REAVIVAR LA ESPIRITUALIDAD
REVOLUCIONARIA DE JESÚS
Entiendo por
<<espiritualidad de Jesús>> el estilo concreto de vivir de Jesús,
que se alimenta de su experiencia interior de Dios, es reconocible por sus
opciones y su práctica, y conduce a quienes le siguen a vivir una vida más
digna y más abierta a la esperanza, confiando en el misterio del Amor de Dios.
1 Espiritualidad
alentada en nosotros por el Espíritu de Jesús
Vivir la espiritualidad
de Jesús no es solo un camino que los cristianos tratamos hoy de recorrer
siguiendo su estilo de vivir, que conocemos por medio de los evangelios. Es una
espiritualidad alentada interiormente por el mismo Espíritu de Jesús.
El evangelio de Juan
describe una escena de gran significado para las primeras comunidades. Esta
redactada para recordar a todos el paso que han de dar los discípulos que,
hasta la muerte de su Maestro, han vivido de su presencia física y que desde
ahora tendrán que vivir de la presencia interior de su Espíritu. El redactor
describe con tres rasgos.
Está
<<anocheciendo>> en Jerusalén y en sus corazones: les falta la luz
con la que Jesús iluminaba sus vidas. Están <<con las puertas
cerradas>>, sin horizonte: nadie piensa en salir para abrir caminos al
proyecto humanizador del reino de Dios y su justicia. Están <<llenos de
miedo a los judíos>>: no pueden anunciar ninguna Buena Noticia a nadie.
La presencia de Jesús resucitado lo cambia
todo. Está de nuevo con ellos, lleno de vida. Por dos veces les dice:
<<Paz a vosotros>>, y los discípulos se llenan de alegría al ver a
Jesús. Después de saludarlos les dice estas palabras:<<Como el Padre me
ha enviado así también os envío yo>>.
Enseguida Jesús hace
con ellos un gesto muy especial. Lo que necesitan es su propio espíritu, su
aliento. Jesús <<sopló>> su aliento sobre ellos y les dijo:
<<Recibid el Espíritu Santo>>.
La renovación interior de nuestro cristianismo solo será posible si los seguidores de Jesús aprendemos a vivir acogiendo en nosotros su Espíritu.
2 Espiritualidad vivida
como relación personal con Dios
Para los cristianos, es
muy importante el silencio ante Dios, la conciencia de su presencia en
nosotros, la apertura a su misterio insondable, pero lo hacemos siempre desde
una experiencia inconfundible <<Tú estas en mí>>.
Cuando nos dirigimos a
Dios como <<Alguien>>, tenemos que saber que esto no significa que
Dios sea una persona como nosotros. Pero a los seguidores de Jesús, el
dirigirnos a él como a un <<tu>> nos ayuda a expresar y vivir
nuestra relación con Dios como un encuentro personal.
Pensemos, sobre todo,
en esa oración sencilla de millones y millones de fieles de todas las
religiones de todos los tiempos, que nunca han oído hablar del silencio
interior ni de la presencia de Dios en su corazón.
Oración desde el dolor,
el insomnio, la sala de operaciones o en el momento de la agonía. Oración
deslucida, no ilustrada, nada sublime.
Pero es la oración de
la mayoría en todas las religiones del mundo. Si desapareciera, la vida de
muchas personas se empobrecería y sería más dura. La relación con Dios no puede
ser privilegio de espíritus selectos que disfrutan de bienestar, tienen
capacidad y disponen de tiempos y medios para profundizar en su relación
interior con Dios porque no viven agobiados por el hambre, el trabajo o la
necesidad.
No olvidemos que Jesús
dio gracias al Padre porque <<has ocultado estas cosas a sabios y
entendidos y las has descubierto a los sencillos>> (Lucas 10,21).
3 Espiritualidad
marcada por la confianza absoluta en Dios
Jesús sorprendió a sus
contemporáneos al invocar a Dios en su lengua materna Abbá. Una expresión
empleada sobre todo por los niños pequeños para dirigirse confiadamente a su
padre, inimaginable en el lenguaje solemne del Templo o entre los maestros de
la ley.
Como dice Albert Nolan,
<<sin su experiencia de Dios como Abbá es imposible comprender por qué y
como hizo las cosas que hizo>>.
Hemos de saber que
Jesús invoca a Dios como Padre, pero cuando habla de su misericordia, dice que
es <<entrañable>>: tiene <<entrañas>> de mujer. Es
decir, Jesús invoca a Dios como <<Padre>> pero lo experimenta actuando
entre nosotros con <<entrañas de madre>>. Por eso ha llegado tal
vez el momento de ir introduciendo el lenguaje de Dios Padre-Madre.
