Palabras
a Voleo
Martín Valmaseda
Hoy les proponemos como palabra una imagen que grita. La imagen es esta camioneta cargada hasta los topes en Guatemala y el grito es el del "brocha", el muchachón que acompaña al piloto y grita desde la puerta;
¡¡¡Entren que
dentro hay sitio!!!
Pues esto es lo que pasa a los que se llaman creyentes en Jesús, y piensan que sólo ellos se salvan y no hay sitio para los demás, pagan, protestantes, islamistas, a Jesús en su pueblo le acusaban de que abría todas las puertas. Ese carpintero, hijo de José,,, ya no les digo más y les pongo unas frases de fray Marcos que os pueden hacer abrir los brazos y como seguidores de Jesús abrir los brazos a todos. Leamos a fray Marcos:
¿No es este el hijo de José? La razón para rechazar las pretensiones de Jesús es que es uno del pueblo, conocido de todos. La grandeza de Jesús está en que, siendo uno de tantos, fue capaz de descubrir lo que Dios esperaba de él. Jesús no es un extraterrestre que trae de otro mundo poderes especiales, sino un ser humano que saca de lo hondo de su ser lo que Dios ha puesto en todos. Habla de lo que encontró dentro de sí mismo y nos invita a descubrir y vivir en nosotros lo mismo que él descubrió y vivió.
El primer rechazo que sufre Jesús en Mateo no viene de los sumos sacerdotes ni de los escribas o fariseos, sino del pueblo sencillo. Sus paisanos ven que no va a responder a las expectativas del judaísmo oficial, y se enfadan. Cualquier visión que vaya más allá de los intereses del gueto (familia, pueblo, nación) será interpretada como traición a la institución. Las instituciones tienen como primer objetivo la defensa de unos intereses frente los intereses de los demás. Incluso nuestra manera de entender el ecumenismo responde, la mayoría de las veces, a esta dinámica contraria al evangelio.
No
pueden aceptar un mesianismo para todos. Ellos esperaban un Mesías poderoso que
les iba a librar de la opresión de los romanos y a solucionar todos los
problemas materiales. Si Jesús se presenta como tal liberador, ellos tenían que
ser los primeros beneficiarios de ese poder. Al darse cuenta de que no va a ser
así, arremeten contra él. El odio es siempre consecuencia de un amor imposible.
El evangelista echa mano del AT para demostrar que los profetas ya habían
manifestado esa actitud de Dios a favor de los extranjeros. Quiere decir que su
mensaje no es contrario ni ajeno a la Escritura.
El
Dios de Jesús no puede tener privilegios, ama a todos infinitamente. Dios no
nos ama por lo que somos o por lo que hacemos. Dios nos ama por lo que Él es.
Ama igual al pobre y al rico, al blanco y al negro, al cristiano y al musulmán,
a la prostituta y a la monja de clausura, a Teresa de Calcuta y a Bin Laden. En
algún momento de esta escala progresiva nos patinarán las neuronas. Es más de
lo que podemos aguantar. Nos pasa lo que a los paisanos de Jesús. Mientras
sigamos pensando que Dios me ama porque soy bueno, nadie nos convencerá de que
debemos amar al que no lo es.
Jesús
viene a anunciar una salvación de todas las opresiones. Pero esa salvación no
depende de Dios ni de un intermediario sino de cada uno de nosotros. Su
salvación no va contra nadie, sino a favor de todos. Ahora bien, no debemos ser
ingenuos, lo que es buena noticia para los oprimidos, es mala noticia para los
opresores. De ahí que, en tiempo de Jesús, y en todos los tiempos, los que
gozan de privilegios se opongan a esa práctica liberadora. Si no estamos
dispuestos a liberar al oprimido, somos opresores.
Tenemos
que comprender que el opresor no hace mal porque daña al oprimido, sino que
hace mal porque se hace daño a sí mismo. El que explota a otro le priva de unos
bienes que pueden ser vitales, pero lo grave es que él mismo se está
deteriorando como ser humano. El daño que hace le afecta al otro en lo
accidental. El daño que se hace a sí mismo le afecta en lo esencial. El que
muere por mi culpa puede morir repleto de humanidad; pero yo, al causar su
muerte, me hundo en la más absoluta miseria.
¿Hemos
caído en la cuenta de que lo único que puede garantizar mi religiosidad es el
servicio a los demás? ¿Nos hemos parado a pensar que sin amor no soy nada?
Ahora bien, el único amor del que podemos hablar es el amor a los demás. Sin
éste, el amor que creemos tener a Dios, es una falacia. La única pregunta a la
que debo contestar es esta. ¿Amo sin exclusión? Sin amor, nuestra vida cristiana
se convertirá en un absurdo.
¡ ENTREN DENTRO QUE TODOS CABEN !
Fray Marcos