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27 de enero de 2022

EVANGELIO DOMINGO 30-Enero-2022- (Lucas 4, 21-30) - REFLEXIONES DE PAGOLA


                  RECHAZADO EN SU PUEBLO



En aquel tiempo comenzó Jesús a decir en la sinagoga:

Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían:

¿No es este el hijo de José?

Y Jesús les dijo:

Sin duda me recitaréis aquel refrán: <<Médico, cúrate a ti mismo>>: haz también aquí, en tu tierra, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.

Y añadió:

Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio.

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo, hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.

Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba (Lucas 4,21-30).


UN DICHO DE ACTUALIDAD

Jesús no parece sorprenderse. <<Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su pueblo>>.

El refrán de Jesús no es una trivialidad, pues encierra una gran verdad. El profeta nos enfrenta a la verdad de Dios, pone al descubierto nuestras mentiras y cobardías y nos llama a un cambio de vida. No es fácil escuchar su mensaje. Resulta más cómodo <<echarlo fuera>> y olvidarnos de él.

Los cristianos decimos cosas tan admirables de Jesús que a veces olvidamos su dimensión de <<profeta>>.

A Jesús, <<Profeta de Dios>>, le dejamos penetrar en nuestra vida cuando acogemos su palabra, nos dejamos transformar por su verdad y seguimos su estilo de vida.

Esta es la decisión más importante de los seguidores de Jesús: o acogemos su verdad o la rechazamos. Esta decisión, oculta a los ojos de los demás y solo conocida por Dios, es la que decide el sentido de mi vida y el acierto o desacierto de mi paso por el mundo.


¿NOS QUEDAREMOS SIN PROFETAS?

Jesús es y actúa como profeta. No es un sacerdote del templo ni un maestro de la ley. Su vida se arraiga en la tradición profética de Israel.

Su autoridad proviene de Dios, empeñado en alentar y guiar con su Espíritu a su pueblo querido, cuando los dirigentes políticos y religiosos no saben hacerlo. No es casual que los cristianos confiesen a Dios encarnado en un profeta.

Los rasgos del profeta son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta, donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el profeta se atreve a vivir la realidad desde la compasión de Dios por los últimos. Y critica las injusticias y llama a la conversión y el cambio.

Por otra parte, cuando la misma religión se acomoda a un orden de cosas injusto y sus intereses ya no responden a los de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y recuerda a todos que solo Dios salva.

Una Iglesia que ignora la dimensión profética de Jesús y de sus seguidores corre el riesgo de quedarse sin profetas.

Una Iglesia sin profetas corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y el cambio. Un cristianismo sin espíritu profético tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios.

 

EL MIEDO A SER DIFERENTES

Pronto pudo ver Jesús lo que podía esperar de su propio pueblo.

Su actuación libre y liberadora resultaba demasiado molesta. Su comportamiento ponía en peligro demasiados intereses.

Jesús lo sabe desde el inicio de su actividad profética. <<Ningún profeta es bien mirado en su tierra>>.

Los creyentes no lo deberíamos olvidar. No se puede pretender seguir fielmente a Jesús y no provocar, de alguna manera, la reacción, la crítica y hasta el rechazo de quienes, por diversos motivos, no pueden estar de acuerdo con un planteamiento evangélico de la vida.

Hace mucho tiempo que está de moda <<estar a la moda>>. Nos resulta difícil vivir a contracorriente. Nos da miedo ser diferentes.

Se necesita una gran dosis de coraje para ser fieles a las propias convicciones, cuando todo el mundo se acomoda y adapta a <<lo que se lleva>>. Se está más seguro sin salirse del rebaño.

Y así seguimos caminando. En rebaño. Mientras desde el Evangelio se nos sigue invitando a ser fieles al proyecto de Jesús, incluso cuando pueda acarrearnos la crítica y el rechazo por parte de la sociedad, e incluso dentro de la Iglesia.

 

CUANDO UN PUEBLO SE EQUIVOCA

Nadie se atreve a elevar una voz que pueda parecer contraria al pueblo.

Un pueblo, por el mero hecho de serlo, no es automáticamente infalible. Los pueblos también se equivocan. Los pueblos también son injustos.

Y es entonces precisamente cuando ese pueblo necesita hombres y mujeres que le digan con sinceridad y valentía sus errores.

Un pueblo que no tiene en cada momento hijos e hijas que se atrevan a denunciarle sus errores e injusticias es un pueblo que corre el riesgo de ir <<perdiendo su conciencia>>.

Es triste constatar que el refrán judío continúa siendo realidad: <<Ningún profeta es bien mirado en su tierra>>.

Y los pueblos siguen desoyendo a sus profetas como aquel de Nazaret que expulsó un día a Jesús, el mejor y más necesario para el pueblo.

 

NADIE ESTÁ SOLO

Todavía hoy se da entre los cristianos un cierto <<elitismo religioso>> que es indigno de un Dios que es amor infinito.

Dios siempre actúa así: escoge un <<pueblo elegido>> sea el pueblo de Israel o la Iglesia, y se vuelca totalmente en él, dejando a los demás pueblos y religiones en un cierto abandono.

Más aún. Se ha afirmado con toda tranquilidad que <<fuera de la Iglesia no hay salvación>>, citando frases como la tan conocida de san Cipriano, que sacada de su contexto, resulta escalofriante:

<<No puede tener a Dios por Padre el que no tiene a la Iglesia por Madre>>.

Es cierto que el Concilio Vaticano II ha superado esta visión indigna de Dios afirmando que <<él no está lejos de quienes buscan, entre sombras e imágenes al Dios desconocido, puesto que todos reciben de él la vida, la inspiración y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven>> (Lumen Gentium 16).

Hay que decirlo con toda claridad. Dios, que crea a todos por amor, vive volcado sobre todas y cada una de sus criaturas. A todos llama y atrae hacia la felicidad eterna en comunión con él.

Allí donde hay un ser humano, cualquiera que sea su religión o su agnosticismo, allí está Dios suscitando su salvación. Su amor no abandona ni discrimina a nadie.

Dios no se ajusta a nuestros esquemas y discriminaciones.

Todos son sus hijos e hijas, los que viven en la Iglesia y los que la han dejado. Dios no abandona a nadie.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan de la Cruz