La actuación de Jesús
enfrentándose a los dirigentes del Templo y a los representantes de Roma no
tiene nada de infantil. Al contrario, es el Padre precisamente el que le da
fuerza para vivir trabajando por un mundo más digno y humano.
Esta confianza en Dios
Abba no es una experiencia exclusiva que Jesús se reserva para sí mismo. Invita
a sus seguidores a que también ellos invoquen así a Dios. Todos tenemos que
vivir movidos por la confianza total en el Dios Abbá. Esto nos conduce a vivir
como hermanos.
Podemos concretar más.
Vivir desde la fe en Dios, Padre de todos, es fundamentar la convivencia humana
en una lucha permanente por la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Este ideal casi
enterrado en nuestros días, es considerado por algunos como la mejor síntesis
del compromiso que brota de la espiritualidad de Jesús, alentada por la
experiencia de un Dios Padre – Madre de todos los seres humanos. Libertad para
la fraternidad y para la igualdad es la consecuencia ineludible de toda fe o
afirmación del Dios cristiano.
Sin embargo, en la cultura nihilista de nuestros días en vez de encaminarnos hacia una convivencia propia de hijos de un mismo Padre-Madre, libres, iguales y hermanos, corremos el riesgo de seguir dando pasos hacia un futuro de hombres y mujeres esclavos de un bienestar deshumanizador; de individuos privados de conciencia comunitaria y fraterna; que pretenden construir una falsa aldea global, abriendo en la familia humana desigualdades cada vez más crueles. La historia humana se empobrecería aún más si se perdiera en el mundo la confianza en un Dios Padre-Madre de todos.
4 Espiritualidad
centrada en la misericordia de Dios como principio de actuación
Jesús vivió en una
sociedad profundamente religiosa. La espiritualidad de todos los grupos
arrancaba de una exigencia radical que aparecía en el viejo libro del Levítico:
<<Sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo>>. El
pueblo ha de ser santo, como lo es el Dios que habita en el Templo: un Dios que
ama a su pueblo elegido y rechaza a los paganos, bendice a quienes observan la
Ley y maldice a los pecadores, acoge a los puros, pero separa a los impuros. La
santidad era considerada la cualidad esencial de Dios, el principio para
orientar la conducta del pueblo.
Paradójicamente, esta
imitación de la santidad de Dios, fue generando de hecho una sociedad
discriminatoria y excluyente. Dentro del pueblo elegido, los sacerdotes gozaban
de un rango de pureza superior al resto del pueblo., pues estaban al servicio
del Templo, donde habita el Dios santo.
Los observantes de la
Ley disfrutaban de la bendición de Dios, mientras los pecadores eran
discriminados. Los varones pertenecían a un nivel superior de pureza sobre las
mujeres, siempre sospechosas de impurezas por su menstruación y los partos. Los
sanos gozaban de la predilección de Dios, mientras que los leprosos, los
ciegos, los tullidos…. considerados como <<castigados>> por algún
pecado, eran excluidos del acceso al Templo. Esta religión generaba barreras y
discriminación. No promovía la mutua acogida, la comunión y la fraternidad.
Jesús lo captó
enseguida. <<Sed misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso>>Es la misericordia y no la santidad el principio que ha
de inspirar la conducta humana. Dios es grande y santo, no porque rechaza a
paganos, pecadores e impuros, sino porque ama a todos sin excluir a nadie de su
misericordia. Dios no es propiedad de los buenos. Su amor misericordioso está
abierto a todos. <<El hace salir su sol sobre buenos y malos>>
(Mateo 5,45).
Movido por la misericordia
del Padre, la primera mirada de Jesús no se dirige al pecado de los otros, sino
a su sufrimiento.
La clave desde la que
Jesús vive a Dios no es propiamente el pecado, sino el sufrimiento. La
actuación profética del Bautista estaba pensada y organizada en función del
pecado. El Bautista no parece ver el sufrimiento: no se acerca a los enfermos
ni los cura. No limpia a los leprosos, no libera a los poseídos, no acoge a las
prostitutas. No abraza a los niños de la calle, no come con pecadores, no hace
gestos de bondad. Su actuación es estrictamente religiosa.
Por el contrario, la
primera preocupación de Jesús es el sufrimiento y la marginación que sufren las
gentes enfermas y desnutridas de Galilea, la defensa de aquellos campesinos
explotados por los poderosos terratenientes.
Por decirlo de alguna
manera, en la actuación de Jesús es más determinante suprimir el sufrimiento y
humanizar la vida que denunciar los
pecados y llamar a penitencia a los pecadores.
En nuestros tiempos
hemos de recuperar este rasgo de la espiritualidad de Jesús, que movido por la
misericordia del Padre, hace del sufrimiento de sus hijos su primera
preocupación.
