CONVERTIRNOS EN
DISCÍPULOS
DE
JESÚS
Todo cristiano está
llamado a convertirse en discípulo de Jesús. De hecho, los primeros que se
encontraron con él y lo siguieron se llamaron <<discípulos>>, es
decir, hombres y mujeres dispuestos a aprender de su Maestro.
1 La tarea más decisiva
Sin embargo, hoy son mayoría los cristianos para los que Jesús no es, en modo alguno, inspirador de su vida. No aciertan a ver qué relación puede existir entre Jesús y lo que ellos viven día a día. Y, sin embargo, ese Jesús mejor conocido y más fielmente seguido podría transformar su vida. No como el Maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el fondo mismo de nuestro ser, puede ser nuestro Maestro de vida.
Por eso, lo primero que
hemos de hacer es tomar conciencia de que la tarea decisiva de los cristianos
es profundizar en nuestra relación personal con Jesús en el silencio y la
escucha interior.
La crisis actual del
cristianismo está sacudiendo sus cimientos como ninguna otra en el pasado. La
Iglesia no va a poder llevar a cabo su misión en el mundo de hoy si los
cristianos no nos convertimos en discípulos. Convertirnos en discípulos de
Jesús no es una búsqueda ideológica, es un camino interior. No es buscar
doctrina, es una experiencia mística. No es conocerlo desde fuera, es
escucharlo en lo más profundo de nuestro ser.
¿Cómo despertar en
nosotros el deseo de convertirnos en discípulos de Jesús? Lo primero es, sin
duda, reconocer que tengo algo que aprender y que todavía ignoro:¿cuál es el
sentido último de mi existencia?¿Quién soy yo realmente?¿Ya me conozco a mí
mismo?¿Qué es acertar en la vida?. Además, para convertirme en discípulo de
Jesús he de salir de mí mismo y de mi pequeño mundo para dar pasos hacia el
encuentro interior con él.
Iremos descubriendo
que, para él, Dios no es un concepto, sino una experiencia amistosa y cercana
que le hace vivir y amar la vida de manera diferente. Sentiremos que Jesús vive
a Dios como el mejor amigo del ser humano. Para él, Dios no es algo extraño
que, desde lejos, controla el mundo y presiona nuestras pobres vidas; es el
amigo que, desde dentro, comparte nuestra existencia y se convierte en la luz
más clara y la fuerza más segura para enfrentarnos a la dureza de la vida y al
misterio de la muerte.
Nos sorprenderemos al
descubrir que, según Jesús, lo que más interesa a Dios no es la religión, sino
un mundo más humano y amable. Lo que busca siempre es una vida más digna, sana
y dichosa para todos, empezando por los últimos. Lo que quiere Dios es vernos
felices, desde ahora y para siempre. Esta es la Buena Noticia de Dios que nos
enseña Jesús, nuestro Maestro interior: Dios es un misterio insondable de amor,
liberación y salvación.
2 Adentrarnos en la
existencia de Jesús
Hay cosas que conviene
aclarar desde el comienzo: ¿qué buscamos nosotros al orientar nuestra vida en
dirección a Jesús?. <<Maestro, ¿Dónde vives?>>. Todavía no le
conocen, pero le llaman <<Maestro>>. Parecen dispuestos a aprender
de él. Su pregunta es profunda: ¿dónde vives?, ¿cuál es el secreto de tu vida?.
No buscan en Jesús nuevas doctrinas. Quieren que les enseñe dónde vive. Quieren
aprender un modo diferente de vivir. Desean que Jesús les enseñe a vivir como
él.
Jesús les responde
directamente: <<Venid y lo veréis>>. Haced vosotros mismos la
experiencia. Solo conviviendo con Jesús aprenderemos a vivir como él. Este es
el paso que hemos de dar. Esto es hacernos discípulos de Jesús como Maestro
interior.
Lo primero es buscar.
Lo importante no es buscar algo, sino buscar a Jesús. Lo decisivo no es conocer
más cosas sobre Jesús, sino encontrarnos con su persona viva, adentrarnos en su
existencia.
