El cáliz que bendecimos (salmo 115)
Rafael Prieto
Comulgar con la sangre de Cristo,
amigos de sangre,
amigos en la sangre,
que se mezcla y es común,
consanguíneos, como hermanos;
amigos hasta la sangre,
hasta darla,
la vida por el amigo.
Comulgamos con la sangre de Cristo,
con el riesgo de su Espíritu,
con el fuego de su amor,
con los sentimientos de su corazón;
unidos por la sangre,
la savia divina.
Comulgar con la sangre de Cristo
es comulgar con la sangre del hombre,
vertida en todos los altares del mundo,
en todos los surcos de la tierra;
en los campos de batalla y en las calles del terror,
en las cárceles y en los templos de Satanás,
en las carreteras y en los hospitales,
un cáliz enorme, que desborda,
cáliz de maldición y de bendición.
Comulgar con la sangre del hombre,
asumir la causa de los mártires,
denunciar las injusticias asesinas,
aliviar las profundas heridas,
hacer eucaristía con el dolor de todos los hombres.
Un solo cáliz en el altar, grande como el mundo,
con la sangre de Cristo, inocente,
con la sangre de todas las víctimas,
e invocaré el nombre del Señor.
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