MARÍA, FUENTE DE ESPERANZA PARA LA MUJER
LATINOAMERICANA
El
15 de agosto, fecha en la cual en la ciudad de Guatemala celebramos a María de
la Asunción, desde mi visión de mujer y teóloga guatemalteca, intentaré
realizar un breve análisis sobre María de Nazaret, un tema que me parece
sumamente apasionante, por ella misma y por la forma que tenemos de celebrarla.
Esto último porque intuyo que en el imaginario popular proyectan en María sus
propios anhelos y fantasías, sus propias ideas preconcebidas e incluso objetivos
inmediatos o estratégicos.
Después del estudio de Mariología, guiada de la mano de la Dra. Geraldina Céspedes, OP, comprendí que la María real estaba oculta a nuestros ojos por capas y capas de una cultura popular y, por supuesto, desde mi propia experiencia y reflexión como mujer.
En
la Iglesia Cristiana Católica es usual el culto a María de Nazaret, se puede
afirmar que, de todos los personajes bíblicos, es quizás el más emblemático
después de Jesucristo. Al leer el Nuevo Testamento, impresiona que de los
cuatro evangelios únicamente el de Lucas ofrece información con respecto a la
vida de María. Es el propio Lucas quien emplea más tiempo, más de la mitad de
un capítulo, para referirse a ella.
El
escaso conocimiento sobre María, en la Sagrada Escritura, lleva a preguntarse
¿cómo es posible que exista tanta obra literaria sobre ella, al interior de la
Iglesia, y tan poca en la Biblia? Esto despierta la necesidad de recrear una reflexión
profunda sobre su vida, desde una perspectiva más humana.
En
el contexto occidental, María ha sido elevada a los altares siempre mostrando
una mirada dulce y que refleja a una mujer sumisa, una mujer obediente. Es una
idea que a través de la historia ha sido utilizada para relegar a la mujer a
una posición subordinada.
Pero,
desde muy joven demostró independencia para tomar la decisión de ser la Madre de
Cristo, atravesando por un proceso de escucha, diálogo consigo misma y discernimiento
(cf Lc 1, 28-29).
Al
igual que la mujer latinoamericana, Ella también fue protagonista de la cultura
machista de su época, su vida estuvo permeada por la desigualdad de género, la
pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio (cf Mt 2, 13-23), lo que la fue
haciendo una mujer fuerte, que asumió desde las limitaciones de su condición de
mujer, un papel protagónico en la sociedad de la Palestina del siglo I.
Pero,
María, es algo muy distinto a una mujer pasiva o de religiosidad alienante,
pues no duda en proclamar que Dios es defensor de los humildes y de los
oprimidos y que derriba de sus tronos a los poderosos del mundo (cf Lc. 1,
51-53).
ASOCIACIÓN
DE TEÓLOGOS DE GUATEMALA
astegua2020@gmail.com
Hoy,
las mujeres latinoamericanas nos enfrascamos en una lucha continua por los derechos
que se nos han vedado simplemente por nuestra condición femenina, y deseamos
demostrar que no solamente tenemos el poder de generar vida, si no que anhelamos
que nuestra capacidad creativa e intelectual sea valorada, disfrutar de nuestro
derecho natural, de ser reconocidas como hijas de Dios, con igualdad de obligaciones,
derechos y dignidad. (Cf Gn. 2,22)
Este
pequeño análisis, debe percibirse apenas como una invitación a identificarnos
con la joven mujer, quien, desde su condición de marginación, vivió, sufrió,
pero también logró ser una líder en su época, y lo más importante, continúa
siéndolo, generando esperanza y valor para lograr tener voz en la sociedad
actual.