Itzamná Ollantay
Guatemala, Estado colonial y la acreditación de los sacerdotes mayas
Hace unos días atrás, el presidente Alejandro Giammattei, certificó a varios “sacerdotes mayas” (guías espirituales) entregándoles gafetes plastificados, y les “envió” a “preservar la espiritualidad maya”.
Casi al mismo tiempo, desde el Congreso de la República, se promovía un proyecto de Ley para preservar el patrimonio prehispánico, bajo el argumento de: “debemos ser competitivos en la industria del turismo con países como México o Perú”.
En 2019, cuando A. Giammattei era candidato, las autoridades ancestrales mayas llevaron a sus “princesas y reinas mayas” a besar la mano de Giammattei en fila, en un ritual maya, como si se tratase de un “Papa maya”.
Este paisaje folclórico se recarga aún más, porque según medios norteamericanos, Giammattei, en los últimos días, habría amenazado con expulsar del país a la agencia de cooperación norteamericana USAID por “promover el indigenismo en Guatemala”.
Guatemala, según el censo del 2018, tiene 46% de población indígena. Además, cerca del 63% de su población se encuentra en situación de pobreza (aunque como país tiene el doble del PIB de Bolivia). 8 de cada 10 niños mayas, menores de 5 años de edad, se encuentran en situación de desnutrición.
Y, un dato más: la población indígena vota en las elecciones desde mediados del pasado siglo. El país cuenta incluso con un partido político auto nominado maya (WINAQ), y un equipo de abogados/antropólogos “mayas”. Incluso una Premio Nobel maya.
¿Cómo se explica ello?
No es racismo. Es la aceptación/reproducción del racismo por indios serviles. El racismo es es mal es congénito y constitutivo de la Colonia permanente de más 5 siglos (europea y republicana). Las repúblicas por estos lares de Abya Yala están escritas con r de racismo.
Mientras las y los originarios continúen asumiendo a los estados republicanos como benignos, o continúen auto identificándose como guatemaltecos, mexicanos, peruanos, el racismo estructural/estructurante prevalecerá.
El problema, no es que exista el racismo en un sistema estatal racista, sino que las y los “originarios” y la población “letrada/modernizada” acepte o reproduzca el racismo.
La República premia a indios serviles y castiga a originarios auténticos. La República como una forma de organización del Estado y de la sociedad en base a la igualdad, la libertad y la fraternidad fue una falacia. Ni en Guatemala, ni en ninguna otra República, las y los originarios, negros y mujeres fuimos aceptados, en los hechos, como iguales a los blancos/ricos/machos. Por más que tengamos papiros (títulos académicos), por más que nos hayamos blanqueado genéticamente (amestizado), por más que políticamente nos hayamos ciudadanizado (negando nuestra autenticidad originaria para asumir la ciudadanía de segunda). No somos, ni seremos iguales, ni libres, en una Colonia racista.
Por eso el Estado criollo, mediante sus instituciones, promueve, certifica y premia a los indios bien portados. Los hace competir entre ellos/ellas para certificarlos como “indios oficiales”, y así se garantiza que siempre habrá unos indios/indias más serviles que otros/as.
Esta certificación/cualificación se da en el ámbito académico, con las y los profesionales originarios. Se da a nivel del espiritualismo, con los sacerdotes mayas. Se da a nivel del funcionariado público, con empleados originarios en las ventanillas del Estado…Pero, por más que las y los “indios oficiales o cualificados” obtengan títulos de doctoras/as, por más que porten gafete de sacerdotes mayas, jamás serán admitidos por el sistema estatal como ciudadanos plenos. Se los reconocerá siempre en cuanto serviles.
Pero, cuando el originario auténtico quiere existir, exigiendo y ejerciendo sus derechos colectivos e individuales, el Estado racista le castiga severamente para escarmentar a cuanto originario se atreva a cuestionar o avanzar más allá de lo permitido. El indio servil es el “indio bueno”. Y algunos “indios buenos” son certificados/promovidos por el Estado para que exista siempre indios en una República que vive de la industria del folclorismo.
La colonia republicana fecundó a sus doctrineros para lo espiritual y para lo político. La colonización y el despojo permanente, no fue tanto producto de la dominación militar. Fue producto de la dominación espiritual, que a su vez garantizó la dominación política.
Por ello, tanto los colonizadores europeos, como los colonizadores republicanos, fecundaron sus “indios espiritualistas apolíticos”.
Fueron los doctrineros/curas de la cristiandad quienes posibilitaron la dominación/colonización europea de tres siglos sobre los pueblos de Abya Yala. Y, en la actualidad, son los doctrineros indígenas, con gafete y con títulos de doctoras/es, quienes hacen posible, soportable y digerible la colonia republicana para la gran masa de indios e indomestizos. ¡Sin indios serviles no hay República colonial posible!
Incluso,
en la era de la democracia liberal republicana, el sistema permite el
surgimiento de políticos y partidos políticos “indígenas”. Pero éstos siempre
son y serán “funcionales” al sistema racista hegemónico. Jamás pondrán en duda
la vigencia del Estado criollo racista que les paga los salarios como diputados
o funcionarios.
Artículo
de Telesur