FUEGO
En
aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
He
venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que
pasar por un bautismo, ¡y que angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he
venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de
cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el
padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la
hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra
(Lucas 12, 49-53).
EL
FUEGO TRAÍDO POR JESÚS
Lucas
lo recoge así: <<He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá
estuviera ya ardiendo!>>.
Jesús
desea que el fuego que lleva dentro prenda de verdad, que no lo apague nadie,
que se extienda por toda la Tierra y que el mundo entero se abrase. Quien se
aproxima a Jesús con los ojos abiertos y el corazón despierto va descubriendo
que el <<fuego>> que arde en su interior es la pasión por Dios y la
compasión por los que sufren. Esto es lo que le mueve y le hace vivir buscando
el reino de Dios y su justicia hasta la muerte.
La pasión por dios y por los pobres viene de Jesús, y solo se enciende en sus seguidores al contacto de su Evangelio y de su espíritu renovador. Va más allá de lo convencional. Poco tiene que ver con la rutina del buen orden y la frialdad de lo normativo. Sin este fuego, la vida cristiana termina extinguiéndose.
El
gran pecado de los cristianos será siempre dejar que este fuego de Jesús se
vaya apagando. ¿Para qué sirve una Iglesia de cristianos instalados cómodamente
en la vida, sin pasión alguna por Dios y sin compasión por los que sufren?
¿Para qué se necesita en el mundo cristianos incapaces de atraer, dar luz u
ofrecer calor?
Las
palabras de Jesús nos invitan a dejarnos encender por su Espíritu sin perdernos
en cuestiones secundarias o marginales. Quien no se ha dejado quemar por Jesús
no conoce todavía el poder transformador que quiso introducir él en la Tierra.
Puede practicar correctamente la religión cristiana, pero no ha descubierto
todavía lo más apasionante del Evangelio.
OJALÁ
ESTUVIERA YA ARDIENDO
Cuando
sentimos a Dios como Padre y a todos como hermanos y hermanas, cambia nuestra
visión de todo. Lo primero es la vida dichosa de todos, por encima de
creencias, costumbres y leyes.
Por
eso Jesús no se pierde en teorías abstractas ni se ajusta a sistemas cerrados.
Su palabra despierta lo mejor que hay en nosotros.
No
viene a abolir la ley, pero no siente simpatía alguna por los
<<perfectos>> que viven correctamente, pero no escuchan la voz del
corazón.
Su
mensaje sacude, impacta y transforma. <<Jesús no fue primordialmente
maestro de ningún credo verdadero ni de ninguna moral recta. Fue más bien
maestro de un estilo de vida, de un camino, en concreto, de un camino de
transformación>>.
Las
sociedades modernas siguen promoviendo una vida muy racionalizada y organizada,
pero casi siempre muy privada de amor. Todo se planifica, mientras se olvida lo
esencial, lo que respondería a las necesidades más hondas del ser humano.
Las
ideologías no dan vida, y lo que hoy necesitamos es confianza nueva para
transformar la vida y hacerla más humana.
Las
religiones están en crisis, pero Jesús sigue vivo.
Las
palabras de Jesús recogidas por Lucas nos invitan a reaccionar: <<He
venido a prender fuego al mundo en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya
ardiendo!>>.
PRENDER
FUEGO
Son
bastantes los cristianos que, instalados en una situación social cómoda,
tienden a considerar el cristianismo como una religión que invariablemente debe
preocuparse de mantener la ley y el orden establecido.
Por
eso resulta tan extraño escuchar en labios de Jesús dichos que invitan no al
inmovilismo o conservadurismo, sino al cambio profundo y radical de la
sociedad: <<He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya
ardiendo !... ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino
división>>. No nos resulta fácil imaginar a Jesús como alguien que trae
un fuego destinado a destruir tanta impureza, mentira, violencia e injusticia.
Un Espíritu capaz de transformar el mundo de manera radical, aun a costa de
enfrentar y dividir a las personas.
El
que ha entendido a Jesús vive y actúa movido secretamente por la pasión de
colaborar en un cambio total.
Quien
sigue a Jesús lleva la <<revolución>> en su corazón. Una revolución
que no es <<golpe de estado>>, cambio de gobierno, insurrección o
relevo político, sino búsqueda de una sociedad más justa.
El
orden que con frecuencia defendemos es todavía un desorden, pues no hemos
logrado dar de comer a todos los pobres, ni garantizar sus derechos a toda
persona, ni siquiera eliminar las guerras.
Quien sigue a Jesús vive buscando
ardientemente que el fuego encendido por él arda cada vez más en este mundo.
Pero antes que nada se exige a sí mismo una transformación radical.
<<Solo se pide a los cristianos que sean auténticos. Esta es
verdaderamente la revolución>> (Emmanuel Mounier).
EL
FUEGO DEL AMOR
Cuando
falta el amor, falta el fuego que mueve la vida. Sin amor, la vida se apaga,
vegeta y termina extinguiéndose. El que no ama se cierra y se aísla cada vez
más. Gira alocadamente sobre sus problemas y ocupaciones, queda aprisionado en
las trampas del sexo, cae en la rutina del trabajo diario: le falta el motor
que mueve la vida.
El
amor está en el centro del Evangelio, no como una ley que hay que cumplir
disciplinadamente, sino como el <<fuego>> que Jesús desea ver
<<ardiendo>> sobre la Tierra, más allá de la pasividad, la
mediocridad o la rutina del buen orden.
Jesús
sueña con una familia humana habitada por el amor y la sed de justicia. Una
sociedad que busca apasionadamente una vida más digna y feliz para todos.
El
gran pecado de los seguidores de Jesús será siempre dejar que el fuego se
apague: sustituir el ardor del amor por la doctrina religiosa, el orden o el
cuidado del culto.
DEVALUACIÓN
DEL AMOR
Pero
tal vez nunca se había llegado a perder la fe en el amor como parece estar
sucediendo en la sociedad contemporánea.
Para
algunos, el amor es hoy perfectamente prescindible. Por otra parte, la
tecnología parece exigir antes que nada rigor, precisión, eficacia, seguridad.
El amor puede ser idealizado, pero no <<sirve>> para funcionar en
la vida real.
Sin
embargo, sin amor la vida humana se desintegra y pierde su verdadero sentido.
Hace
muchos años que Jesús pronunció estas palabras: <<He venido a prender
fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!>>. La humanidad no
parece todavía madura para comprender y acoger este mensaje.
<<El
cristianismo está todavía en sus comienzos; nos lleva trabajando solo dos mil
años. La masa es pesada y se necesitarán siglos de maduración antes de que la
caridad la haga fermentar>>.
Los
seguidores de Jesús no deberíamos perder la confianza y el aliento. Esta
sociedad está necesitada de testigos vivos que nos ayuden a seguir creyendo en
el amor, pues no hay porvenir para el ser humano si termina por perder la fe en
el amor.
José
Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.