Salmo
28. El Señor bendice a su pueblo con la paz
Rafael Prieto
No
te canses, Señor, de bendecirnos,
sobre
todo con tu paz maravillosa,
el
don que más necesitamos.
Repítenos
cada mañana el tema de la paz.
Sea
tu bendición como grito poderoso
que
acalla a todos los violentos,
como
la voz de aguas torrenciales:
¡Basta
ya! Basta ya de destruiros.
Basta
ya de muertes y de sangre.
Basta
ya de odios y locuras.
¡Basta ya! ¡Basta….!
Sea
tu paz como lluvia de tormenta
que
arrastra hacia el mar todas las armas.
No,
que no vayan al mar,
que
no haya nunca mares muertos.
Que
vayan al vacío y a la nada.
las
navajas pendencieras, los puñales, las espadas,
los
arsenales secretos de las bombas,
del
veneno y de todo lo que mata.
Sea
tu voz potente, magnífica, victoriosa,
sobre
los gritos de los héroes,
en
el fragor de los campos de batalla
y
sobre el consejo silencioso de los señores de la guerra.
Tu
voz penetrante, liberadora,
como
himno de alegría,
como
sinfonía de esperanzas,
anuncio
del día nuevo,
promesa
de tierra nueva,
semilla
de vida nueva.
Y
el Señor abre sus brazos como el arco iris
abrazando
a sus hijos con la paz.
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