
aprender a ser chileno.
A
fines de los 60, con la vehemencia que lo caracterizaba, el Josse van der Rest
planteaba frases que interpelaban. Una de ellas era: "el problema no es la
casa, sino la tierra: con un pedazo de tierra el pobre es capaz de construir su
vivienda”. Se indignaba cuando la especulación de la tierra privaba en la
mayoría de nuestras ciudades a las familias pobres de un lote que, aunque
mínimo, les permitiría desarrollar su proceso habitacional en el tiempo y en la
medida de sus posibilidades.
De
esa épocaprocede la siguiente anécdota: “La especulación se combate robando el
terreno nomás, porque es imposible comprarlo. Así se hizo en Chile. Yo terminé
robándole terrenos del Arzobispado, al cardenal Silva Henríquez. Él me llamó y
me dijo: “¿Cómo, tú, un sacerdote que tiene que predicar el derecho de
propiedad le roba un terreno a su pastor?”. Josse recuerda cómo le pedía perdón
y le dijo: “Mira, van der Rest, no llores más, que aquí tengo otro terrenito en
Conchalí que te puedes robar”.
Nunca
estuvo conforme con las posturas que adoptaban muchos profesionales y
especialistas en temas de vivienda, quienes descalificaban las soluciones de
emergencia social porque no les parecían “dignas” pero, de paso, condenaban a
los pobres a seguir en la miseria por muchos años a la espera de esas
"casas dignas". A ellos los desafiaba a poner los pies en el barro,
conversar con los pobres en sus viviendas precarias, y tomar en cuenta que lo
que parece una mala vivienda desde su posición de profesionales acomodados
resulta ser "una solución realista y buena para el que nada tiene y
necesita un techo para pasar la próxima noche".
Josse
tuvo que enfrentar muchas resistencias también dentro de la Iglesia. Él mismo
recuerda que: “El Nuncio de la época me retó porque yo trabajaba en calzoncillos
en las tomas de terreno. Decía que eso atentaba contra la dignidad sacerdotal.
Yo le replicaba: ¿Continúo haciendo cagaderos o uso sotana? Pero déjame seguir
con la explicación: el pobre que consigue tener un terreno urbano sale de la
pobreza, así de simple. Por eso mi mayor lucha es contra la especulación urbana
que asfixia a los pobres y genera segregación y exclusión”.
Siempre
estuvo dispuesto a compartir su testimonio de vida de fe. Decía, por ejemplo,
que toda su vida he sido interreligioso, trabajo con mahometanos, hinduistas,
budistas, y nunca discutimos religión. Esas son huevadas que hacen los teólogos
cuando no tienen nada que hacer, se miran el ombligo y empiezan a discutir. Sé
que un día se van a unir 7 mil millones de personas que creen en el mismo Dios.
“¿Por qué se matan los mahometanos y los cristianos si creen en un mismo Dios?”
Una
de sus inquietudes era saber por qué Jesús prefería rodearse de personas
marginadas, a los que abandonan sus familias, a los que son borrachos y jamás
llegarán a ser presidentes de la República. “Eso es un misterio para mí muy
difícil de entender. La religión es todo un misterio. Además, nunca le leído un
texto inteligente sobre la resurrección de los muertos. ¿Usted conoce alguno?
Mire estoy viejo y desesperado por saber cómo será eso, pero nada, ningún
teólogo ha escrito bien sobre eso. Es un misterio”.
El
24 de julio de 2020, falleció el P. Josse van der Rest.
Poco
antes de su muerte, la cineasta Marcela Saidhizo un documental sobre Josse y
cuenta que: “Me impresionó su carisma y, un día, mi hermano Sergio me cuenta
que está trabajando con él en la Fundación Vivienda. Yo simplemente le dije que
me encantaría filmar a Josse, que me acordaba perfectamente de aquel cura de
ojos azules penetrantes y con acento extranjero que había conocido de
casualidad en la sede central del Hogar de Cristo. Lo llamo “cisne negro”
porque es alguien fuera de lo común, un ser excepcional. Yo no creo en los
ángeles, pero para mí él es lo que más se le acerca a la idea que puede tener
uno de un ángel. Me gustan su risa, su voluntad, la tremenda fe que tenía. Me
parece que es un ejemplo de vida”.
Tomado
de Religión Digital