El
Señor es mi luz y mi salvación (salmo 26)
I.
Aunque
se apaguen todas las luces,
aunque
quieran asustarme con fantasmas y demonios,
aunque
escuche terribles amenazas,
los
ruidos de la ciudad y de la selva,
no
temeré.
Llevo
una luz muy dentro
que
nadie puede apagar,
alguien
me conforta interiormente.
No
temas, me dice,
y me lleva de la mano.
Si
él me habla, todo se enciende en mí.
Si
dice una palabra,
ruidos
y pesadillas se desvanecen.
Si
me enseña, aprendo a crecer.
Su
palabra calma vientos y tempestades,
pacifica
y ahuyenta los malos espíritus.
Si
él está conmigo,
¿quién
me hará temblar?
Sólo
le pido una cosa:
que
se quede en mí como en su casa,
que
no se vaya, que no se calle,
al
menos que no dure demasiado su silencio.
II
¿Cuándo
podré ver su rostro?
¿Cuándo
podré gozar de su presencia?
¿Cuándo
dejaremos de llorar?
¿Cuándo
callarán las armas?
¿Cuándo
la enfermedad y la muerte serán vencidas?
¿Cuándo
descansaremos de tantas fatigas?
¿Cuándo
seremos solidarios?
¿Cuándo
aprenderemos a ser libres?
¿Cuándo
alcanzaremos el país de la vida?
_
Oigo al Señor que me dice:
Existe
una flor que se llama esperanza.
Espera
y lucha.
Espera
y reza.
Espera
y ama.
El
que vive en amor
ya
ha llegado a la meta.
LOS
OTROS SALMOS
Colaboración de Juan de la Cruz