Te ensalzaré,
Señor, porque me has librado (salmo 29)
Te ensalzaré, Señor, que no me has librado.
No me has librado de la angustia;
no me libraste de la humillación.
Has dejado que mis enemigos se rían de mí
y que mis amigos se limitaran a compadecerme.
No me has librado de la enfermedad,
del cáncer que tanto temía,
con sus ciclos inexorables, amenazantes.
No me has librado de la desgracia,
del fracaso en la oposición, del paro humillante.
No me has librado del accidente terrible,
fuente de tantos sufrimientos.
No me has librado de la depresión, de ese vacío
insoportable;
ni de la calumnia o la crítica mordaz,
ni del rechazo de los míos.
Y no me has librado de tantos fallos,
del desmonte de mis planes e ilusiones,
del vaciamiento de mis ideales.
Pero yo doy gracias a tu santo nombre,
porque estando en el abismo te has acercado a mí,
estando en el infierno, me has mirado.
Yo te ensalzo, Señor, porque, en medio de las
lágrimas,
me has acariciado y me has devuelto la esperanza,
a pesar de la angustia.
Yo te ensalzo, Señor, porque nunca como ahora,
envuelto en la desgracia, te he sentido tan cerca.
Ahora sé que tú eres mi suerte y mi salud,
mi gracia y mi plenitud, toda mi vida. Ya nada me
importa.
Por eso, yo te ensalzo, porque no me has librado de
nada,
pero me has librado. Cambiaste mi luto en danzas.
<< Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
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