El tamaño del lago Chad, en el Sahel, se ha reducido un 90% desde la década de 1960 debido al incremento de las temperaturas. En el transcurso de este siglo, el lago probablemente desaparecerá por completo. Las 40 millones de personas que aún viven de él se verán obligadas a emigrar hacia el sur, donde hay más precipitaciones. Es un desastre anunciado.
La
migración siempre ha existido como una estrategia de adaptación al entorno
cambiante. Pero el número de personas obligadas a migrar debido al cambio
climático lleva aumentando drásticamente desde los años 1990. Es una doble
injusticia: los países industrializados, que se enriquecieron a expensas de
otros países, dañan la atmósfera con sus emisiones y condenan a los habitantes
de las regiones más pobres a ser víctimas por segunda vez. Es el caso de
Mohammed Ibrahim. Cuando el lago Chad empezó a calentarse y secarse cada vez
más, decidió migrar donde las temperaturas no eran tan inhumanas y aún quedaba
algo de agua. Durante muchos años y en compañía de su esposa, sus hijos y sus
70 camellos, pasó de Níger a Chad y después cada vez más al sur. El calor
sofocante persiguió a Mohammed y sus animales, que se fueron muriendo de sed.
Ahora vive con su familia en un campamento de refugiados cerca del lago Chad y
solo le quedan siete camellos. Mohammed Ibrahim es una de las tantas personas
del Sahel que han abandonado su tierra natal no por guerras ni crisis, sino por
las altas temperaturas. Es un refugiado climático. ¿Cuántas personas se verán
obligadas a abandonar sus hogares para mediados de este siglo? El documental
aborda esta cuestión y para ello va a la zona del Sahel, a Indonesia y a la
tundra rusa, los denominados focos del cambio climático.