Dije al almendro….
Martín Irure
Dije al almendro: ¡háblame de Dios!
Y el almendro floreció.
Dije al pobre: ¡háblame de Dios!
Y el pobre me ofreció su capa.
Dije al sueño: ¡háblame de Dios!
Y el sueño se hizo realidad.
Dije a la casa: ¡háblame de Dios!
Y se abrió la puerta.
Dije a un niño: ¡háblame de Dios!
Y el niño me lo pidió a mí.
Dije a un campesino: ¡háblame de Dios!
Y el campesino me enseñó a labrar.
Dije a la naturaleza: ¡háblame de Dios!
Y la naturaleza se cubrió de hermosura.
Dije al amigo: ¡háblame de Dios!
Dije a un pequeño: ¡háblame de Dios!
Y el pequeño se sonrió
Dije al ruiseñor: ¡háblame de Dios!
Y el ruiseñor se puso a cantar.
Dije a un guerrero: ¡háblame de Dios!
Y el guerrero dejó sus armas.
Dije al dolor: ¡háblame de Dios!
Y el dolor se transformó en
agradecimiento.
Dije a la fuente: ¡háblame de Dios!
Y el agua brotó.
Dije a mi madre: ¡háblame de Dios!
Y mi madre me dio un beso en la frente.
Dije a la mano: ¡háblame de Dios!
Y la mano se convirtió en servicio.
Dije al enemigo: ¡háblame de Dios!
Y el enemigo me tendió la mano.
Dije a la gente: ¡háblame de Dios!
Y la gente se amaba.
Dije a la Biblia: ¡háblame de Dios!
Y la Biblia se ahogó de tanto hablar.
Dije a la voz: ¡háblame de Dios!
Y la voz no encontró palabras.
Dije a Jesús: ¡háblame de Dios!
Y Jesús rezó el “Padrenuestro”.
Dije temeroso al sol poniente: ¡háblame
de Dios!
Y el sol se ocultó sin decir nada.
Pero al día siguiente, al amanecer,
cuando abría la ventana,
me volvió a sonreír.
Palabras para el silencio
Colaboración
de Juan de la Cruz