Como ha denunciado
repetidamente el teólogo alemán Johann Baptist Metz <<la doctrina
cristiana de la salvación ha dramatizado demasiado el problema del pecado
mientras ha relativizado el problema del sufrimiento>>.
Para no pocos, esta es
la gran herencia de Jesús a la humanidad y, sin duda, una de las claves más
importantes del Evangelio para construir también en nuestros días un mundo más
digno, más justo y fraterno.
5 Espiritualidad
orientada a sanar al ser humano
Movido por su
experiencia interior de un Dios Abbá, que es un misterio de bondad y
misericordia, Jesús orienta su vida hacia los que más sufren, los maltratados
por la vida, los olvidados por la sociedad, los que viven agobiados por el mal
y excluidos de una vida sana.
Jesús proclama la
cercanía del Padre-Madre curando y aliviando el sufrimiento. Anuncia la
salvación de Dios introduciendo en el mundo salud.
Los enfermos que
encuentra Jesús en su camino son, sin duda, el sector más desvalido y marginado
de aquella sociedad.
No experimentan su
desgracia como un problema médico, sino como una exclusión injusta de la vida:
no pueden vivir como los demás. La mayor tragedia de estos enfermos es sentirse
olvidados por Dios. La exclusión del Templo les confirma lo que experimentan en
el fondo de su enfermedad: Dios no los quiere, no pueden confiar en él. Jesús
transformará radicalmente su existencia.
Jesús pone al enfermo
en contacto con esa parte de su ser que está todavía sana para suscitar el
deseo de vida que se esconde en todo ser humano: <<Tú, ¿quieres
curarte?>> : << Levántate y vete, tu fe te ha salvado>>.
Desata las ataduras y
esclavitudes para vivir en libertad: <<Mujer, quedas libre de tu
enfermedad>>. Devuelve de nuevo la convivencia: <<Levántate, toma
tu camilla y vete a tu casa>>.
Jesús nunca pensó en
sus curaciones como una forma fácil de suprimir el sufrimiento en el mundo,
sino como signo para indicar la dirección en que hemos de trabajar para acoger
e introducir entre nosotros el reino de Dios.
Pensemos en su
preocupación por curar la religión rebelándose contra tantos comportamientos
patológicos de raíz religiosa (legalismo, hipocresía, rigorismo, culto vacío ).
Jesús es un gran curador de la religión.
Es significativo que,
al confiar su misión a sus discípulos, Jesús hable invariablemente de una doble
tarea;<<Id y anunciad el reino de Dios>>, <<Id y
curar>>.
Ha llegado la hora de
recuperar una espiritualidad orientada a curar la vida enferma de no pocos
hombres y mujeres de la sociedad posmoderna de nuestros días.
6 Espiritualidad
comprometida en abrir caminos al proyecto humanizador del Padre
<<El tiempo se ha
cumplido. El reino de Dios está cerca>> ya está aquí Dios, con su fuerza
creadora de justicia, buscando reinar entre nosotros.
Por eso podemos decir
que en el centro del mensaje de Jesús no nos encontramos propiamente con una
<<doctrina religiosa>>, sino con una llamada a la esperanza:
<<El reino de Dios está cerca. Cambiad de manera de pensar y de actuar.
Creed en la Buena Noticia>>(Marcos 1,15). Lo comento brevemente:
a)
El reino de Dios está cerca. Jesús vive
como un Padre-Madre que está cerca de nosotros. No quiere quedarse lejos ni
dejarnos solos ante nuestros problemas, conflictos y sufrimientos. Está
buscando abrirse camino en nosotros y entre nosotros para hacer más humana la
vida de todos. Jesús llama <<reino de Dios>> a la vida tal como la
quiere construir Dios.
b)
Convertíos: cambiad de manera de pensar
y de actuar. Jesús es muy realista. Dios no puede cambiar el mundo sin que
nosotros cambiemos. Su voluntad de humanizar la vida se va haciendo realidad en
nuestra respuesta a su proyecto humanizador.
c)
Creed la Buena Noticia. Esta es la gran
llamada de Jesús. Creed la Buena Noticia de Dios. Acoged su proyecto
humanizador
Podemos
decir que el centro de la experiencia interior de Jesús no lo ocupa propiamente
Dios, sino <<el reino de Dios>>,pues Jesús no separa nunca a Dios
de su proyecto de humanizar la vida y transformar el mundo.
Este
proyecto del <<reino de Dios>> no es una religión. Es mucho más. Va
más allá de las creencias, preceptos y ritos de cualquier religión. Es una
espiritualidad revolucionaria que puede contribuir a humanizar la sociedad
posmoderna de nuestros días.
7
Espiritualidad que nos orienta hacia los últimos
Comprometerse
en abrir caminos al proyecto humanizador del Padre-Madre lleva a Jesús a
orientar su vida hacia los más pobres y necesitados.
