Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

14 de mayo de 2022

EVANGELIO DOMINGO (Jn 13.31-33a.34-35). Reflexiones de Pagola

 

NUESTRA IDENTIDAD

 

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:

Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.

Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros (Juan 13,31-33a.34-35).

 


UN ESTILO DE AMAR

Los cristianos iniciaron su expansión en una sociedad en la que había distintos términos para expresar lo que nosotros llamamos hoy amor.

Los primeros cristianos abandonaron prácticamente esta terminología y pusieron en circulación otra palabra casi desconocida, <<agape>>. No querían que se confundiera con cualquier cosa el amor inspirado en Jesús.

De ahí su interés en formular bien el <<mandato nuevo del amor>> : <<Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado>>.

El estilo de amar de Jesús es inconfundible. No se acerca a las personas buscando su propio interés o satisfacción, su seguridad o bienestar. Solo piensa en hacer el bien, acoger, regalar lo mejor que tiene, ofrecer amistad, ayudar a vivir. Así lo recordarán años más tarde en las primeras comunidades cristianas: <<Pasó toda su vida haciendo el bien>>.

Hace sitio en su corazón y en su vida a quienes no tienen sitio en la sociedad ni en la preocupación de las gentes.

Lo que distingue al seguidor de Jesús no es cualquier <<amor>>, sino precisamente ese estilo de amar que consiste en acercarnos a quienes pueden necesitarnos. No lo deberíamos olvidar.

 

NO PERDER LA IDENTIDAD

La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro?

Jesús les hace un regalo: <<Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado>>. Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.

Por eso Jesús añade: <<La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros>>. Lo que permitirá descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús no será la confesión de una doctrina, la observación de unos ritos o el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad.

Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo no siempre hemos acertado a darle su verdadero contenido a partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un comportamiento activo y creador que lo llevaba a luchar contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir al ser humano.

 

COMUNIDAD DE AMISTAD

Jesús comparte con sus discípulos los últimos momentos antes de volver al misterio del Padre. El evangelista Juan tiene su atención puesta en la comunidad cristiana. Cuando falte Jesús, en su comunidad se tendrá que querer como <<amigos>>, porque así lo ha querido Jesús: <<Vosotros sois mis amigos>>; <<ya nos os llamo siervos, a vosotros os he llamado amigos>>. La comunidad de Jesús será una comunidad de amistad.

Una comunidad basada en la <<amistad cristiana>> enriquecería y transformaría hoy a la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia.

Entre amigos es más fácil sentirse responsable y colaborar. Y no es tan difícil estar abiertos a los extraños y diferentes, los que necesitan acogida y amistad.

De una comunidad de amigos es difícil marcharse. De una comunidad fría, rutinaria e indiferente, la gente se va, y los que se quedan apenas lo sienten.


EL CAMINO UNIVERSAL HACIA DIOS

Hace algunos años, el prestigioso teólogo francés Joseph Moingt, en una de sus obras más conocidas, hacía esta afirmación central:

<<La gran revolución religiosa llevada a cabo por Jesús consiste en haber abierto a los hombres otra vía de acceso a Dios distinta de lo sagrado, la vía profana de la relación con el prójimo, la relación vivida como servicio al prójimo>>.

Este mensaje sustancial del cristianismo queda explícitamente confirmado en la revolucionaria parábola del juicio final. El relato evangélico es asombroso. Son declarados <<benditos del Padre>> los que han hecho el bien a los necesitados: hambrientos, extranjeros, desnudos, encarcelados, enfermos; no han actuado así por razones religiosas, sino por compasión y solidaridad con los que sufren. Los otros son declarados <<malditos>> no por su incredulidad o falta de religión, sino por su falta de corazón ante el sufrimiento del otro.

La salvación no consiste ya en buscar a través de la religión un Dios salvador, sino en preocuparnos de quienes padecen necesidad. Lo que salva es el amor al que sufre. La religión no es requerida como algo indispensable, y no podrá suplir la falta de este amor.

Seguimos pensando que el camino obligatorio que conduce a Dios y lleva a la salvación pasa necesariamente por el templo y la religión. No es así. El cristianismo afirma que el único camino indispensable y decisivo hacia la salvación es el que lleva a ayudar al necesitado. Esta es la gran revolución que introduce Jesús: Dios es amor gratuito, y solo se encuentra con él quien, de hecho, se abre a la necesidad del hermano.

Hay un camino que siempre conduce hasta Dios, y es el amor al necesitado. Las religiones no tienen ya el monopolio de la salvación. Solo salva el amor. Este es el camino universal, la <<vía profana>> accesible a todos. Por él peregrinamos hacia el Dios verdadero, creyentes y no creyentes.

 

MÁS QUE UN DEBER

La vida del ser humano tiene su origen y su término en el misterio de un Dios que es amor infinito e insondable.

Esto significa que el amor es mucho más que un deber que hemos de cumplir o una tarea moral que nos hemos de proponer.

El amor es la vida misma, vivida de manera sana. Solo quien está en la vida desde una postura de amor está orientando su existencia en la dirección acertada.

En la medida en que acertamos a vivir amando la vida, amándonos a nosotros mismos y amando a las personas, nuestra vida crece, se despliega y se va liberando del egoísmo, de la indiferencia y de tantas servidumbres que la pueden ahogar.

Ya puede uno organizarse su vida como quiera, si termina sin amar ni ser amado, su vida es un fracaso. Vivir desde el egoísmo, el desamor, la indiferencia o la insolidaridad es vaciar la propia vida de su verdadero contenido.

Pero no hemos de olvidar que este amor no es una carga pesada que se nos impone para hacer nuestra vida más difícil todavía, sino precisamente la experiencia que puede traer a nuestra existencia mayor gozo y liberación.

 

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan de la Cruz G.