¿Sólo
es Ucrania?
No puedo con la saturación informativa
sobre la guerra de Ucrania, mientras se silencian los más de 25 conflictos
bélicos que se siguen produciendo en el mundo y ya no son noticia para casi
nadie.
No es que no me conmueva el dolor y el sufrimiento de las familias ucranianas que huyen de la guerra, que me parece tremendamente injusto y espeluznante, en medio del manejo de los hilos militaristas de los intereses de la OTAN y la tiranía de Putin. Pero el agravio comparativo es inmenso y resulta tremendamente humillante. Acaso la razón es que son blancos y rubios, o dicho de manera más “educada”, como decía el otro día una compañera de un colectivo vecinal de mi barrio, “forman parte de nuestra cultura y civilización europea y esta guerra amenaza directamente nuestro estilo de vida”.
En estas últimas semanas he estado con
cinco mujeres inmigrantes, embarazadas a punto de salir de cuentas, a las que
se le ha negado la atención sanitaria y aún no saben dónde van a dar a luz y si
les facturarán la atención hospitalaria. Para valorar su situación les han dado
cita en la Unidad de Tramitación Sanitaria para inmigrantes... para después del
parto. Hemos hecho todo tipo de reclamaciones y la respuesta es siempre la
misma: hay colapso, no se puede hacer otra cosa. No hay opciones. También
varios amigos llevan meses intentado conseguir una cita electrónica en
extranjería para renovar su entrevista de asilo y al reclamar nos dicen que el
sistema está bloqueado y que no saben para cuándo podrá haber citas
disponibles. Mis amigos están a punto de perder la renovación de su contrato
laboral si no consiguen pronto esa cita. Pero la respuesta es siempre el mismo
mantra: no se puede hacer nada. La culpa es del colapso.
Sin embargo, muchas y muchos nos
preguntamos si del mismo modo que se han puesto en marcha paquetes de medidas
sanitarias, sociales y de extranjería para las persona ucranianas, tales como
permiso de residencia de un año, ampliable a tres, con posibilidad de trabajar,
acceso a la educación y a la salud, plazas públicas para personas vulnerables,
embarazadas, comedores sociales, albergues juveniles, plazas gratuitas para
jóvenes de entre 3 y 16 años, servicio de traducción e interpretación y abono
transporte gratuito, entre otras… no es posible que estas medidas puedan
aplicarse al resto de la población migrante y refugiada que huye también de la
guerra, del hambre, de la falta de futuro y de otros conflictos bélicos, aunque
ya invisibles u olvidados por los medios.
Va a tener razón mi vecina, hay una gran
diferencia: no son europeos, no son rubios ni blancos. Son los otros, la
negación del nosotros, y para ellos sólo queda la sospecha y la
criminalización.
Pepa Torres Pérez
Alandar Abril 2021