Por Carolina Escobar Sarti
Columnas diarias
¿Quién
quiere ser pobre? Quien sostenga las afirmaciones de que los pobres son pobres
porque quieren o porque históricamente ha habido pobres y ricos están
condenados al fuego eterno por ignorantes, mal intencionados o poco informados.
Nacer en la pobreza y permanecer en ella durante toda una vida no es
casualidad, voluntad, karma o mala suerte; las grandes brechas de desigualdad e
inequidad que este sistema económico define entre los que más y los que menos
tienen son una consecuencia de un orden perverso que no se cura con recetas de
meritocracia o cambio de actitud.
Aprendimos a ignorar la pobreza, a normalizarla o a usarla de pretexto para ser redentores. Pero quien no quiera ver que en Guatemala dos tercios de la población son pobres, no ve nada. Cada vez que hay que ir a sus causas estructurales, desviamos la mirada hacia otro lado, nos dedicamos a hacer caridad, decimos que ese debate es de comunistas o diseñamos fórmulas desde nuestras cómodas oficinas y salones académicos. En cualquier caso, cuando se ha debatido sobre la pobreza, la aporofobia, sus múltiples dimensiones evidentes y ocultas, entre otros temas relacionados, siempre se ha dejado de lado a quienes nunca debieron quedar fuera de esta discusión: las personas pobres.
He tenido el privilegio de ser aliada del Movimiento Cuarto Mundo (ATD) desde hace varios años e integro también su Comité Internacional. Todo ad honorem, por si acaso. Me he quedado allí por muchas razones, pero principalmente por una: una de sus líneas centrales y estratégicas es poner en el centro de cada acción y diálogo a las personas en situación de pobreza, junto a otras que vienen de distintos sectores como la academia, la empresa, la sociedad civil, entre más. Desde allí se da lo que Cuarto Mundo llama el Cruce de Saberes entre personas de distintas procedencias, países, edades, culturas, niveles socioeconómicos y educativos.
Vendrá
más pobreza y más hambre porque los “expertos” ya lo anunciaron. ¿Qué haremos
con ello?
Carolina
Escobar Sarti
En
2016, ATD Cuarto Mundo Internacional y la Universidad de Oxford hicieron un
ejercicio participativo importante en seis países, en sintonía con el objetivo
principal de la agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de poner fin a la
pobreza en todas sus formas y en todo el mundo. Para ello usaron la metodología
del Cruce de Saberes, que permitió participar simultáneamente a personas
viviendo en situación de pobreza, militantes, académicos e investigadores
asociados. Los resultados de cada grupo fueron validados por sus grupos pares.
A pesar de ser de distintos continentes y países, todos identificaron 9
dimensiones claves de la pobreza y 5 factores que la definen. Seis de las
dimensiones raramente han sido consideradas en las discusiones políticas y tres
de ellas son fundamentales:
1.
El desempoderamiento de las personas que viven en pobreza;
2.
El sufrimiento del cuerpo, la mente y el corazón;
y
3. La lucha y resistencia que precisan para sobrevivir.
Tres
dimensiones más son de relación:
1.
El maltrato institucional que ignora a las personas pobres, las humilla y las
daña;
2.
El maltrato social que reciben;
y
3. Sus conocimientos y habilidades raramente son reconocidas.
Y
tres más son de privación:
1.
La falta de un trabajo decente y digno;
2.
Los ingresos son insuficientes o inseguros;
y 3. La privación material y social de bienes y servicios que permiten una participación plena en sociedad.
Las
medidas convencionales que se usan para medir la extrema pobreza parecen
indicar que está casi erradicada en los países en vías de desarrollo, pero
cuando se habla con la gente en esta situación, esto no coincide. El estudio de
ATD y la Universidad de Oxford tiende puentes entre países ricos y pobres y
releva el tema de las emociones que los neurobiólogos están poniendo en el
centro de cualquier discusión inteligente. Vendrá más pobreza y más hambre
porque los “expertos” ya lo anunciaron. ¿Qué haremos con ello?
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