Dios mío ¿por qué me has abandonado? (b) (salmo 21)
Rafael Prieto
Eres,
Dios mío mi noche y mi silencio.
Me
dejas desamparado
en
el momento que más te necesito.
Soy
un niño en medio de lobos y leones,
soy
el gusano de la tierra,
soy
el hazmerreír de la gente,
el tonto del pueblo.
Me
han clavado en el palo,
como
desecho y vergüenza,
como
amuleto de maldición,
como
espantapájaros, espantahombres de mal agüero.
Pero
tú, Dios mío,
mi
amor antiguo, mi vientre materno y mi alimento.
Tú
no te rías de mí, no me desprecies.
Tú
no me maldigas ni me abandones,
no
me mandes a los infiernos con tu olvido.
Mírame,
como siempre, con cariño,
besa
mis heridas, alivia mis dolores,
lava
con tus lágrimas mi cuerpo ensangrentado,
sacia
toda mi sed con tu palabra,
pon
tu amor en esta cruz maldita
y
haz que este signo de maldición
se
convierta en lluvia de bendiciones,
que
este instrumento de muerte y de tortura
sea
fuente de gracia y sacramento de vida.
Tú,
Dios mío, Padre mío, amor mío.
Dios
mío, ¿por qué me has abandonado? (c) (salmo 21).
¿Por
qué me has abandonado, Dios mío,
y
me dejas en esta cruz horrenda?
¿Por
qué no mandas a tus santos ángeles
para
arrancar los clavos que a ella me sujetan?
¿Por
qué me dejaste solo?
¿Por
qué te callas ahora y no contestas?
¿Por
qué no me das un poco de luz y tu consuelo?
¿No
eras tú mi única defensa?
Dios
mío, ¿por qué me estás abandonando, cada día, en cada rincón de la tierra?
¿Por
qué permites que me crucifiquen,
que
millones y millones de veces muera?
¿Ese
silencio no te hace culpable?
Dios
mío, estoy delirando. No sé lo que digo.
Perdona
mis dudas y blasfemias.
No
entiendo nada. Es la noche
y
me envuelven las tinieblas.
Pero
tú sabes que te amo.
Sí.
Acepto tu razón secreta.
Yo
no sé, pero algo tuyo muere con nosotros,
son
tuyas también las muertes nuestras.
Confío.
Padre. Lo grito y lo proclamo
desde
esta cruz sangrienta.
Confío.
Siempre he confiado.
Pongo
mi espíritu en tus manos que me esperan.
Los Otros Salmos
Colaboración de Juan de la Cruz