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11 de agosto de 2022

EVANGELIO DOMINGO 14-AGOSTO-2022 (Lc-12, 49-53)- Reflexiones de Pagola

 

FUEGO



En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y que angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra (Lucas 12, 49-53).

 

EL FUEGO TRAÍDO POR JESÚS

Lucas lo recoge así: <<He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!>>.

Jesús desea que el fuego que lleva dentro prenda de verdad, que no lo apague nadie, que se extienda por toda la Tierra y que el mundo entero se abrase. Quien se aproxima a Jesús con los ojos abiertos y el corazón despierto va descubriendo que el <<fuego>> que arde en su interior es la pasión por Dios y la compasión por los que sufren. Esto es lo que le mueve y le hace vivir buscando el reino de Dios y su justicia hasta la muerte.

La pasión por dios y por los pobres viene de Jesús, y solo se enciende en sus seguidores al contacto de su Evangelio y de su espíritu renovador. Va más allá de lo convencional. Poco tiene que ver con la rutina del buen orden y la frialdad de lo normativo. Sin este fuego, la vida cristiana termina extinguiéndose.

El gran pecado de los cristianos será siempre dejar que este fuego de Jesús se vaya apagando. ¿Para qué sirve una Iglesia de cristianos instalados cómodamente en la vida, sin pasión alguna por Dios y sin compasión por los que sufren? ¿Para qué se necesita en el mundo cristianos incapaces de atraer, dar luz u ofrecer calor?

Las palabras de Jesús nos invitan a dejarnos encender por su Espíritu sin perdernos en cuestiones secundarias o marginales. Quien no se ha dejado quemar por Jesús no conoce todavía el poder transformador que quiso introducir él en la Tierra. Puede practicar correctamente la religión cristiana, pero no ha descubierto todavía lo más apasionante del Evangelio.

 

OJALÁ ESTUVIERA YA ARDIENDO

Cuando sentimos a Dios como Padre y a todos como hermanos y hermanas, cambia nuestra visión de todo. Lo primero es la vida dichosa de todos, por encima de creencias, costumbres y leyes.

Por eso Jesús no se pierde en teorías abstractas ni se ajusta a sistemas cerrados. Su palabra despierta lo mejor que hay en nosotros.

No viene a abolir la ley, pero no siente simpatía alguna por los <<perfectos>> que viven correctamente, pero no escuchan la voz del corazón.

Su mensaje sacude, impacta y transforma. <<Jesús no fue primordialmente maestro de ningún credo verdadero ni de ninguna moral recta. Fue más bien maestro de un estilo de vida, de un camino, en concreto, de un camino de transformación>>.

Las sociedades modernas siguen promoviendo una vida muy racionalizada y organizada, pero casi siempre muy privada de amor. Todo se planifica, mientras se olvida lo esencial, lo que respondería a las necesidades más hondas del ser humano.

Las ideologías no dan vida, y lo que hoy necesitamos es confianza nueva para transformar la vida y hacerla más humana.

Las religiones están en crisis, pero Jesús sigue vivo.

Las palabras de Jesús recogidas por Lucas nos invitan a reaccionar: <<He venido a prender fuego al mundo en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!>>.

 

PRENDER FUEGO

Son bastantes los cristianos que, instalados en una situación social cómoda, tienden a considerar el cristianismo como una religión que invariablemente debe preocuparse de mantener la ley y el orden establecido.

Por eso resulta tan extraño escuchar en labios de Jesús dichos que invitan no al inmovilismo o conservadurismo, sino al cambio profundo y radical de la sociedad: <<He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo !... ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división>>. No nos resulta fácil imaginar a Jesús como alguien que trae un fuego destinado a destruir tanta impureza, mentira, violencia e injusticia. Un Espíritu capaz de transformar el mundo de manera radical, aun a costa de enfrentar y dividir a las personas.

El que ha entendido a Jesús vive y actúa movido secretamente por la pasión de colaborar en un cambio total.

Quien sigue a Jesús lleva la <<revolución>> en su corazón. Una revolución que no es <<golpe de estado>>, cambio de gobierno, insurrección o relevo político, sino búsqueda de una sociedad más justa.

El orden que con frecuencia defendemos es todavía un desorden, pues no hemos logrado dar de comer a todos los pobres, ni garantizar sus derechos a toda persona, ni siquiera eliminar las guerras.

 Quien sigue a Jesús vive buscando ardientemente que el fuego encendido por él arda cada vez más en este mundo. Pero antes que nada se exige a sí mismo una transformación radical. <<Solo se pide a los cristianos que sean auténticos. Esta es verdaderamente la revolución>> (Emmanuel Mounier).

 

EL FUEGO DEL AMOR

Cuando falta el amor, falta el fuego que mueve la vida. Sin amor, la vida se apaga, vegeta y termina extinguiéndose. El que no ama se cierra y se aísla cada vez más. Gira alocadamente sobre sus problemas y ocupaciones, queda aprisionado en las trampas del sexo, cae en la rutina del trabajo diario: le falta el motor que mueve la vida.

El amor está en el centro del Evangelio, no como una ley que hay que cumplir disciplinadamente, sino como el <<fuego>> que Jesús desea ver <<ardiendo>> sobre la Tierra, más allá de la pasividad, la mediocridad o la rutina del buen orden.

Jesús sueña con una familia humana habitada por el amor y la sed de justicia. Una sociedad que busca apasionadamente una vida más digna y feliz para todos.

El gran pecado de los seguidores de Jesús será siempre dejar que el fuego se apague: sustituir el ardor del amor por la doctrina religiosa, el orden o el cuidado del culto.

 

DEVALUACIÓN DEL AMOR

Pero tal vez nunca se había llegado a perder la fe en el amor como parece estar sucediendo en la sociedad contemporánea.

Para algunos, el amor es hoy perfectamente prescindible. Por otra parte, la tecnología parece exigir antes que nada rigor, precisión, eficacia, seguridad. El amor puede ser idealizado, pero no <<sirve>> para funcionar en la vida real.

Sin embargo, sin amor la vida humana se desintegra y pierde su verdadero sentido.

Hace muchos años que Jesús pronunció estas palabras: <<He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!>>. La humanidad no parece todavía madura para comprender y acoger este mensaje.

<<El cristianismo está todavía en sus comienzos; nos lleva trabajando solo dos mil años. La masa es pesada y se necesitarán siglos de maduración antes de que la caridad la haga fermentar>>.

Los seguidores de Jesús no deberíamos perder la confianza y el aliento. Esta sociedad está necesitada de testigos vivos que nos ayuden a seguir creyendo en el amor, pues no hay porvenir para el ser humano si termina por perder la fe en el amor.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.