Del samaritano solidario al protagonismo de la mujer
Por
Víctor Manuel Ruano
En
este año, cada domingo las comunidades eclesiales acompañan a Jesús en su
camino hacia Jerusalén bajo la guía de Lucas, quien en su evangelio va
mostrando escenas paradigmáticas e inspiradoras de la Santa Misión Popular que
promueve, señal del Reino que está llegando, como alternativa válida para darle
a aquella sociedad y a la nuestra una posibilidad cierta de vida digna abierta
a la trascendencia.
Marta y María se sumaron al proyecto de Jesús, desde ángulos distintos, muy importantes y necesarios.
El domingo pasado fue la imagen de un samaritano admirable, modelo de ciudadano solidario, que se conmueve profundamente ante una víctima que queda tirada y herida en la cuneta de un camino. Es símbolo de las víctimas de sistemas injustos y violentos, corrupto e impune, como el guatemalteco, que atraca y deja “medio muertos” a la inmensa mayoría de los ciudadanos y obstaculiza el crecimiento humano e integral de los pueblos.
Nuestro
país hace rato cayó en mano de ladrones y asaltantes que nos dejaron en la
miseria y la extrema pobreza, el abandono y la exclusión. Nos robaron la
esperanza, la justicia y la paz. Hirieron nuestra dignidad, por la desigualdad
social, el desprecio a los pueblos indígenas y la violencia en sus territorios.
Pusieron en marcha su estrategia de criminalización de líderes, operadores de
justicia y periodistas independientes.
Según
el evangelio de este domingo, en Bethania, pueblo muy cerca de Jerusalén, había
una familia muy querida —Lázaro y sus dos hermanas— que Jesús visitaba de
cuando en cuando. El evangelista evoca una de esas visitas para transmitir un
mensaje orientador para las comunidades de su tiempo, que llega hasta nosotros,
para que también hagamos lo mismo, es decir, demos espacio a Jesús en nuestras vidas,
en los hogares y en la sociedad.
Son
dos mujeres que descubrieron el verdadero sentido de sus vidas y se sumaron al
proyecto de Jesús por el Reino, desde ángulos distintos, pero muy importantes y
necesarios.
Vale
la pena destacar el hecho de las amistades de Jesús, con quienes compartía la
vida y los retos de la misión, para contribuir en la construcción de un mundo
donde todos sean acogidos con el mismo cariño y esmero como él fue recibido en
aquella familia de Bethania, imagen de lo que tiene que ser hoy la Iglesia en
medio de una sociedad que excluye, margina y discrimina.
La
sociedad guatemalteca necesita humanizarse, lo logrará si es capaz de abrir
espacios para la participación de la mujer en todos los ámbitos: cultural y
político, económico y social en orden a buscar el desarrollo humano integral y
sostenible. También la Iglesia, si quiere ser fiel al estilo de Jesús, debe
hacer lo mismo, dando prioridad a las familias, pero sobre todo a las víctimas
del sistema corrupto e impune que tenemos, generador de desigualdad.
Tanto
el samaritano como las mujeres de Bethania son paradigmas que ayudan a superar
toda indiferencia e indolencia ante los demás y ante la sociedad que debe ser solidaria.
Son una llamada a tomar conciencia de nuestra realidad, a organizarnos y
movilizarnos como pueblo.
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