Necesitamos otra liturgia
Gran
alegoría de la vanidad. Pieter Boel
"A las misas les sobran ceremonias y ritos. Y misterios. Ya tenemos bastante con las misterios que tenemos, como para vernos obligados a aceptar y estudiar otros"
"Las misas, y más las televisadas por LA TRECE, con pasarela habitual de mitras, báculos y palios episcopales, están sobradas de incienso, por lo que provocan irreversibles frustraciones"
"A no pocas misas -a la mayoría- les falta hasta el pan. Pan de pueblo o de “Mercadona”. Pero pan que sea pan-pan. El que se consumió en la Santa Cena"
28.09.2021 Antonio
Aradillas
Es posible que el título de esta reflexión lo alteren, o modifiquen, algunos, por el de que se necesita-NECESITAMOS es “otra Iglesia”, de la que la Sagrada Liturgia sea expresión y reflejo de los evangelios, con los que la religión rinda el auténtico culto a la Divinidad, teniendo sagradamente en cuenta el servicio sobre todo a los más necesitados y pobres. Verdad catequística tan elemental está siendo ya redescubierta por buena parte de la Iglesia, gracias, y de modo eminente, al empuje doctrinal y ejemplar encarnados en el papa Francisco. De su mano, la Iglesia se hace más Iglesia , al iniciar el proceso de desclericalización iniciado, aunque todavía con incierta y difusa - nula- participación femenina.
En consonancia con las pre-noticias persistentes en los medios de comunicación social “religiosos”, la reforma de la liturgia está llamando ya, aunque tímidamente, a las puertas de la disciplina curial, con posibilidades creíbles de que, cuanto está aconteciendo en otras parcelas eclesiásticas, la “clientela” haya tenido que someterse ya al tiempo más o menos glorioso de la jubilación forzosa.
Partiendo de la revisión seria, profunda y actualizada de conceptos tales como “Iglesia, sacramentos y evangelización”, por subrayar algunos ejemplos en esta ocasión vuelvo a poner el acento en cuanto se relaciona con la misa y las misas, como síntesis de expresión de catolicismo y de compromiso religioso en su proyección hacia el “otro”, mientras más periférico mejor que mejor, y Dios que es y se llama Jesús y reclama ser adorado, es decir, “servido.”
De
la legitimidad y catequizadora misión de las misas, tal y como se celebran en
la actualización prisas por falta de curas, o con delectación por sobras de
obispos, en solemnidades a veces hasta sociales, la discusión-diálogo urge. por
la gran repercusión e interés que estos actos poseen dentro y fuera de la
propia Iglesia. Esta -la misa- es y será interpretada y vivida como expresión y
fiel testimonio de la verdadera pertenencia a la misma. Sin misa- misa no hay
Iglesia, y esta ni es ni será posible registrarse en el nomenclátor de las
instituciones religiosas, previa la calificación de celebración eucarística.
A
las misas les faltan comensales. Ricos y pobres. Santos y pecadores. Niños y
mayores. Hombres y mujeres. Unos y otras habrán de presidir las eucaristías sin
discriminación canónica alguna, y ya, hoy, mañana o, a lo sumo, pasado mañana,
es decir, lo antes posible. El hecho de haber sacramentalizado en exclusiva
para una buena parte de la Iglesia – pueblo de Dios- la presidencia de la misa
masculina y clericalizada, resulta hoy chocante , en discordancia , e
incomprensible.
A
las misas les sobran ceremonias y ritos. Y misterios. Ya tenemos bastante con
las misterios que tenemos, como para vernos obligados a aceptar y estudiar
otros y pedir que se nos desvelen los inherentes a los que “coronan” las
mitras, los báculos, las genuflexiones, las oraciones siempre las mismas,
ritualizadas y sin posibilidad litúrgica de espontaneidad y con el tiempo
exigentemente medido.
A
las misas, celebrantes y con-celebrantes, al altar y al mismo pueblo que asiste
y que casi participa en la celebración, les sobra el incienso, así como el
ritual que lo acompaña y lo sirve. El incienso es conocimiento y reconocimiento
de Dios y Dios -nuestro Dios, que se llama Jesús-, ni lo quiere ni lo necesita.
Y menos porque así, lo mande la Sagrada Liturgia.
A
no pocas misas -a la mayoría- les falta hasta el pan. Pan de pueblo o de
“Mercadona”. Pero pan que sea pan-pan. El que se consumió en la Santa Cena, con
el significado entrañable de tener que partirlo -compartirlo- como alimento
propio y necesario de la comunidad. También le falta el vino . Con o sin
“Denominación de Origen”. Pero vino-vino portador de alegría y de fiesta, que
dura y perdura no solo en el marco del templo o de la catedral, sino en el de
la vida social, familiar, laboral, profesional, religioso y de ocio.
Sanz,
durante la misa en Covadonga
Insisto
en que a las misas les falta espontaneidad. La que dan y confieren el amor y
las circunstancias de lugar y de tiempo de su celebración; en definitiva, el
Espíritu Santo y no los liturgos, por muchos estudios y diplomas que lo
justifiquen y con olvido flagrante de “al principio no fue así como ahora”. Los
primeros cristianos, con sus jerarquías, no conocerían hoy lo que son y se
dicen ”misas”. Tendrían que readoctrinarse en tan misteriosa y procaz
asignatura ”religiosa”
Las
misas, y más las televisadas por LA TRECE, con pasarela habitual de mitras,
báculos y palios episcopales, están sobradas de incienso, por lo que provocan
irreversibles frustraciones, dando la firme impresión de que algo tan religioso
se disipa, desacraliza y “des -eucaristiza”.
Con
la liturgia vigente, es difícil ser y ejercer de cristiano, ni nutrirse y
educarse en la fe. Con mascarillas o sin ellas. Mitras, báculos, anillos,
inciensos y gestos raros distraen e imposibilitan el acceso el acceso
comunitario a Jesús , quien automáticamente se ausentará de celebraciones de
las que los laicos -y sobre todo, las laicas- se las haya desterrado
pecadoramente, correspondiéndole todo el “protagonismo” a los varones , por más
señas, todos solteros -célibes- por vocación, Código de Derecho Canónico y por
ministerio….
Tomado de Religión Digital