ALEGRÍA
Y AMOR
En
aquel tiempo había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba
allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el
vino, y la madre de Jesús le dijo:
No
les queda vino.
Jesús
le contestó:
Mujer,
déjame, todavía no ha llegado mi hora.
Su
madre dijo a los sirvientes:
Haced
lo que él diga
Había
allí colocadas seis tinajas de piedra, para la purificaciones de los judíos, de
unos cien litros cada una.
Jesús
les dijo:
Llenad
las tinajas de agua.
Y
las llenaron hasta arriba.
Entonces
les mandó:
Sacad
ahora, y llevádselo al mayordomo.
Ellos
se lo llevaron.
El
mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía ( los
sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio
y le dijo:
Todo
el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en
cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.
Así,
en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe
de sus discípulos en él.
Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días(Juan 2,1 – 11).
LENGUAJE
DE GESTOS
El
evangelista Juan no dice que Jesús hizo <<milagros>> o
<<prodigios>>. Él los llamó <<signos>> porque son
gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos.
En concreto, los signos que Jesús realiza orientan hacia su persona y nos
descubren su fuerza salvadora.
Lo
sucedido en Caná de Galilea es el comienzo de todos los signos. El prototipo de
lo que Jesús irá llevando a cabo a lo largo de su vida.
La
religión de la ley, escrita en tablas de piedra, está exhausta; no hay agua
capaz de purificar al ser humano. Esa religión ha de ser liberada por el amor y
la vida que comunica Jesús.
Para
comunicar la fuerza transformadora de Jesús no bastan las palabras, son
necesarios los gestos.
A muchos contemporáneos, la palabra de la Iglesia los deja indiferentes. Nuestras celebraciones los aburren. Necesitan conocer signos más cercanos y amistosos por parte de la Iglesia para descubrir en los cristianos la capacidad de Jesús para aliviar el sufrimiento y la dureza de la vida.
ALEGRÍA
Y AMOR
El
evangelista habla de una boda en Caná de Galilea. La escena tiene un carácter
claramente simbólico. Ni la esposa ni el esposo tiene rostro: no hablan ni
actúan. El único importante es un <<invitado>> que se llama Jesús.
El
vino es indispensable en una boda. Para aquellas gentes, el vino era, además,
el símbolo más expresivo del amor y la alegría. Lo decía la tradición:
<<El vino alegra el corazón>>. Lo cantaba la novia a su amado en un
precioso canto de amor: <<Tus amores son mejores que el vino>>.
¿Qué puede ser una boda sin alegría y sin amor?, ¿qué se puede celebrar con el
corazón triste y vacío de amor?
Jesús
transforma el agua en vino. Su intervención va a introducir amor y alegría en
aquella religión. Esta es su primera aportación.
¿Cómo podemos pretender seguir a Jesús sin cuidar más entre nosotros la alegría y el amor?, ¿qué puede haber más importante que esto en la Iglesia y en el mundo?.
VINO
BUENO
Jesús
es de todos, no solo de los cristianos. Su vida y su mensaje son patrimonio de
la humanidad.
Nadie
ha comunicado una experiencia tan sana de Dios sin proyectar sobre él
ambiciones, miedos y fantasmas.
Nadie
se ha acercado al dolor humano de manera tan honda y entrañable. Nadie ha
abierto una esperanza tan firme ante el misterio de la muerte y la finitud
humana.
Hoy,
cuando las ideologías y religiones experimentan una crisis profunda, la figura
de Jesús escapa de toda doctrina y trasciende toda religión, para invitar
directamente a los hombres y mujeres de hoy una vida más digna, dichosa y
esperanzada.
Jesús
puede ser hoy fermento de nueva humanidad. Su vida, su mensaje y su persona
invitan a inventar formas nuevas de vida sana.
Él puede despertar el gusto por una vida más humana en personas vacías de interioridad, pobres de amor y necesitadas de esperanza.
FALTA
VINO
Es
una situación triste que solo quedará transformada por el <<vino>>
nuevo aportado por Jesús.
Un
<<vino>> que solo lo saborean quienes han creído en el amor
gratuito de Dios Padre y viven animados por un espíritu de verdadera
fraternidad.
Vivimos
en una sociedad donde cada vez se debilita más la raíz cristiana del amor
desinteresado.
Esta sociedad, donde la persona es fácilmente utilizada al servicio de intereses egoístas, necesita la reacción vigorosa de quienes creemos que todo ser humano es intocable, pues es hijo de Dios y hermano nuestro. El amor al hermano como alguien digno de ser amado de manera absoluta es un <<vino>> que comienza a escasear. Pero no lo olvidemos. Sin este <<vino>> no es posible la verdadera alegría.
CASARSE
Tengo
la impresión de que la mayoría de los esposos cristianos viven su matrimonio
sin sospechar siquiera la grandeza que encierra su vida matrimonial.
Por
eso, tal vez lo más urgente y apasionante para las parejas cristianas es
entender bien que significa <<celebrar el sacramento del
matrimonio>>.
<<Sacramento>>
es una palabra gastada que apenas dice hoy algo a muchos cristianos. Bastantes
no saben siquiera que, en su origen, <<sacramento>> significa
<<signo>>, <<señal>>.
Cuando
dos creyentes se casan por la Iglesia lo que buscan es convertir su amor en
sacramento, es decir, en signo o señal del amor que Dios vive hacia sus
criaturas.
Esto
es lo que los novios quieren decir con su gesto en el momento de la boda:
<< Nosotros nos queremos con tal verdad y fidelidad, con tanta ternura y
entrega, de manera tan total, que nos atrevemos a presentarnos nuestro amor
como <<sacramento>>, es decir, como signo del amor que Dios nos
tiene.
La
boda no es sino el inicio de una vida en la que los esposos pueden descubrir a
Dios en su propio amor matrimonial.
A
pesar de sus errores y sus limitaciones, en el interior de su amor han de
saborear ellos la gracia de Dios, su cercanía y su perdón.
Nunca es tarde para aprender a vivir con más hondura. Aquel Jesús que iluminó con su presencia la boda de Caná puede enseñar a los esposos cristianos a beber todavía un <<vino mejor>>.
José
Antonio Pagola
Colaboración
de Juan de la Cruz