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7 de agosto de 2021

Amaos los unos a los otros como yo os he amado

 

“AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO YO HOS HE AMADO”




 La Iglesia vive una contradicción. Una contradicción entre la Iglesia y el Evangelio.

 Jesús de Nazaret, no dejó a nadie indiferente. El papa Francisco, al igual que a Jesús de Nazaret, lo aprecian y lo buscan los pobres, los enfermos, los ancianos, los niños y todos los que sufren o se ven excluidos. El caso de Monseñor Romero, en el Salvador, es similar ¿Por qué?

 Mateo dijo: “¡En la cátedra de Moisés han tomado asiento los letrados y los fariseos! No imitéis sus obras, porque ellos dicen, pero no hacen”.

 Con frecuencia nos encontramos con importantes contradicciones entre lo que la iglesia dice, en sus enseñanzas, y lo que la Iglesia hace en su forma de vivir, de organizarse y de estar presente y actuar en la sociedad. Y los más grave de esta contradicción es que, en los países y culturas de  tradición cristiana, tal contradicción se ve y se vive como una cosa natural, quizás incluso como “lo que tiene que ser”. Estamos educados para aceptar la  falsedad con naturalidad hipócrita.

 Hoy, hay grandes sectores de la población que no quieren saber nada de la Iglesia, ni de la religión. Pero lo extraño y sorprendente es que los “hombres de la Iglesia” siguen adelante, quizás pensando que la culpa del rechazo, cada día más generalizado, está en  los progresistas, en los izquierdosos, en todos los que no están dispuestos a mantenerse fieles a las tradiciones y costumbres que nos enseñaron nuestros mayores.

• Dicho en otras palabras: “El Evangelio de Jesús” y la “Religión de los sacerdotes” son incompatibles. Lo que sí ha ocurrido, y sigue  ocurriendo, es que en la Iglesia se marginan, se deforman o se quita importancia a temas, relatos, propuestas o exigencias de Jesús que “no interesan” o “que estorban a las conveniencias” de quienes,  desde cargos de poder, privilegios y fama, ejercen una potestad intocable y “sagrada”, que no pueden mantener sino marginando del Evangelio lo que le impide o dificulta ostentar su poder, su influencia social y sus privilegios.

 Pablo, que no conoció a Jesús, organizó una Iglesia sin Evangelio. El predicó el Jesús resucitado. El Jesús divino.  Lo divino es lo que tuvo más peso y presencia en su vida. Es decir, todo lo humano debe supeditarse a lo divino. Planteamiento que es muy correcto para todos los que tienen creencias religiosas. Pablo, llegó a confesar (2 Cor, 5,16). Que el conocimiento de Jesús “según  la carne” no le interesó.

 La convicción de Pablo es que “Cristo murió por los impíos” (Rom 5,6), “murió por nosotros pecadores” (Rom 5,8) de forma que aquella muerte fue un “sacrificio” de expiación, que nos redimió de nuestros pecados (Rom 3, 24,25).  Es decir, se antepone el ritualismo solemne y sagrado de los sacerdotes y los templos a la honradez, la honestidad, y la bondad y la misericordia del Evangelio.

 Y es que cuando se desconoce el Evangelio, se puede llegar incluso a creer más en el Dios de Abrahán, el DIOS EN EL QUE SIEMPRE CREYÓ Pablo (Gal 3 16-21). El dios que exigió a Abrahán “sacrificar a su hijo” (Gen 22,2). De ahí que Pablo viera como la cosa más lógica del mundo, incluso enteramente necesario, que dios necesitara el “sacrificio” y la “expiación” del Crucificado para redimir al hombre del pecado.

 Por eso es perfectamente correcto afirmar que la Encarnación de Dios en Jesús, es la Humanización de Dios en el mismo Jesús. Esto es lo que Pablo nunca pudo saber. De ahí que el Dios de Pablo fue el Dios de Abrahán, no el Dios que nos reveló Jesús.  De manera que, según Pablo, solo el ascenso del alma hacia las esferas celestes merece nuestra atención.

 De ahí la tendencia a rechazar los valores de este mundo, a fomentar una moral que tiende a controlar la sexualidad, a minusvalorar lo femenino, a fomentar una espiritualidad ascética y no humana y sobreponer  siempre lo sagrado a lo profano y a lo secular, con el “sentimiento profundo de no pertenecer a este mundo”.

  Si lo central en la teología de Jesús es la fe que lucha y vence al sufrimiento que duele al ser humano. Por eso, la teología  de Pablo busca y garantiza la vida en la tierra. De ahí que lo que caracteriza la teología  de Pablo sea la religión (la sumisión a lo sagrado), mientras que lo que caracteriza la teología de Jesús es el Evangelio (libertad en el ámbito de lo profano).

 El Concilio Vaticano II, proclama que los evangelios ocupan el lugar preminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador.

 

GRUPO CRISTIANO DE ACCIÓN Y REFLEXIÓN DE CÁDIZ