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23 de julio de 2021

JESÚS, maestro interior.

 

CONVERTIRNOS EN DISCÍPULOS

  DE JESÚS

 

Todo cristiano está llamado a convertirse en discípulo de Jesús. De hecho, los primeros que se encontraron con él y lo siguieron se llamaron <<discípulos>>, es decir, hombres y mujeres dispuestos a aprender de su Maestro.




1 La tarea más decisiva

Sin embargo, hoy son mayoría los cristianos para los que Jesús no es, en modo alguno, inspirador de su vida. No aciertan a ver qué relación puede existir entre Jesús y lo que ellos viven día a día. Y, sin embargo, ese Jesús mejor conocido y más fielmente seguido podría transformar su vida. No como el Maestro lejano que ha dejado un legado de sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el fondo mismo de nuestro ser, puede ser nuestro Maestro de vida.

Por eso, lo primero que hemos de hacer es tomar conciencia de que la tarea decisiva de los cristianos es profundizar en nuestra relación personal con Jesús en el silencio y la escucha interior.

La crisis actual del cristianismo está sacudiendo sus cimientos como ninguna otra en el pasado. La Iglesia no va a poder llevar a cabo su misión en el mundo de hoy si los cristianos no nos convertimos en discípulos. Convertirnos en discípulos de Jesús no es una búsqueda ideológica, es un camino interior. No es buscar doctrina, es una experiencia mística. No es conocerlo desde fuera, es escucharlo en lo más profundo de nuestro ser.

¿Cómo despertar en nosotros el deseo de convertirnos en discípulos de Jesús? Lo primero es, sin duda, reconocer que tengo algo que aprender y que todavía ignoro:¿cuál es el sentido último de mi existencia?¿Quién soy yo realmente?¿Ya me conozco a mí mismo?¿Qué es acertar en la vida?. Además, para convertirme en discípulo de Jesús he de salir de mí mismo y de mi pequeño mundo para dar pasos hacia el encuentro interior con él.

Iremos descubriendo que, para él, Dios no es un concepto, sino una experiencia amistosa y cercana que le hace vivir y amar la vida de manera diferente. Sentiremos que Jesús vive a Dios como el mejor amigo del ser humano. Para él, Dios no es algo extraño que, desde lejos, controla el mundo y presiona nuestras pobres vidas; es el amigo que, desde dentro, comparte nuestra existencia y se convierte en la luz más clara y la fuerza más segura para enfrentarnos a la dureza de la vida y al misterio de la muerte.

Nos sorprenderemos al descubrir que, según Jesús, lo que más interesa a Dios no es la religión, sino un mundo más humano y amable. Lo que busca siempre es una vida más digna, sana y dichosa para todos, empezando por los últimos. Lo que quiere Dios es vernos felices, desde ahora y para siempre. Esta es la Buena Noticia de Dios que nos enseña Jesús, nuestro Maestro interior: Dios es un misterio insondable de amor, liberación y salvación.

2 Adentrarnos en la existencia de Jesús

Hay cosas que conviene aclarar desde el comienzo: ¿qué buscamos nosotros al orientar nuestra vida en dirección a Jesús?. <<Maestro, ¿Dónde vives?>>. Todavía no le conocen, pero le llaman <<Maestro>>. Parecen dispuestos a aprender de él. Su pregunta es profunda: ¿dónde vives?, ¿cuál es el secreto de tu vida?. No buscan en Jesús nuevas doctrinas. Quieren que les enseñe dónde vive. Quieren aprender un modo diferente de vivir. Desean que Jesús les enseñe a vivir como él.

Jesús les responde directamente: <<Venid y lo veréis>>. Haced vosotros mismos la experiencia. Solo conviviendo con Jesús aprenderemos a vivir como él. Este es el paso que hemos de dar. Esto es hacernos discípulos de Jesús como Maestro interior.

