Un santo para cada día: 8 de julio
Sta. Priscila (Ejemplo de
hospitalidad cristiana)
La casa de Priscila se convirtió en
una pequeña iglesia, lugar ejemplar donde reinaba el más auténtico sentido
cristiano y esto no dejará nunca de ser edificante. Hay que volver a esos
tiempos de los primeros cristianos en los que todos vivían como una gran
familia.
08.07.2021 Ángel Gutiérrez Sanz
Nos encontramos en la Roma del emperador Claudio a mediados del siglo I, la semilla del cristianismo había comenzado a esparcirse por diversas provincias del Imperio. Eran tiempos de relativa calma, en los que judíos y cristianos venían a ser una misma cosa, hasta el punto de que gozaban de los mismos derechos y deberes estatales; ambas religiones podían ejercer libremente sus actos litúrgicos y estaban exentos de rendir culto a los dioses paganos y al emperador. Todo iba razonablemente bien hasta que en el seno de la Comunidad Judía en Roma comenzaron a surgir discrepancias y enfrentamientos motivados por las diferencias mantenidas entre los grupos referentes al tema del mesianismo. Fue entonces cuando el emperador Claudio temió que esto fuera a más y llegara a alterar la paz general, por lo que pensó que lo mejor sería expulsar de Roma a todos los Judíos, al menos por un tiempo, hasta que se serenaran los ánimo y así lo sancionó en un decreto del año 49, noticia de la que se hace eco el historiador Suetonio, cuando dice “expulsó de Roma a los judíos, pues provocaban desórdenes a causa de Cresto (entiéndase Cristo)”
Por
este tiempo vivían en Roma un tal Aquila procedente de Anatolia, la actual
Turquía, que se dedicaba a tejer tiendas de campaña y su esposa Priscila,
conocida también con el diminutivo de Prisca, de nacionalidad romana y
emparentada con un senador romano llamado Caio; se supone que en casa de este
matrimonio es donde se hospedaba el apóstol Pedro. De pronto Aquila y Priscila
se ven forzados a tener que salir de Roma, puesto que ellos, aunque no eran
judíos sino cristianos, el decreto de Claudio les afectaba por entero ya que
unos y otros estaban metidos en el mismo saco.
En definitiva, que decidieron irse a Corinto.
Allí el joven matrimonio tuvo que rehacer su vida y abrirse canino como buenamente pudieron, dentro de una gran ciudad emplazada entre Oriente y Occidente con todo tipo de construcciones: teatros, templos, academias, anfiteatros, donde convivían hombres y mujeres de razas distintas; había que acostumbrarse pues a vivir con gentes de mentalidades y lenguas bien diversas, lo bueno del caso es que en esta ciudad estaba pujante la industria del tejido y ello ofrecía oportunidades a Aquila, que conocía bien este oficio y pudo aprovecharlo para montar un negocio próspero por cuenta propia.
Debidamente instalados, un día se presenta en
su casa un forastero procedente de Atenas que llegaba abatido. El personaje en cuestión lo recordaría
posteriormente en sus epístolas diciendo: “me he presentado ante vosotros
débil, y con temor y mucho temblor”. Priscila le recibió con gozo en su casa y
no solo le dio hospitalidad, sino que le dio trabajo en el negocio de su
marido, porque Pablo de Tarso era un experto en estos menesteres. Fácil es
imaginar cual sería el tema de conversaciones en la casa de Priscila, en las
largas horas de trabajo y de descanso, con el tiempo dicha mansión se
convertiría en un lugar de reunión (Ecclesia) .
Sabemos
que en una ocasión, cuando estaban metidos en plena faena laboral, allá por el
año 50, se presentaron en casa de Priscila dos varones para hablar con Pablo,
eran Timoteo y Silas, trayendo malas noticias: los cristianos estaban siendo
objeto de persecución en Tesalónica; esto disgustó enormemente a Pablo, que
inmediatamente se dispone a escribirles una epístola para reconfortarles en su
fe. La casa de Priscila se fue
convirtiendo en centro de concentración de estos primeros cristianos, a los que
ella atendía solícitamente y se involucraba en sus asuntos. Las conversiones y
los bautismos de personajes relevantes iban siendo cada vez más numerosas,
Tercio, Ticino, Estéfanas, etc. y con ellos
gente de toda condición, hombres, mujeres, pobres, ricos… Una vez puesta en
marcha, la Comunidad Cristiana en Corinto, hacia el año 52, Pablo vio la
necesidad de partir a Éfeso y Priscila junto con su marido, Timoteo y Silas,
deciden acompañarle en el viaje.
Tomado de Religión Digital