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21 de julio de 2022

Mare nostrum

 

MIGUEL ÁNGEL MESA, 

MADRID.


Ocultos a las miradas,

a los silencios cómplices,

para no ser abrasados aún más

por el odio.

 


Tras la incierta odisea

en las oscuras aguas del mare nostrum,

quienes han podido arribar

a las costas de la indiferencia

y la noche de la sospecha y la desconfianza,

quedan relegados al gueto

del ocultamiento

para que no cuestione su presencia

esta democracia tantas veces solo de apariencias,

esos papeles ahogados en sangre

de los derechos humanos,

esta supuesta humanidad, tan inhumana,

que descansa acariciada por la brisa suave

en las playas del bienestar imperturbable.

 

Apartados de la vista, silenciados,

no importunan ni desazonan

el corazón bañado en piedra.

 

Todo fluye levemente

en la cuna de la democracia

como las aguas del espléndido río

de la felicidad, serena, satisfecha.

 

Narciso se mira en el límpido espejo

del mar expropiado

a la comunidad humana

más empobrecida, excluida,

que llama humilde y angustiada

a nuestra puerta.

 

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