Jesús López Sáez lleva décadas dedicado a investigar si el Papa Juan Pablo I —que duró solo 33 días— fue asesinado, aunque el Vaticano sostiene que su muerte fue natural. Acaba de publicar ‘El Papa que mataron’ (Málaga, Última Línea) y ha recibido contestación del Vaticano de forma acogedora.
Juan Pablo I se escandalizó del manejo que hacía el Vaticano con sus finanzas, con una posible estafa en compra de acciones de por medio. Y duró solo 33 días en el cargo. Usted ha publicado otros libros donde era más sutil, ahora apunta directamente al magnicidio.
Bueno, yo siempre me he pronunciado sobre el hecho en cuestión: muerte provocada en el momento oportuno. Eso sí, siempre me ha costado pensar que el arzobispo banquero Paul Marcinkus fuera responsable de la muerte de Juan Pablo I. Con los datos ahora disponibles, voy más allá: me pronuncio sobre la trama oculta que perpetró el asesinato. Para mí, el mafioso Anthony Raimondi es el presunto autor material; Marcinkus, el presunto autor intelectual. Hay dos sospechosos que todavía viven: el secretario irlandés, John Magee, que se inventó lo del dolor en el pecho, y el mayordomo Ángelo Gugel, que le dio al Papa una pastilla, cuando su enfermera era sor Vincenza y su médico personal, el Dr. Antonio Da Ros, quince años después rompió su silencio y dijo que el Papa estaba bien y que él no recetó nada aquella tarde.
A Juan Pablo I le pusieron una pastilla de Valium en el té para dormirle y, después, le remataron con cianuro en la boca»
Llama la atención que acuse también a una logia masónica. El contubernio judeomasónico es más propio de obsesiones ultraderechistas. ¿Por qué los masones iban a asesinar al Papa más progresista que hubo hasta la fecha?
Una cosa es el contubernio judeomasónico, de clara inspiración franquista, y otra el hecho de que banqueros del papa Montini como Michele Sindona y Roberto Calvi fueran miembros de la logia masónica Propaganda Dos (P-2). Esto es un hecho constatado. También es un hecho que el arzobispo Marcinkus y el abogado Vittorio Trocchi, secretario general del Governatorato vaticano, figuraban en la lista de 121 masones vaticanos publicada por el periodista Mino Pecorelli en la revista Osservatore Político el 12 de septiembre de 1978. Poco después, el 20 de marzo de 1979, el periodista fue asesinado de un tiro en la boca. El abogado Vittorio Trocchi denegó la realización de la autopsia al doctor Renato Buzzonetti, que tenía que hacer el diagnóstico y firmar el certificado de defunción. Juan Pablo I quería cortar los escandalosos negocios vaticanos y, de modo especial, la relación del IOR (Instituto para Obras de Religión, conocido como el Banco Vaticano) con el Banco Ambrosiano. Es decir, quería echar a los mercaderes del templo. Para él estaba en juego la credibilidad de la Iglesia.
Hace dos años publicó ‘Albino Luciani: caso abierto’. Tras la publicación de un libro de un gánster, usted saca ‘El Papa que mataron’ ya prácticamente sin dudas sobre su asesinato. ¿Por qué fiarse del testimonio de un mafioso?
Desde que en 1984 me encontré con el libro ‘En nombre de Dios’ del investigador inglés David Yallop, no he tenido dudas sobre el asesinato del papa Luciani. Si el Papa murió de forma natural, entonces hay muchas cosas que no se entienden. Si murió de forma provocada, entonces se entiende todo. En realidad, no pensaba publicar otro libro sobre Juan Pablo I. Sin embargo, ha habido (entre otras) dos novedades importantes, una oficial y otra mafiosa. En primer lugar, la publicación en Italia de la biografía oficial del proceso de beatificación de Juan Pablo I (2018). La biografía presenta aspectos que hay que comentar y diversas omisiones que hay que señalar. Además, presenta un dato ocultado durante cuarenta años: la denegación de la autopsia al doctor que tenía que hacer el diagnóstico sobre la causa de la muerte de Juan Pablo I. En segundo lugar, se ha publicado en Nueva York el libro ‘When the Bullet hits the Bone’ (2019), según el cual le pusieron al Papa una pastilla de Valium en el té para dormirle y, después, le remataron con cianuro en la boca.
En septiembre beatificarán al Papa de la sonrisa. ¿Lavado de imagen de un ‘Papa bueno’ pero que no moleste?
En carta, con fecha 12 de marzo de 2022, le digo al papa Francisco: “Juan Pablo I será beatificado el 4 de septiembre de 2022. Se le beatifica ‘por su santidad ordinaria’, pero se oculta cómo murió y por qué. Se le beatifica, pero no se le hace justicia. ¿Cómo calificar una beatificación que encubre un asesinato? Mientras tanto, la gente sigue diciendo: ‘El Papa que mataron’, ‘en América Latina la mayor parte de los obispos están absolutamente a favor de la muerte provocada’ (Loris Serafini) y el mundo contempla una vez más el escándalo vaticano”.
Desde hace décadas he sufrido marginación oficial, pero ahora no temo represalias oficiales. El efecto Francisco se nota»
¿Cree que el papa Francisco puede profundizar en los motivos de la muerte de Juan Pablo I, es un papa ‘progre’ solo para la galería o aunque sea progresista de verdad con la Iglesia hemos topado?
El 4 de abril recibí respuesta de la Secretaría de Estado. No me parece solo una respuesta educada. La Secretaría de Estado responde en nombre del Papa. Sus palabras son de agradecimiento, cordialidad y apoyo. Esto no había sucedido en cuarenta años. Aunque algunos promotores de la beatificación consideren mi trayectoria como un ataque al Papa y a la Iglesia, nada de esto se percibe en las palabras del Papa. Por mi parte le he dicho con respeto lo que creí que debía decir. Ciertamente, no me hago ilusiones de que el Vaticano vaya a parar la beatificación ni de que pueda cambiar el sentido de la misma, reconociendo a Juan Pablo I como mártir de la purificación y renovación de la Iglesia. Temo que el Papa pueda quedar condicionado por el Estado vaticano.
A usted ya en los años 80 se le intentó silenciar. ¿Teme represalias por publicar este libro?
Todo el mundo lo sabe. Desde hace décadas he sufrido marginación oficial, pero ahora no temo represalias oficiales. El efecto Francisco se nota. La respuesta del Papa ha sido para mí no solo una gran alegría, supone también un apoyo eficaz que —ciertamente— agradezco. Represalias de otro tipo, aunque nunca se sabe, espero que no las haya.
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