Comunidad
(
Alfabeto de la vida comunitaria )
Agradecer
a Dios el regalo de las personas
con
quien convivimos.
Buscar
el bien común por encima
de
los intereses personales.
Corregir
con compasión al hermano
que
se equivoca.
Dar
lo mejor de uno mismo, permaneciendo
siempre
disponible para el servicio.
Estimar
a los demás reconociendo
sus
capacidades.
Fortalecer la fe del decaído y animarlo en las
motivaciones
de vida comunitaria.
Ganar
la confianza del hermano arrimando
el
hombro a llevar su carga.
Hablar
con sinceridad, sin zalamerías ni
halagos,
pero con amabilidad.
Interceder
por los otros a Dios,
antes
que por los intereses propios.
Juntarse
al que ha tropezado o se ha hundido.
Llorar
con el que llora y cantar
con el que está alegre.
Mediar
entre los hermanos que no se comprenden.
Necesitar
de la mano del compañero sin complejos.
Olvidar
el miedo a estar al servicio de los demás
o a ser considerado el último de la comunidad.
Preocuparse
por el débil y el necesitado.
Quitar
los obstáculos de los prejuicios y tópicos.
Respetar
las opiniones de los demás, sin caer
en
la tolerancia tácita.
Salir
al encuentro del hermano: a su mentalidad,
a sus necesidades.
Tolerar
los defectos y límites con buen humor.
Unir
con la concordia a los hermanos para así
vivir
en paz y armonía con todo el mundo.
Valorarse
con realismo, sin considerarse más que
los
compañeros ni darse aires de importancia.
Yuxtaponerse
al lado del que necesita un empujoncito.
Zanjar
las desavenencias y ofensas sin resentimientos,
ni
remilgos.
Palabras
para el silencio
Colaboración
de Juan De la Cruz Garcia