Esperar
con María
Esperar con María al Nacimiento del Redentor, implica el ser pregoneros del mucho amor que Dios nos tiene.
Conlleva ser altavoces de su presencia en una sociedad en la que, los ruidos y las luces, nos impiden escuchar y ver la huella de Dios en tantos momentos de la Navidad.
En cierta ocasión, un enamorado que escuchó el “SI” de su amada, subió a lo más alto de un edificio para gritar:
¡Soy feliz! ¡Me ama!. Poco le importó “el qué dirán”, la altura de los pisos o, incluso, las horas intempestivas en que se decidió a realizar tal hazaña: el amor le tenía totalmente poseído, feliz, radiante.
Ojalá, que en estas antevísperas de la Navidad, tengamos un poco el entusiasmo de enamorados de Cristo.
La
valentía de María que, encontrándose en estado de buena esperanza, no dudo en
ser portadora del mismo Cristo por difíciles caminos y montañas que separaban.
Nazaret del pueblo de su prima Santa Isabel. A nosotros, amigos, no se nos pide tanto. No se nos exige cruzar desiertos o escalar riscos para dar razón de lo qué creemos.
Pero,
eso sí, que no olvidemos que Dios continúa encarnándose y habitando en
nosotros.
Que nos necesita para ser sus pies, sus manos, sus ojos y su voz para seguir renovando este viejo mundo con su amor y su paz.
¡Vaya
par de mujeres al servicio de la esperanza!
Que, también nosotros, sepamos impregnarnos un poco de este testimonio vivo y valiente de María y de Isabel. Que lejos de ser tibios en nuestras expresiones religiosas, en nuestras manifestaciones cristianas, hagamos creíble el mensaje de salvación acogiéndolo y dándolo a conocer.
¡Benditos
seamos, si así somos y lo hacemos!
¡Gracias, María !.
Javier
Leoz
Colaboración de Juan de la Cruz