LA CORRUPCIÓN NOS DOMINA.
La corrupción no conoce límites.
Los servicios públicos se convirtieron en escalones para obtener riqueza. Ya no se busca el servicio a los demás (el bien común) sino como me sirvo de los demás. De los que confiaron en mí.
Por eso el Papa dice que, la corrupción, no conoce límites.
Se me olvida mi ser testigo de mi fe.
Muchos cristianos, de diferentes denominaciones, actuamos en la sociedad como que no lo fuéramos. Cuando nos dejamos emborrachar por el poder, quitamos a Dios de la vida y lo cambiamos por el dinero. Aunque lleguemos a nuestros templos los domingos y vivamos nuestros actos de piedad. Al final, nos dejamos dominar por la codicia, el orgullo y el poder. Que se hacen más fuertes que nuestra fe.
La corrupción no se combate con el Silencio.
Muchas veces sabemos de grandes o pequeños actos de corrupción y nos quedamos callados quizá pensando que nos van a tachar de diferentes, de atrasados, (¡qué bueno sería!) porque ahora los que hacen las cosas malas son los listos, los que van adelante.
Al callarnos dejamos de vivir. Dejamos de ser testigos de la verdad, botamos nuestra misión.
Hoy, debemos hablar de la corrupción.
No para hacernos corruptos. No para ver sin esperanza el mundo que nos rodea.
Hablemos de ella con deseo de buscar caminos que rompan esos lazos de esclavitud. Que botemos los ídolos que el mundo se inventó y que reviste de grandeza al hombre por un tiempo. Porque llega el momento que se avergonzará delante de sí mismo, delante de sus hermanos y delante de Dios.
Hablemos de ella, pero con autoridad sobre ella. No esclavos de su poder. Y, en nombre de Dios, como Moisés en el desierto, rompamos el ídolo que la alimenta y que la hace cada vez más grande; este ídolo es el deseo de la riqueza sin valores.
En nombre del Dios de la vida hagamos nuestra historia como Jesús la escribió en su tiempo.
Discípulos misioneros de Jesús:
Nuestra
vida es misión. (chicopancho)