Pero, sin duda, lo
decisivo es <<aprender a vivir como Jesús>>. Aprender de su
experiencia de Dios a creer en un Padre bueno en el que podemos confiar
siempre. Aprender de Jesús a ser misericordiosos como el Padre para introducir
en el mundo su misericordia. Aprender de Jesús a abrir caminos al proyecto
humanizador del Padre, que quiere ver a sus hijos viviendo de manera digna,
fraterna y solidaria.
Aprender de Jesús a
identificarnos con la causa de los últimos, los más pobres y necesitados.
Aprender de Jesús a acoger y escuchar a todos sin excluir a nadie. Aprender a
orar como él en el silencio y en lo secreto del corazón. Contagiar esperanza
como contagiaba él.
3 La atracción por una
vida nueva
Si nos abrimos con
cierta hondura a Jesús, nuestro Maestro interior y perseveramos escuchando en
silencio su voz, nos sentiremos poco a poco atraídos hacia una vida nueva, una
vida sencilla y humilde, abierta al misterio de Dios, entregada a hacer el bien
a todos, sin excluir a nadie…
Por eso hemos de
caminar con corazón humilde, sin apoyarnos en nuestras fuerzas, con fe grande
en Jesús y confianza absoluta en Dios. Si nos mantenemos en contacto interior
con él, su presencia en nosotros empezará a hacernos ver todo bajo una luz
nueva. Nos iluminará para responder de manera evangélica en las diversas
situaciones y antes los diferentes acontecimientos. Si perseveramos,
experimentaremos poco a poco que Jesús, nuestro Maestro interior, se va
convirtiendo en el centro de nuestra vida, el fundamento de nuestra existencia
y la razón de nuestra esperanza última.
4 Jesús, Maestro
interior, camino hacia el misterio de Dios
No hemos de olvidar
nunca lo más decisivo. Vivir en contacto interior con Jesús como Maestro
interior nos orienta hacia el misterio de Dios.
La cercanía al misterio
de Dios que vive Jesús, su confianza total en un Dios al que invoca como Abbá,
su relación íntima con él, hace crecer en nosotros la disponibilidad a acoger
su misterio. Nos sentiremos cada vez más atraídos por ese Dios Padre- Madre.
Hemos de recordar
siempre que, cualquiera que sea el nombre con que se le designe, Dios sigue
siendo para todos un misterio insondable. El misterio último de la realidad,
que algunos llamamos Dios, está más allá de todas nuestras palabras, dogmas,
fórmulas o explicaciones.
También para los
cristianos Dios es un misterio, pero, si vivimos en contacto interior con
Jesús, se despierta en nosotros la conciencia de nuestra finitud y caducidad y
se reaviva el deseo de la unión con ese Misterio insondable en el que desde
ahora <<vivimos, nos movemos y existimos>> (Hechos de los Apóstoles
17,28 ).
Al experimentar su
presencia amistosa en nosotros, nos va atrayendo a ser sus testigos con una
vida más digna y más humana.
Al mismo tiempo, si nos
vamos centrando en Dios, irá disminuyendo nuestro falso ego: el cuidado de
nosotros mismos y de nuestro prestigio, y el encerrarnos en el pequeño mundo de nuestros intereses.
Esta transformación nos
conducirá a buscar el bien de los demás. Los últimos del planeta, es decir, los
hambrientos, los que sufren abandonados por todos, los refugiados que huyen de
las guerras, los que viven sin hogar…. adquirirán cada vez más importancia para
nosotros. Irá creciendo en nuestro interior el olvido de nosotros mismos y, al
mismo tiempo, nuestro amor servicial a los demás.
En este camino de
transformación <<no hay ningún fin que alcanzar. El propio camino es el
fin>> (K.G.Durkheim).
Permaneciendo en ese
camino, guiados por Jesús como Maestro interior, nos encontramos en el
movimiento que conduce hacia la plenitud de la vida en el misterio insondable
de Dios.
José Antonio Pagola