El legado espiritual de san
Francisco
Hermana enfermedad
"El legado espiritual de san
Francisco, en este momento de crisis sanitaria mundial, puede ayudarnos a
valorar que, la enfermedad, con su carga de sufrimiento y dolor, es también
terreno propicio para generar valores y recursos que nos hagan más humanos y más
auténticos"
"La enfermedad nos envuelve en
una atmosfera que puede dar lugar a una nueva forma de vivir: más centrados en
lo esencial, en los afectos y las emociones (amor), dispuestos a ejercer la
compasión y la solidaridad"
"Cuando el santo de Asís alaba
a Dios por la enfermedad (“sorella infirmitas”), no lo hacía desde la
ingenuidad de un soñador idealista, ni desde la mentalidad dolorista de la
época donde la enfermedad era en sí misma un instrumento de expiación o de
santidad"
29.05.2021 José María Marín Sevilla
Alabado seas, mi Señor,
por
aquellos que sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados
los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Esta
estrofa forma parte del hermoso Cantico de de las criaturas (conocido también como
Cántico del hermano sol) compuesto por Francisco de Asís, poco antes de su
muerte, fue agregada por él mismo a las ya existentes. Un añadido que incorpora
alabanzas y peticiones menos cósmicas (luz, agua, viento), más existenciales
(amor, perdón, enfermedad, tribulación y muerte):
Me
parece interesante dedicar unos folios a reflexionar sobre la enfermedad de san
Francisco y la relación con su espiritualidad. Hacerlo este año, que se
conmemora el V Aniversario de la Laudato si’, es también una buena ocasión para
contribuir a la difusión de la Encíclica del Papa y retomar sus desafíos.
El
legado espiritual de san Francisco, en este momento de crisis sanitaria
mundial, puede ayudarnos a valorar que, la enfermedad, con su carga de
sufrimiento y dolor, es también terreno propicio para generar valores y
recursos que nos hagan más humanos y más auténticos. La relación armoniosa y
realista con la propia fragilidad abre la puerta a una convivencia más racional
con los demás y con la naturaleza (casa común), también frágil y limitada.
La
enfermedad nos envuelve en una atmosfera que puede dar lugar a una nueva forma
de vivir: más centrados en lo esencial, en los afectos y las emociones (amor),
dispuestos a ejercer la compasión y la solidaridad. Solo quienes conviven
diariamente con ella, en su propio cuerpo, a diario y para siempre, conocen
bien sus límites y sus limitaciones, solo ellos saben también que, sin ella o
con ella se puede vivir con dignidad y plenamente.
Cuando
el santo de Asís alaba a Dios por la enfermedad (“sorella infirmitas”), no lo
hacía desde la ingenuidad de un soñador idealista, ni desde la mentalidad
dolorista de la época donde la enfermedad era en sí misma un instrumento de
expiación o de santidad.
Su
“alabanza” surge desde la propia experiencia de enfermedad y desde la
proximidad física con otras muchas personas afectadas gravemente, como él
mismo. Su alabanza es también lucha diaria para dignificar la existencia de los
muchos enfermos a los que se acercaba, implicándose hasta dejar la propia vida
en ello.
El descubrimiento de Dios en el misterio y la belleza de la creación le llevó a alcanzar la libertad más profunda. El joven rico y altanero que era, se despoja de sus privilegios, se “desciende” hasta el extremo de convertirse en el “pobrecillo de Asís”. Conversión e itinerario personal que vivió Francisco de Asís habitando un cuerpo frágil y enfermo. La hermana enfermedad le llevó de la mano en su evolución interior, hasta convertirse en el hombre y el creyente que fue. Es este un dato de su biografía de gran importancia: en la existencia vulnerable e incierta se gesta y tiene lugar su extraordinaria experiencia espiritual.
Tomado de Religión Digital