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20 de mayo de 2022

EVANGELIO DOMINGO 22-Mayo-2022 (Jn-14, 23-29). Reflexiones de Pagola

 

LA PAZ DE JESÚS

 


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy: no os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: <<Me voy y vuelvo a vuestro lado>>. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, sigáis creyendo (Juan 14, 23-29).

 

EL GRAN REGALO DE JESÚS

Siguiendo la costumbre judía, los primeros cristianos se saludaban deseándose mutuamente la <<paz>>. No era un saludo rutinario y convencional. Para ellos tenía un significado más profundo. <<Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones>>.

Esta paz no hay que confundirla con cualquier cosa. No es solo una ausencia de conflictos y tensiones. Tampoco una sensación de bienestar o una búsqueda de tranquilidad interior.

Sin duda recordaban lo que Jesús había pedido a sus discípulos al enviarlos a construir el reino de Dios: << En la casa en que entréis, decid primero: “ Paz a esta casa “ >>. Para humanizar la vida lo primero, es sembrar paz, no violencia; promover respeto, diálogo y escucha mutua, no imposición, enfrentamiento y dogmatismo.

¿Por qué es tan difícil la paz? ¿Por qué volvemos una y otra vez al enfrentamiento y la agresión mutua?

Hay una respuesta primera tan elemental y sencilla que nadie la toma en serio: solo los hombres y mujeres que poseen paz pueden ponerla en la sociedad. No puede sembrar paz cualquiera.

No es difícil señalar algunos rasgos de la persona que lleva en su interior la paz de Cristo: busca siempre el bien de todos, no excluye a nadie, respeta las diferencias.

¿Qué estamos aportando hoy desde la Iglesia de Jesús? ¿Concordia o división? ¿Reconciliación o enfrentamiento? Y si los seguidores de Jesús no llevan paz en su corazón, ¿qué es lo que llevan? ¿Miedos, intereses, ambiciones, irresponsabilidad?

 

LA PAZ EN LA IGLESIA

En el evangelio de Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus discípulos. En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia.

Hasta cinco veces les repite que podrán contar con <<el Espíritu Santo>>.

<<El Defensor, el Espíritu Santo… será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho>>. Este Espíritu será la memoria viva de Jesús.

Jesús desea que capten bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su comunidad: <<Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz>>.

No es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: <<No os la doy yo como la da el mundo>>.

Cuando en la Iglesia se pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve cualquier estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es posible introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su verdad.

 

UNA CULTURA DE LA PAZ

Son muchos los conflictos que sacuden hoy nuestra sociedad. Además de las tensiones y enfrentamientos que se producen entre las personas y en el seno de las familias, graves conflictos de orden social, político y económico impiden entre nosotros la convivencia pacífica.

Para resolver los conflictos hemos de hacer siempre una opción: o escogemos la vía del diálogo y del mutuo entendimiento o seguimos los caminos de la violencia y del enfrentamiento.

Frente a esta <<cultura de la violencia>> necesitamos promover hoy una <<cultura de la paz>>. No estamos hechos para para vivir permanentemente en el enfrentamiento. Estamos llamados a entendernos buscando honestamente soluciones justas para todos.

Esta <<cultura de la paz>> exige buscar la eliminación de las injusticias sin introducir otras nuevas, y sin alimentar y ahondar más las divisiones.

Una <<cultura de paz>> exige además crear un clima de diálogo social promoviendo actitudes de respeto y escucha mutuos.

La <<cultura de paz>> solo se asienta en una sociedad cuando las gentes están dispuestas al perdón sincero, renunciando a la venganza y la revancha. El perdón libera de la violencia del pasado y genera nuevas energías para construir el futuro entre todos.

En medio de esta sociedad, los cristianos hemos de escuchar de manera nueva las palabras de Jesús, <<la paz os dejo, mi paz os doy>> y hemos de preguntarnos qué hemos hecho de esa paz que el mundo no puede dar, pero necesita conocer.

 

NO DA LO MISMO

El pluralismo es un hecho innegable. Hoy conviven entre nosotros toda clase de posicionamientos, ideas o valores.

Hoy todo puede ser discutido. Todo menos el derecho de cada uno a pensar como le parezca y a ser respetado en lo que piensa.

De hecho, no pocos están cayendo en un relativismo total. Todo da lo mismo.

Se vive de impresiones, y cada uno piensa lo que quiere y hace lo que le apetece.

La pregunta es inevitable. ¿Se puede llamar <<progreso>> a todo esto? ¿Es bueno para la persona y para la humanidad poblar la mente de cualquier idea o llenar el corazón de cualquier creencia, renunciando a una búsqueda honesta de mayor verdad, bondad y sentido de la existencia?

El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honradamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de las personas.

No da lo mismo abortar que acoger la vida, ni es igual <<hacer el amor>> de cualquier manera que amar de verdad al otro. No es lo mismo ignorar a los necesitados o trabajar por sus derechos. Lo primero es malo y daña al ser humano. Lo segundo está cargado de esperanza y promesa.

También en medio del actual pluralismo siguen resonando las palabras de Jesús: <<El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará>>.

 

PERSONAS EMPOBRECIDAS

Todo ser humano vive condicionado por la realidad sociológica e histórica en la que se encuentra inserto. Sin que podamos evitarlo, somos parte integrante de un mundo complejo que incide poderosamente en nuestra manera de ser, actuar y vivir.

Hemos avanzado técnicamente de manera insospechada, pero vivimos dependiendo cada vez más de aquello que fabricamos.

Vivimos de manera acelerada, sometidos a un ritmo de vida agotador, sin posibilidad de detenernos serenamente ante nuestra propia vida.

Vivimos seducidos por los mil engañosos atractivos de la sociedad de consumo, pero <<infra-alimentados>> espiritualmente. Alienados por diversos reclamos y distraídos por innumerables modas o consignas, sin capacidad para enfrentarnos a nuestra propia verdad.

Los creyentes entendemos que la fe puede ser la gran fuerza interior que nos ayude a liberarnos de la alteración, la superficialidad, la desintegración o el vacío interior. Para vivir de manera más humana y liberada necesitamos una energía interior capaz de animar y dinamizar nuestras vidas. Por eso escuchamos hoy con gozo las palabras de Jesús: <<El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.>>.

 

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan de la Cruz García