Quieres suscribirte al blog?

Colaborando con...

6 de mayo de 2022

EVANGELIO DOMINGO 8 DE MAYO 2022 (Juan 10, 27-30).

VOLVER A JESÚS

En aquel tiempo dijo Jesús:

Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna: no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano.

Mi padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno (Juan 10, 27-30).

VOLVER A JESÚS

Lo cierto es que el mundo necesita hoy savia nueva para vivir. Las Iglesias andan buscando aliento y esperanza. Las muchedumbres pobres del planeta reclaman justicia y pan.

Estamos necesitados de algo parecido al <<fuego>> que prendió Jesús en su breve paso por la tierra: su mística, su lucidez, su pasión por el ser humano. Necesitamos personas como él, palabras como las suyas, esperanza y amor como los suyos. Necesitamos volver a Jesús. Desde el inicio, los cristianos vieron que él podía guiar a los seres humanos. Jesús no impone nada. No fuerza a nadie. Llama a cada uno <<por su nombre>>. Para él no hay masas. Cada uno tiene su nombre y rostro propios.

Pero volver a Jesús no es tarea exclusiva del papa ni de los obispos. Todos los creyentes somos responsables. Para volver a Jesús no hay que esperar ninguna orden. Francisco de Asís no esperó a que la Iglesia de su tiempo tomara no sé que decisiones. Él mismo se convirtió al evangelio y comenzó la aventura de seguir a Jesús de verdad. ¿A qué tenemos que esperar para despertar entre nosotros una pasión nueva por el Evangelio y por Jesús?


ESCUCHAR SU VOZ Y SEGUIR SUS PASOS

<<Mis ovejas escuchan mi voz… y me siguen>>. Después de veinte siglos, los cristianos necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser la Iglesia de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos.

Juan XXIII dijo en una ocasión que << la Iglesia es como una vieja fuente de pueblo de cuyo grifo ha de correr siempre agua fresca>>. En esta Iglesia vieja de veinte siglos hemos de hacer correr el agua fresca de Jesús. Hemos de aprender a poner en el centro de nuestras comunidades la Palabra viva, concreta e inconfundible de Jesús, nuestro único Señor.

La aventura consiste en creer lo que el creyó, dar importancia a lo que él se la dio, defender la causa del ser humano como él la defendió, acercarnos a los indefensos y desvalidos como él se acercó, ser libres para hacer el bien como hizo él, confiar en el Padre como él confió y enfrentarse a la vida y a la muerte con la esperanza con que él se enfrentó.

DIOS NO ESTÁ EN CRISIS

Los creyentes decimos creer en Dios, pero en la práctica vivimos como si no existiera. Este es también el riesgo que tenemos hoy al abordar la crisis religiosa actual y el futuro incierto de la Iglesia: vivir estos momentos de manera <<atea>>.

Ya no sabemos caminar en <<el horizonte de Dios>>. Se nos olvida que el mundo está en manos de Dios, no en las nuestras. Ignoramos que el <<Gran Pastor>> que cuida y guía la vida de cada ser humano es Dios.

Según Jesús, <<Dios supera a todos>>. Que nosotros estemos en crisis no significa que Dios esté en crisis. Que los cristianos perdamos el ánimo no quiere decir que Dios se haya quedado sin fuerzas par salvar. Que nosotros no sepamos dialogar con el hombre de hoy no significa que Dios ya no encuentre caminos para hablar al corazón de cada persona. Que las gentes se marchen de nuestras Iglesias no quiere decir que se le escapen a Dios de sus manos protectoras.

Dios es Dios. Ninguna crisis religiosa y ninguna mediocridad de la Iglesia podrán <<arrebatar de sus manos>> a esos hijos e hijas a los que ama con amor infinito.

NO GOBERNAR, SINO DAR VIDA

Sin embargo, cuando los primeros cristianos hablan de Jesús como <<buen pastor>>, no lo hacen para presentarlo como jefe y caudillo de un pueblo, sino para destacar su preocupación por la vida de las personas. Jesús es <<Buen Pastor>> no porque sepa gobernar, conducir y vigilar mejor que nadie, sino porque es capaz de <<dar su vida>> por los demás.

Esta teología del Buen Pastor recoge perfectamente la actuación de Jesús. Su primera preocupación no fue salvaguardar la doctrina, vigilar la moral o controlar la liturgia, sino desvivirse por la gente, luchar contra el sufrimiento bajo todas sus formas y trabajar por una vida más digna y dichosa para todos, llegando <<hasta dar su vida>> en este empeño. La Iglesia tiene la responsabilidad de invitar y orientar a los creyentes hacia la verdad de Cristo, pero Cristo se dedicaba precisamente a quitar sufrimientos y dar vida. Solo desde ahí revelaba y anunciaba al verdadero Dios.

En estos tiempos en que tanta gente <<abandona el rebaño>> y se aleja de la fe, la mejor manera de guiar hacia la <<verdad de Cristo>> sería ver a una Iglesia dedicada en cuerpo y alma a que la gente sea más dichosa, se sienta menos desamparada y viva más protegida contra el mal y el sufrimiento.

AMIGO Y MAESTRO

El título de <<Amigo>> arranca del evangelio de Juan y subraya la relación amistosa y confiada que establece Jesús con los creyentes:

<<Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer>> (Juan 15,15). Cristo no es solo el Señor que salva, sino el Amigo cercano que comprende y acompaña. La teología actual subraya la importancia de un Cristo Amigo en una época en la que no pocos experimentan la soledad existencial.

El título de <<Maestro>> tiene también sus raíces en la tradición evangélica: <<No llaméis a nadie maestro, porque uno solo es vuestro maestro, Cristo>> (Mateo 23,10).

No es lo mismo obedecer a Cristo Legislador que comunicarnos confiadamente con Jesús Amigo y compañero de camino. No es igual aceptar a Cristo <<Revelador de la doctrina cristiana>> que dejarnos enseñar día a día por él.

José Antonio Pagola