Lo primero es buscar. Lo importante no es buscar algo, sino buscar a Jesús. Lo decisivo no es conocer más cosas sobre Jesús, sino encontrarnos con su persona viva, adentrarnos en su existencia.

Pero, sin duda, lo decisivo es <<aprender a vivir como Jesús>>. Aprender de su experiencia de Dios a creer en un Padre bueno en el que podemos confiar siempre. Aprender de Jesús a ser misericordiosos como el Padre para introducir en el mundo su misericordia. Aprender de Jesús a abrir caminos al proyecto humanizador del Padre, que quiere ver a sus hijos viviendo de manera digna, fraterna y solidaria.

Aprender de Jesús a identificarnos con la causa de los últimos, los más pobres y necesitados. Aprender de Jesús a acoger y escuchar a todos sin excluir a nadie. Aprender a orar como él en el silencio y en lo secreto del corazón. Contagiar esperanza como contagiaba él.

3 La atracción por una vida nueva

Si nos abrimos con cierta hondura a Jesús, nuestro Maestro interior y perseveramos escuchando en silencio su voz, nos sentiremos poco a poco atraídos hacia una vida nueva, una vida sencilla y humilde, abierta al misterio de Dios, entregada a hacer el bien a todos, sin excluir a nadie…

Por eso hemos de caminar con corazón humilde, sin apoyarnos en nuestras fuerzas, con fe grande en Jesús y confianza absoluta en Dios. Si nos mantenemos en contacto interior con él, su presencia en nosotros empezará a hacernos ver todo bajo una luz nueva. Nos iluminará para responder de manera evangélica en las diversas situaciones y antes los diferentes acontecimientos. Si perseveramos, experimentaremos poco a poco que Jesús, nuestro Maestro interior, se va convirtiendo en el centro de nuestra vida, el fundamento de nuestra existencia y la razón de nuestra esperanza última.

 

4 Jesús, Maestro interior, camino hacia el misterio de Dios

No hemos de olvidar nunca lo más decisivo. Vivir en contacto interior con Jesús como Maestro interior nos orienta hacia el misterio de Dios.

La cercanía al misterio de Dios que vive Jesús, su confianza total en un Dios al que invoca como Abbá, su relación íntima con él, hace crecer en nosotros la disponibilidad a acoger su misterio. Nos sentiremos cada vez más atraídos por ese Dios Padre- Madre.

Hemos de recordar siempre que, cualquiera que sea el nombre con que se le designe, Dios sigue siendo para todos un misterio insondable. El misterio último de la realidad, que algunos llamamos Dios, está más allá de todas nuestras palabras, dogmas, fórmulas o explicaciones.

También para los cristianos Dios es un misterio, pero, si vivimos en contacto interior con Jesús, se despierta en nosotros la conciencia de nuestra finitud y caducidad y se reaviva el deseo de la unión con ese Misterio insondable en el que desde ahora <<vivimos, nos movemos y existimos>> (Hechos de los Apóstoles 17,28 ).

Al experimentar su presencia amistosa en nosotros, nos va atrayendo a ser sus testigos con una vida más digna y más humana.

Al mismo tiempo, si nos vamos centrando en Dios, irá disminuyendo nuestro falso ego: el cuidado de nosotros mismos y de nuestro prestigio, y el encerrarnos en el  pequeño mundo de nuestros intereses.

Esta transformación nos conducirá a buscar el bien de los demás. Los últimos del planeta, es decir, los hambrientos, los que sufren abandonados por todos, los refugiados que huyen de las guerras, los que viven sin hogar…. adquirirán cada vez más importancia para nosotros. Irá creciendo en nuestro interior el olvido de nosotros mismos y, al mismo tiempo, nuestro amor servicial a los demás.

En este camino de transformación <<no hay ningún fin que alcanzar. El propio camino es el fin>> (K.G.Durkheim).

Permaneciendo en ese camino, guiados por Jesús como Maestro interior, nos encontramos en el movimiento que conduce hacia la plenitud de la vida en el misterio insondable de Dios.

 

José Antonio Pagola