Los
primeros en experimentar una vida más humana, digna y liberada han de ser
aquellos para los que la vida no es vida.
<<El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para dar la
Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los
ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia
del Señor>>(Lucas 4, 16-22)
Se
habla de cuatro grupos de personas: los <<pobres>> los
<<cautivos>>, los <<ciegos>> y los
<<oprimidos>>, Ellos representan y resumen la primera preocupación
espiritual de Jesús: aquellos a los que lleva más adentro de su corazón.
Ese
mismo Espíritu envía también a Jesús al encuentro con las mujeres de su tiempo.
Dominadas por los varones, al servicio de sus esposos en el hogar, sin poder
tomar parte en la vida social y marginadas de la vida religiosas, eran sin duda
el sector más necesitado de liberación. Critica una sociedad patriarcal que
favorece una relación de dominio y de poder del varón sobre la mujer.
Por
eso concibe su movimiento de seguidores- hombres y mujeres- como un
<<espacio sin dominación masculina >>.
Las
mujeres son aceptadas por Jesús como discípulas en el mismo plano que los
varones. Hombres y mujeres constituyen un discipulado de iguales al servicio de
un mundo sin dominación masculina.
8
Espiritualidad creadora de responsabilidad ecológica
Ya
no es posible ignorar por más tiempo los dramáticos retos a los que nos vemos
enfrentados en nuestros tiempos. La constatación de la fuerza irresponsable y
destructora de los abusos del poder tecnológico <<nos muestran que el
proyecto creador de Dios de una tierra llena de justicia y de paz está siendo
aniquilado por los hombres.
a)
Una mirada nueva sobre la tierra
Jesús no vive encerrado
en su propia interioridad, sino con los ojos muy abiertos a la vida que le
rodea, en comunicación espontánea con el entorno natural de Galilea. El mundo
ha brotado de la bondad de Dios como un regalo al ser humano.
Pero Jesús, ve la
tierra, sobre todo, como el lugar donde hay que abrir caminos al reino de
justicia y de paz que Dios quiere para todos. Ese Dios no está atado a un lugar
sagrado. No pertenece a una raza, a un pueblo, a una religión. Dios es de
todos:<<Hace salir su sol sobre buenos y malos. Manda la lluvia sobre
justos e injustos>>. El sol y la lluvia son de todos.
Desde este modo de
situarse ante el mundo, Jesús nos invita a mirar nuestro planeta con una mirada
que supera la posesión insolidaria de la tierra y la depredación irresponsable
del mundo natural. Para quien vive del espíritu de Jesús, no solo es importante
su pueblo, nación o religión, sino la suerte de todos los pueblos y todas las
religiones, el futuro de la humanidad total.
b)
Una nueva cultura de la solidaridad
La mirada nueva no
basta. Es necesario reforzar el vínculo de solidaridad entre todos los seres
que habitan esa casa que es la tierra. Es necesaria una revolución de las
conciencias. Como decía Mahatma Gandhi, <<el planeta ofrece cuanto el
hombre necesita, pero no , cuando el hombre codicia>>. Es necesario
impulsar una dinámica espiritual que haga posible una comunicación más justa y
solidaria entre todos los pueblos de la tierra.
Los cristianos hemos de
estrenar de nuevo la oración gastada de Jesús invocando al Padre de todos con
una pasión nueva: <<Venga tu reino de Danos justicia, paz y vida a todos
los pueblos de la tierra. tu pan para que lo compartamos con los hambrientos.
Danos tu perdón que nos libere de nuestra ceguera y egoísmo cruel. Libera al
mundo del mal.
Hemos de leer las
bienaventuranzas en el escenario del mundo actual. Jesús quiere dejar claro que
los que no interesan a nadie interesan a Dios; los que sobran en los imperios
construidos por los hombres tienen un lugar privilegiado en su corazón; los que
no tienen una religión que los defienda tienen a Dios como Padre. Todos han de
saber que los que son víctimas de la injusticia mundial son hijos predilectos
de Dios.
Por eso, desde los
países satisfechos del bienestar hemos de escuchar la llamada de Jesús a no
vivir <<acumulando para nosotros mismos>>.
Y así somos también hoy
los países del bienestar: nos creemos sociedades inteligentes, democráticas y
progresistas, y solo somos unos imbéciles crueles y ciegos que vivimos de la
miseria de millones de seres humanos, de la que, en buena parte, somos
responsables por nuestra injusticia y nuestra falta de solidaridad.
Es más urgente y
necesaria que nunca en el mundo una fuerte corriente espiritual que despierte
cada vez en más en nuestras conciencias la indignación: << ¡Basta de
tanta insensatez y crueldad!>>. Hemos de dar pasos hacia la
<<civilización de la sobriedad>> (José Ignacio González Faus).
José Antonio Pagola