COMUNICADO
LXXII CÍRCULO DE SILENCIO DE CÁDIZ
11
de mayo de 2022
“Las
migraciones como oportunidad”
Las
migraciones se han convertido en un fenómeno complejo.
Los
movimientos migratorios ofrecen oportunidades para las personas que se
desplazan y conllevan un gran potencial para las economías.
Sin
embargo, implica también riesgos como la fuga de capital humano, la desintegración
familiar y una fuerte desprotección.
Personas
que se van y no vuelven. Otras que parten y regresan. Hombres, mujeres y niños
traspasando fronteras locales, regionales, nacionales... y también fronteras
sociales y culturales.
Un
hormiguero de desplazamientos moviliza al mundo en esta “era de la migración” –según la definen algunos analistas-,
surcando y conectando territorios, a pesar de las fronteras, los Estados, las
leyes y los riesgos para las propias personas migrantes.
Los movimientos migratorios han formado parte históricamente de las relaciones cotidianas entre los países, las comunidades y las familias. No comenzaron con la globalización, aunque ésta, evidentemente, ha alterado visiblemente el mapa migratorio.
En
un mundo más interconectado que nunca y cuando los flujos financieros, de
información y de comercio se liberalizan, la movilidad de las personas se
estimula. Pero el impulso pronto se topa con fuertes obstáculos que intentan
restringir la migración y que revelan que la globalización es asimétrica y
profundiza las desigualdades en los niveles de desarrollo. Aún así, lejos de
detenerse, los movimientos migratorios buscan otras rutas y se materializan en
formas irregulares y peligrosas, incrementando la vulnerabilidad en la que de
por sí se coloca una persona al migrar.
En
este mundo globalizado, la migración parece un fenómeno fuera de control que
amenaza la seguridad de las naciones y ha despertado un sentimiento
anti-migratorio.
Los
consulados de muchos países desarrollados rechazan miles de solicitudes de
visado a diario, y en las costas del Mediterráneo cada día arriban de forma
clandestina miles de migrantes africanos, que son perseguidos por las
autoridades europeas en el afán de frenar ese flujo de personas que parece no
terminar.
En
las capitales europeas, cada vez son más frecuentes los estallidos de violencia
contra los migrantes, que terminan por convertirse en grupos segregados,
vulnerables a los ataques de xenofobia.
De
esta forma, los migrantes como grupo social, se han convertido en el vertedero de nuestros miedos. A ellos
les atribuimos el aumento de la delincuencia o la falta de oportunidades
laborales.
Sin
embargo, hemos olvidado que la migración
es un fenómeno natural que nutre los procesos sociales y que contribuye en
buena medida al desarrollo económico de los países a los que llegan los
migrantes.
Por
ello, sin obviar los riegos de las migraciones, hoy queremos dedicar nuestro
Círculo de silencio a reflexionar sobre las
oportunidades que suponen las migraciones.
Las
personas que se marchan de sus países van en busca de empleo y mejor calidad de
vida, pero también de libertad, justicia e igualdad de oportunidades. Migran
porque las restricciones para el ejercicio de sus derechos económicos y
sociales terminan minando su derecho a permanecer.
Partir
se transforma en una oportunidad para quienes disponen de un mínimo de capital
humano y no están en condiciones de materializar sus aspiraciones de movilidad social
en sus países de origen.
La
migración conlleva un gran potencial para las economías de las sociedades
receptoras y también para las de los países de origen, dado el enorme impacto
macroeconómico de las remesas, es decir, el dinero enviado por los migrantes a
sus familiares que permanecen en el lugar de origen. Para algunos países, las
remesas equivalen a entre el 7 y el 10% del PIB.
A
nivel individual, la experiencia de migrar mejora los desempeños sociales,
proporciona mayores cuotas de poder a nivel doméstico y público y progresos
salariales sustantivos.
Por
otro lado, naciones como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania o
Francia, le deben en parte su grandeza económica a millones de migrantes que
han contribuido a ella con su trabajo.
La
migración ha contribuido a la construcción de sociedades multiculturales que
ponen de manifiesto la riqueza cultural de nuestra civilización.
Además,
nuestra Europa envejecida, necesita de la población joven que vienen de otros
continentes. En España, por ejemplo, el número de nacimientos descendió hasta
los 338.532 en 2021, un 0,6% menos que en 2020 (2.103 menos), alcanzando un
nuevo mínimo histórico, según la estimación mensual de nacimientos del
Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2022.
Así
que la migración no debe ser percibida como una amenaza, debe percibirse como
una oportunidad para nutrir y fortalecer nuestras sociedades.
Las
personas sensibles y comprometidas con esta realidad tenemos la obligación
moral de reflexionar en torno a la imagen que hemos construido sobre las
personas que migran y sobre nuestra actitud frente a ellas.
Debemos
también seguir exigiendo a los gobernantes de la a Unión Europea que busquen
nuevas vías legales y seguras para quienes se encuentran en situaciones de
riesgo y desean cruzar el Mediterráneo, lo cual podría implicar extender
visados humanitarios, de trabajo y de reunificación familiar, con solicitudes
que se habrían de procesar en el exterior.
Nuestro
continente necesita desesperadamente una manera distinta de ver el fenómeno
migratorio.
Los
países de la UE tienen dos opciones: o hacen un vano intento por retroceder a
modelos de estado obsoletos y monoétnicos, o aceptan la diversidad, entendiendo
que sus culturas nacionales no solo sobrevivirán, sino que florecerán gracias a
ella.
Proceder
de ese modo no implicaría de manera alguna abandonar los valores centrales
europeos, pero requeriría respetar a todos quienes los adopten,
independientemente de su raza o credo.
Algunos
ven el Mediterráneo como la parte más vulnerable de Europa, pero el verdadero
talón de Aquiles de nuestro continente es no ser capaz de construir sociedades
acogedoras y diversas que nos permitan caminar “HACIA UN NOSOTROS CADA VEZ MÁS
GRANDE”.
Amigos,
comienza nuestro tiempo de silencio.
MESA
DIOCESANA DE ATENCION Y ACOGIDA DE MIGRANTES Y REFUGIADOS
DE CÁDIZ Y CEUTA
Colaboración
de Juan de la Cruz García