“Por una Iglesia sinodal: comunión,
participación y misión”, documento preparatorio del Sínodo
"Debemos hacer que germinen
sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas"
Solo “caminando juntos, y juntos
reflexionando sobre el camino recorrido, la Iglesia podrá aprender, a partir de
lo que irá experimentando, cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir
la comunión, a realizar la participación y a abrirse a la misión”
"No podemos escondernos: la
misma Iglesia debe afrontar la falta de fe y la corrupción también dentro de
ella"
“La Iglesia entera está llamada a
confrontarse con el peso de una cultura impregnada de clericalismo, heredada de
su historia, y de formas de ejercicio de la autoridad en las que se insertan
los diversos tipos de abuso (de poder, económicos, de conciencia, sexuales)”
“Una Iglesia capaz de comunión y de fraternidad, de participación y de subsidiariedad, en la fidelidad a lo que anuncia, podrá situarse al lado de los pobres y de los últimos y prestarles la propia voz”
"¿Cómo promovemos dentro de la
comunidad y de sus organismos un estilo de comunicación libre y auténtica, sin
dobleces y oportunismos? ¿Y ante la sociedad de la cual formamos parte?"
"¿Qué experiencias de diálogo
y de tarea compartida llevamos adelante con los creyentes de otras religiones y
con los que no creen? ¿Cómo dialoga la Iglesia y cómo aprende de otras
instancias de la sociedad: el mundo de la política, de la economía, de la
cultura, de la sociedad civil, de los pobres…? "
El documento concluye reclamando la implicación de todos los fieles en los procesos de consulta y opinión, sin olvidar a nadie, fundamentalmente a “la voz de los pobres y de los excluidos, no solamente de quien tiene algún rol o responsabilidad dentro de las Iglesias particulares”
07.09.2021 Jesús Bastante
“En
una Iglesia sinodal, que anuncia el Evangelio, todos “caminan juntos”: ¿cómo se
realiza hoy este “caminar juntos” en la propia Iglesia particular? ¿Qué pasos
nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro “caminar juntos”?”. Esta es la pregunta fundamental planteada en
el documento preparatorio del Sínodo, que esta mañana se presenta en Roma. Un
texto ilusionante pero que dependerá, y mucho, de cómo sea leído, y trabajado,
en todo el mundo, y por todo el mundo, o sólo por la jerarquía.
“Por
una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. La Santa Sede acaba de
hacer público el documento preparatorio del próximo Sínodo, que arrancará, de
manera formal, el 9 de octubre, y se prolongará durante al menos dos años. Un
desafío lanzado por el Papa para “consultar al pueblo de Dios” cómo articular
una sinodalidad real en la Iglesia, en la que todos (laicos y consagrados,
obispos y fieles de a pie, hombres y mujeres) puedan participar en la
construcción del futuro. Un “caminar juntos” que se antoja decisivo para el
futuro.
El
documento se articula en torno a cuatro puntos (La llamada a caminar juntos;Una
Iglesia constitutivamente sinodal; En la escucha de las Escrituras ; y La
sinodalidad en acción: pistas para la consulta al Pueblo de Dios) y arranca con
una premisa fundamental: “La Iglesia de Dios es convocada en Sínodo”. No sólo
los obispos.
Sinodalidad,
el camino que Dios espera
“El
Papa Francisco invita a toda la Iglesia a interrogarse sobre un tema decisivo
para su vida y su misión: «Precisamente el camino de la sinodalidad es el
camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio»”, explica el
documento, que sostiene, con el Concilio, que solo “caminando juntos, y juntos
reflexionando sobre el camino recorrido, la Iglesia podrá aprender, a partir de
lo que irá experimentando, cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir
la comunión, a realizar la participación y a abrirse a la misión”.
