Corpus Christi: Cuerpos abyectos, cuerpos
inadecuados
La
Iglesia celebra el día del Cuerpo de Cristo, la última de las fiestas del año
litúrgico, en la que culminan los motivos principales del Adviento y de la
Navidad, de Pascua y de Pentecostés.
Publiqué hace unos meses una Teología
de la Biblia, que se titulada título “La Palabra se hace Carne”. Estuve dudando
sobre el título y, en vez de “La Palabra se hace Carne” (Jn 1,14) quise ponerle
“La Palabra se hacer Cuerpo”, pero al fin me decidí por “carne”, no por
“cuerpo”, aunque puse en la portada a Juan y Pedro corriendo al sepulcro de
Jesús, buscando el Cuerpo de la Nueva humanidad”.
De ese Jesús, que es Cuerpo Mesiánico de la humanidad trata la
fiesta de este día (Corpus Christi), con las reflexiones que siguen. En ese
contexto, para entender el sentido del tema y de la fiesta, quiero presentar y
comentar dos libros que acaban de salir en castellano-
Uno se titula “cuerpos abyectos” (de excluidos, homosexuales y condenados), a quienes Jesús ha integrado en su cuerpo mesiánico. El otro se titula “cuerpos inadecuados” (insuficientes, manipulados y/o genéticamente mutados), tema que quiero situar a la luz del cuerpo pascual de Jesús.
03.06.2021
| Xabier Pikaza teólogo
INTRODUCCIÓN
BÍBLICA
El
ser humano es cuerpo, alma y espíritu.
‒
Para el AT, el hombre entero (varón y mujer) es basar (sarx y sôma, carne y
cuerpo). No “tiene”, sino que “es cuerpo/carne”, realidad biológica, con las
plantas y los animales, y así forma parte de una realidad frágil en la que todo
nace, pasa y muere, perdurando (renaciendo) en el proceso de la vida (cf. Sal
16, 9; Job 10 4). En ese contexto ofrece Jn 1, 14 definición más honda del
hombre como palabra hecha carne[1].
‒
El ser humano es nephesh y neshama, psyche y alma. La palabra más utilizada por
la Biblia es nephesh, en griego psyche, en latín ánima-alma, y en esa línea el
hombre es carne-cuerpo animado, no como alma espiritual, opuesta al cuerpo
(como en la antropología griega), sino como principio vital, en la línea de la “respiración” y sede de
deseos, sino a veces a la misma sangre, que es el “alma” animal (cf. Dt 12,
23)[2].
‒
El hombre esruah (pneuma, espíritu), esto es, respiración superior, y de esa
forma se vincula con la ruah de Dios, como he puesto de relieve en cap. 5 y 26.
En un sentido, ruah es el “aliento” vital (cf Qoh 3, 19-21), pero, en otro más
profundo, en el conjunto de la Biblia, el hombre es ruah porque se halla
inmerso en el aliento y vida del Dios (y del mundo), formando así parte de su
respiración, pues ruah es la fuerza creadora y engendradora, Dios como
presencia activa (acogedora) de misterio, en comunión con todo lo que existe.
El hombre vive, según eso, en tres
niveles…, como una historia de humanización que desemboca y culmina en la
redención (la transformación, la divinización, la liberación) del cuerpo, como dice Pablo.:
Sabemos que toda la creación gime
y sufre hasta este momento, como en dolores de parto. Pero no sólo ella, sino
también nosotros, que tenemos la primicia del Espíritu, gemimos por dentro,
esperando la filiación, la redención de nuestro cuerpo (sôma) (Rom 8, 22-23).
Sarx
y sôma, carne y cuerpo
(1)
El hombre es Sarx, en debilidad, pero, en contra de las tendencias gnósticas, la
“carne” no es mala, sino impulso y camino de vida que se abre a la comunicación
más honda del amor, de la comunión entre los hombres y mujeres.
(2)
La Sarx o carne del hombre está al servicio del Sôma, es decir, de la identidad
personal, como comunión de persona. En esa línea, San Pablo y sus sucesores,
hablan de la “comunión del cuerpo de Cristo”, esto es, del cuerpo como
principio de comunicación, como diálogo de vida y amor, como esperanza de
resurrección. En ese contexto se sitúa
la gran formulación sobre la unidad teológica (divina y humana) de la iglesia:
«Esforzaos por guardar la unidad del Espíritu, en el vínculo de la paz. Hay un
sólo cuerpo y un Espíritu, como es una la esperanza de vuestra vocación, a la
que habéis sido llamados. Hay un Señor, una fe, un sólo bautismo. Hay un Dios
que es Padre de todos» (Ef 4, 3-6). La unidad de Dios Padre y la Unidad del
Señor Jesús (expresada en fe y bautismo) se convierte por medio del Espíritu en
unidad del cuerpo, es decir, en comunión de Iglesia.
(3)
Dios se ha hecho “carne” para que todos nosotros seamos un cuerpo.En esa línea,
la novedad del cristianismo está en la afirmación del “cuerpo de Cristo” (sôma
tou Kristou) La unión de los cristianos no es una unidad espiritualista, hecha
sólo de pensamientos y oraciones, sino de tipo corporal, sino de tipo corporal.
Según eso, cada uno vivimos y somos en el otros. No hay cristianismo solitario.
Una carne que se cierra en sí misma y no se abre en amor (en comunión de vida)
a los otros no es carne cristiana, n i es principio de resurrección.
Según eso, la verdad del mesianismo
cristiano se expresa en la “unidad corporal” de los creyentes, una forma de
unidad que se expresa y realiza, de un modo especial, a través de la comida
compartida, por medio del pan que así aparece como auténtico “sôma” de Cristo,
en todas las tradiciones eucarísticas (cf. Mc 14, 22; Mt 26, 26; 1 Cor 1, 24 y
Lc 22, 19). El signo de Jesús es el pan compartido, no el alimento de las
purificaciones y los ázimos rituales (que comen separados los buenos judíos),
sino el pan de cada día, que el mismo Jesús comía con los pecadores y la gente
del pueblo. Jesús no vino a crear una sociedad abstracta. Al contrario, él
viene a presentarse como cuerpo, esto es, como vida expandida, sentida,
compartida. El evangelio nos sitúa de esta forma en el nivel de la corporalidad
cercana, que la mujer del vaso de alabastro (cf. Mc 14, 3-9) había expresado en
forma de perfume y que Jesús ofrece como pan (comida). Sin comunión personal
(de cuerpo y sangre) no existe eucaristía.
CUERPOS
ABYECTOS
En
este contexto de la fiesta del “Cuerpo de Cristo” quiero poner de relieve el
hecho de que Cristo (Palabra de Dios, Hijo eterno del eterno Padre) no
solamente se ha “encarnado” como dice Jn 1, 14 (se ha hecho carne en general),
sino que ha tomado un cuerpo/carne de “siervo” (doulou), es decir, de esclavo
como ha puesto de relieve con enorme precisión el himno de los Filipenses: Un
cuerpo ultrajado, despreciado, torturado, mofado.
Ésta es la tesis básica de este
libro: El cristianismo se centra en la capacidad de “hacer cuerpo” (comunión de
vida) partiendo de los expulsados de la vida. La iglesia no un “cuerpo militar”
de soldados, ni una sociedad de perfectos… sino una comunión de vida en la que
son acogidos en primer lugar los expulsados, los “malditos”, los sexual y
socialmente distintos, los pobres de diverso tipo.
Tomado
de Religión Digital