Y una pregunta fundamental: “¿cómo se realiza
hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que
permite a la Iglesia anunciar el Evangelio?”. A partir de ahí, el documento señala
los principales objetivos:
∙
hacer memoria sobre cómo el Espíritu ha guiado el camino de la Iglesia en la
historia y nos llama hoy a ser juntos testigos del amor de Dios;
∙
vivir un proceso eclesial participado e inclusivo, que ofrezca a cada uno – en
particular a cuantos por diversas razones se encuentran en situaciones
marginales – la oportunidad de expresarse y de ser escuchados para contribuir
en la construcción del Pueblo de Dios;
∙
reconocer y apreciar la riqueza y la variedad de los dones y de los carismas
que el Espíritu distribuye libremente, para el bien de la comunidad y en favor
de toda la familia humana;
∙
experimentar modos participados de ejercitar la responsabilidad en el anuncio
del Evangelio y en el compromiso por construir un mundo más hermoso y más
habitable;
∙
examinar cómo se viven en la Iglesia la responsabilidad y el poder, y las
estructuras con las que se gestionan, haciendo emerger y tratando de convertir
los prejuicios y las prácticas desordenadas que no están radicadas en el
Evangelio;
∙
sostener la comunidad cristiana come sujeto creíble y socio fiable en caminos
de diálogo social, sanación, reconciliación, inclusión y participación,
reconstrucción de la democracia, promoción de la fraternidad y de la amistad
social;
∙
regenerar las relaciones entre los miembros de las comunidades cristianas, así
como también entre las comunidades y los otros grupos sociales, por ejemplo,
comunidades de creyentes de otras confesiones y religiones, organizaciones de
la sociedad civil, movimientos populares, etc.;
∙
favorecer la valoración y la apropiación de los frutos de las recientes
experiencias sinodales a nivel universal, regional, nacional y local.
“El
presente Documento Preparatorio – se lee- se ofrece como servicio al camino
sinodal, en particular como instrumento para favorecer la primera fase de
escucha y consultación de Pueblo de Dios en las Iglesias particulares, con la
esperanza de contribuir a poner en movimiento las ideas, las energías y la creatividad
de todos aquellos que participarán en el itinerario, y facilitar la
coparticipación de los frutos de sus compromisos”.
La "tragedia global" del
coronavirus
El
primer bloque, “llamada a caminar juntos”, admite los “cambios epocales de la
sociedad y la Iglesia” que “no es posible ignorar”. La “tragedia global” de la
pandemia del coronavirus “ha hecho detonar las desigualdades y las injusticias
ya existentes: la humanidad aparece cada vez más sacudida por procesos de
masificación y de fragmentación; la trágica condición que viven los migrantes
en todas las regiones del mundo atestiguan cuán altas y fuertes son aún las
barreras que dividen la única familia humana”, como ya se encargó de señalar
Francisco en Laudato Si y Fratelli Tutti.
Esta
situación, añade el texto, “pone a prueba la capacidad de la Iglesia para
acompañar a las personas y a las comunidades para que puedan releer
experiencias de luto y de sufrimiento”. Sin embargo, añade, “no podemos
escondernos: la misma Iglesia debe afrontar la falta de fe y la corrupción
también dentro de ella”. El documento hace especial hincapié en “los abusos
sexuales, de poder y de consciencia cometidos por un notable número de clérigos
y personas consagradas”. Porque, “por mucho tiempo el de las víctimas ha sido
un clamor que la Iglesia no ha sabido escuchar suficientemente”.
Por
mucho tiempo el de las víctimas ha sido un clamor que la Iglesia no ha sabido
escuchar suficientemente
“La
Iglesia entera está llamada a confrontarse con el peso de una cultura impregnada
de clericalismo, heredada de su historia, y de formas de ejercicio de la
autoridad en las que se insertan los diversos tipos de abuso (de poder,
económicos, de conciencia, sexuales)”, subraya el documento preparatorio del
Sínodo, que sostiene cómo “es impensable «una conversión del accionar eclesial
sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios”.
Tomado
de Religión Digital